¿Ahora era yo la que tenía problemas de memoria? Él no recordaba nada excepto a mí, por alguna razón, y decía que yo había hecho algo que jamás había pasado.

–Pero aquí es mejor. Afuera.– Sus ojos eran negros otra vez.– Quédate, por favor. Nunca había recordado tanto en un solo día. Sígueme, Naod– dijo, tomándome de la muñeca y jalándome hacia él, para luego avanzar.

Me guió hasta una especie de gran caja de metal, como una Sección pero separada de la Edificación. Y hecha de chapas. Y oxidada.

Lo que aún hoy, después de diez años, no entiendo, es cómo estaban oxidadas las chapas si eran relativamente nuevas.

Ahora lo que sí sé es que la "Sección separada" era en realidad una casucha. Así que a partir de ahora me voy a referir a ella así.

La casucha tenía un agujero en uno de los lados, por el que entramos. Adentro colgaba del techo una linterna, y cuando alguno de los dos se apoyaba en una chapa, se bamboleaba violentamente, creando sombras francamente inquietantes.

Ban rebuscó en una pila de objetos variados, entre los que vi tanto una pantalla rota como un pedazo de licuadora, pasando por todo lo que hay entre ellas.

Él sacó una cinta como las que me habían arrastrado hasta abajo. Son así, ¿cierto?–dijo.– Las cintas.

Asentí.

–No funciona, ¿verdad?–pregunté con preocupación.

–No–dijo él.– Nada de lo que hay aquí funciona. Sólo la linterna.– La señaló con el dedo. Al mirar su mano me acordé de su dedo faltante.

–¿Y tu dedo?–pregunté.– ¿Qué le pasó?

–Me lo cortó. La Máquina.

–No duele–dijo, encogiéndose de hombros.– Los cuchillos eran muy afilados. Pero has visto los cadáveres, ¿verdad?

–Sí.

–¿ A qué estás esperando? Pregunta por ellos.

– Bien. Cuéntame.

– Son los que fallaron. Eran un experimento de repoblación del exterior. Cuando vieron que la gente moría, lo convirtieron en un castigo. Es irónico, la verdad–dijo, mientras se apoyaba contra la pared de la casucha y yo me sentaba en el suelo.– Los libres viven encerrados todas sus vidas y los convictos son liberados para explorar el mundo.

–¿Y tú cómo sabes eso?

–La pérdida de memoria me añadió nuevos recuerdos. Quizás son de alguno de los que vino y murió, pero aquí están. De repente sé cosas.

Algo hizo ruido afuera. Ban salió, armado con un palo de aspiradora automática. Ni me atreví a mirar.

Oí unos golpes, y el horrible sonido de algo muriendo llegó a mí.

–Ya puedes salir–dijo, metiendo la cabeza por el agujero de la casucha–. Era sólo un ciervo.

» Pero buenas noticias: ahora tenemos qué comer.

Bajo Terra [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora