Unas cintas metálicas salieron del techo y envolvieron mis tobillos, muñecas y boca. Me levantaron, y me dejaron colgando con las manos en alto y las piernas estiradas.

Que yo supiera, no había hecho nada ilícito. Podíamos estar en las Secciones de otras personas, siempre y cuando estuvieran en el mismo nivel que nosotros. Tal vez Scarlock estaba casado. Tal vez había puesto dinero en mi bolsillo y la Maquinaria lo había interpretado como prostitución, puesto que habíamos dormido juntos la noche anterior.

Las cintas se movieron. Me arrastraron a través de la puerta y dentro de un conducto de ventilación que, inexplicablemente, estaba sin tapa. Ahí me pusieron horizontalmente, con la cabeza mirando hacia delante y se movieron por el tubo. Cada tanto había una curva.

Nunca supe cómo funcionaban las cintas. Supongo que había rieles en el techo del conducto.

Seguí avanzando, hasta que llegué a algo que sólo podría describir como un precipicio. El túnel hacía una curva, pero en vez de ir a la izquierda o a la derecha, giraba hacia abajo.

Pronto, mis piernas estaban adelante (juro que no sé cómo), y las cintas me bajaron por el túnel-agujero-pozo.

Abajo, abajo, abajo.

«Debo estar por debajo del piso 1», pensé.

«Debo estar bajo tierra.»

Estaba oscuro. No veía nada. Seguía bajando.

De repente paré de descender. Las cintas me soltaron y no caí. Había llegado al fondo.

Me agaché para tocar el suelo con las manos. Estaba hecho de algo desconocido para mí. Como grandes terrones de polvo.

Como no trabajaba en las plantaciones, nunca me habría enterado, si no me hubieran dicho, que se trataba de tierra, nada más y nada menos.

Recordé el Dispositivo. Luz. Tenía una función de linterna.

Me llevé la mano a la oreja, pero no lo encontré. Seguramente me lo habían quitado las cintas.

Me puse de pie y comencé a avanzar lentamente.

Cada tanto pisaba algo húmedo y desagradable. Hacía un sonido que me ponía los pelos de punta.

Repentinamente me di cuenta de que veía. O mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, o comenzaba a haber luz.

Quizás fue pura sugestión, pero tuve la sensación de estar ascendiendo poco a poco. Tal vez la luz venía de afuera.

Quizás estaba saliendo a la superficie. Descarté ese pensamiento, convencida de que había una razón para mantenernos adentro todo el tiempo.

Alguna enfermedad horrible, o algo así.

Pero quién sabe. Todo mi Nivel llevaba una buena vida.

Por eso nadie trataba de escapar.

Yo no sabía qué había hecho para ser arrestada, pero sospechaba que tenía algo que ver con mis actividades nocturnas.

Continué yendo hacia delante. Evitaba mirar al suelo, y, a medida que la luz se iba haciendo más intensa, peor era mirar hacia abajo.

Cuerpos. Cadáveres. El piso estaba cubierto de ellos. Llevaban números del uno al seis tatuados en el brazo izquierdo, que simbolizaban el nivel al que pertenecía una persona. Yo, por ejemplo, llevaba un 9.

Vi hombres, mujeres, ancianos y niños. Todos muertos, con expresiones de absoluto terror impresas en sus rostros rígidos. Todos en la misma posición, movidos por las cintas, y con la misma herida en el cuello.

La sangre de algunos aún fluía, se escurría a través de la hendidura y salía al aire, esparciendo un hediondo olor metálico.

Caminé entre los muertos, buscando un fin al campo de cadáveres que se extendía a mi alrededor.

¿Quiénes eran?¿Por qué estaban muertos, todos de la misma manera? La herida del cuello tenía que ser la causa de la muerte de todos ellos.

La luz se volvió más y más intensa. La subida, que ahora estaba segura de que estaba sucediendo, se volvió más y más empinada, hasta que tuve que agarrarme al suelo con tal de no caerme.

Y salí del subsuelo.

Afuera, exceptuando los cadáveres que, de tanto en tanto, aparecían por ahí, era incluso más hermoso de lo que habría imaginado.

Plantas. Grandes plantas con tallos de madera cubrían el lugar, cuyo terreno estaba cubierto de grandes ondulaciones.

También había agua, como si fuera un túnel irregular, sin techo, lleno de agua, que fluía entre trozos grandes de lo que lucía como cemento extremadamente desigual.

Nunca, ni siquiera en los antiguos dibujos y obras de arte, había visto algo tan hermoso, natural. Excepto por los muertos, por supuesto.

Hojas de colores; amarillo, rojo, rosado, crecían en las plantas con tallo de madera.

Allí fue donde vi a Ban por primera vez después de mucho tiempo.

Bajo Terra [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora