Capítulo 17.

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—Hey, cara agujereada, ¿quieres jugo de naranja?

Naruto miró mal a Murasaki, que le extendía una cajita con jugo de naranja. Refunfuñando, aceptó el jugo y tomó un sorbo.

Ya estaban en Japón, en el aeropuerto, específicamente, esperando a que Itachi los pasara a buscar en el auto.

Naruto estaba sentado en una de las mesas de la cafetería del aeropuerto, y Murasaki se sentó a su lado.

—¿Y Sasuke? —preguntó Naruto.

—Está comprando un café.

Murasaki sacó unas galletitas saladas de su mochila, abrió el envase, sacó unas cuantas y se las echó a la boca —todas al mismo tiempo—. Le ofreció a Naruto, que aceptó gustoso.

—Chicos vamos —llegó Sasuke—, Itachi nos está esperando afuera.

Cada uno arrastró su maleta hacia fuera del aeropuerto, dónde Itachi los esperaba en un Audi A3 Sedan negro; Naruto no pudo evitar soltar un silbido.

—Bien —habló Itachi, recargándose orgulloso contra su espectacular vehículo—. ¿Dónde tenemos que ir?

—¡A mi casita, con Hi-chan! —gritó Murasaki moviendo energéticamente sus manos en el aire.

—¿Es necesario decirlo? —preguntó Sasuke comenzando a meter las maletas en el portaequipaje.

Naruto se quedó callado. Él realmente no tenía a un lugar dónde ir. Si tenía casa, obviamente, pero no un hogar al cual regresar todas las noches dónde alguien le esperaría con un plato de comida caliente. Él sólo regresaba a una casa tan fría como la noche sin ni un alma rondando por ahí.

—Yo... yo creo que puedo irme caminando —dijo Naruto en voz baja.

Todos se quedaron en silencio y giraron a ver al rubio, al cual se le había borrado la sonrisa del rostro. Realmente le daba algo de vergüenza.

—¿De qué hablas? —Murasaki avanzó hacia su amigo y lo tomó de las manos— ¿No quieres venir con nosotros?

—No es eso... —negó. E intentó buscar las palabras para explicar, o buenas palabras para decir una mentira suave, pero no encontró, por lo que sólo se quedó callado.

Itachi frunció el ceño, sin embargo decidió no preguntarle nada a Naruto y complacerle.

—De acuerdo, Sasuke, Murasaki, despídanse.

***

Narusasu graznó y Murasaki pensó en desplumarlo y echarlo a la olla de agua caliente. Suspiró y frunció el ceño sin dejar de pensar en el por qué Naruto no había querido que lo fueran a dejar a su casa.

Una brillante idea vino a su cabeza como una flecha, ¡la chica de los piercings!

—¡Hi-chan, voy a salir!

—¡De acuerdo, no dejes que te rapten ni te atropellen!

—¡Bien!

—¡Ni tampoco robes!

—Ouu...

Murasaki salió de su casa y comenzó a caminar hacia el centro comercial con prisa, pero sin comenzar a correr o trotar. Entró al local dónde acompañó a Naruto a hacerse un piercing, y pidió a los cielos para que la chica estuviera ahí, pues le daba un poco de miedo estar en ese lugar sola.

Cuando entró, el ambiente cambió totalmente, con sólo cruzar el marco de la puerta sentías que te separabas del centro comercial para empezar a estar en un lugar de «chicos malos». La música rock sonaba relajando a los fans de éste género, y a ella no le molestaba en lo absoluto. Caminó hasta lo que supuso que era el encargado del lugar y con voz tímida le habló.

Amor de Otoño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora