Capítulo 19 | Una segunda oportunidad | Narra Guillermo

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¡Hola mis querid@s lector@s! He vuelto, ¡sí, al fin! Perdón por haber estado tan desaparecida durante un mes, pero necesitaba tiempo para desconectar de todo. Aquí os dejo un nuevo capítulo del fic para los que aún estáis interesados en leerlo (ya solo quedan dos capítulos más además de este para el final). Un besito enorme

PD: al final del capítulo hay lemon, si no os gusta este tipo de escritos podéis dejar de leer a partir de los asteriscos que hay en una parte del capítulo. A los que si os guste el lemon, espero que lo disfrutéis mucho (no habría sido posible sin la ayuda de mi querida nosoyelizabeth (en tumblr :v) – es una experta en estos temas e.e –)



En algún momento, entre todas esas caricias y besos, debimos de quedarnos dormidos. Desperté junto a él, con nuestras piernas entrelazadas. El simple roce de nuestra piel me hacía sentir vivo y tener sus piernas encadenadas a las mías me hacía sentirlo completamente mío. Al fin lo tenía a mi lado y podía disfrutar de aquellas vistas tan magníficas al despertar. Se le veía tan tranquilo... tan relajado. Sentía como si me hubiese teletransportado años atrás, cuando este era mi día a día, despertarme al lado de la persona más bella y perfecta que conocía.

No os voy a engañar, cuando anoche me pidió que me detuviese entré en pánico. Pensé que me echaría de casa, o peor aún, de su vida. Pero no, me permitió dormir junto a él toda la noche, lo que fue simplemente perfecto. No hizo falta sexo para demostrar que el amor que sentíamos el uno por el otro seguía intacto. Cada gesto, cada caricia, eran un pequeño símbolo de nuestra unión.

Samuel abrió los ojos poco a poco. Me miró ojiplático, no paraba de parpadear, era como si creyese que yo no era más que una ilusión. Acercó una de sus manos a mí y me tocó despacio, como si tuviese miedo de... ¿atravesarme? Todo era muy extraño, aquella reacción de Samuel era la que menos me podía esperar. Tras asegurarse de que yo era de carne y hueso, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin control.

— ¿Qué te pasa mi amor? ¿Por qué lloras? — le pregunté preocupado, puesto que el llanto cada vez iba a más.

— N-nada — balbuceó a duras penas, intentando contener las lágrimas. Se secó las mismas con una esquina de la sábana que tapaba nuestra desnudez. — ¿Qué... qué te parece si desayunamos algo?

— Mmm... suena bien, ¿qué me vas a ofrecer? — le pregunté, intentando que se animase ligeramente.

— Pues... ahora que lo pienso, puede que no quede nada en la cocina que sea comestible. Quizás haya algo caducado... — me dijo medio avergonzado. Me rompía el corazón saber que Vegetta había estado viviendo así, entre ropa sin lavar y comida caducada durante todos esos años.

— ¡No lo puedo creer! Pues, ¿sabes qué? Nos vamos a desayunar fuera y luego hacemos la compra — me intenté mostrar lo más alegre que pude, al fin y al cabo, lo único que quería era que él sonriese al menos un poco.

— Me parece buen plan. Ahora si me disculpas, iré a ducharme — estaba un poquito cortante... o quizás solo estaba nervioso.

— Y... ¿por qué no nos duchamos juntos? — le insinué.

— Yo... no estoy preparado aún para eso — pobrecito... le había puesto en un aprieto horrible.

— Está bien, está bien. Aquí te espero cielo — me respondió con una preciosa sonrisa y puso rumbo al cuarto de baño, tapándose sus partes nobles tan solo con sus manos.

Cuando me aseguré de que Samuel ya se había metido a la ducha (podía escuchar como tarareaba algunas de sus canciones favoritas de Marc Anthony) cogí su portátil y lo encendí. Efectivamente, la contraseña seguía siendo la misma que yo recordaba: la fecha en la que nos conocimos. Entré rápidamente al navegador e hice la reserva que tenía en mente desde ayer: dos billetes de avión a Las Vegas y una habitación en el hotel Bellagio que tanto nos gustaba y tan buenos recuerdos nuestros escondía entre sus paredes. Una vez realizada la reserva y compra de los billetes, apagué de nuevo la laptop, asegurándome de que todo volvía a estar en el meticuloso orden Vegettil.

Mi Ángel De La Guarda | Fanfic WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora