Esta vez desperté sobre una cama, con el olor a desinfectante y alcohol a mí alrededor. Moví mis manos un poco y me queje suavemente, tenía un catéter puesto.
Suspirando abrí mis ojos y mire alrededor, cuando me topé con dos niños acostados en diferentes sofás los observe más detenidamente.
La niña era delgada, con el cabello tan negro como el azabache que incluso parecía que se veía azul, este le llegaba a los codos, vestía unos simples pantalones y estaba cubierta por una manta, al ver su rostro note sus ojos hinchados, como si huera estado llorando.
Me senté un poco en la cama y me moví para tomar un vaso de agua a mi lado y mire al niño. Este era delgado y largo, su cabello era de color arena oscura, me daba la espada. Él estaba tapado con una chaqueta de hombre y dormía, baje por su cuerpo hasta sus zapatillas y me tense. Las zapatillas eran de diferentes colores, verde, azul y negra.
—Como si le hubiera caído pintura—murmure recordando a mi hijo.
Sentí un estremecimiento al darme cuenta de lo que pasaba, mis dedos se sintieron torpes y el vaso resbalo estrellándose contra el suelo. Ambos niños saltaron por el sonido y la puerta se abrió rápidamente, por fuera note que la luz era más intensa, casi cegadora y cerré los ojos, lleve mis manos a ellos para protegerlos.
—Mamá—dijo Feña llegando a mi lado, no me moví.
Mantuve mi rostro oculto, podía sentir las lágrimas salir de mis ojos y no sabía si de pena o de alegría, no sabía si quería reír por mi torpeza o llorar por este milagro.
—Cariño—dijo Erick, una mano pequeña tomó las mías y las deje moverlas.
Mi hijo apareció delante de mí.
Sonreí mientras lloraba.
Lentamente toque su rostro aristócrata, su nariz recta y el contorno de sus ojos verdes claros, mi hijo será un hombre muy guapo, pensé.
—Mamá—me llamó él y miro a Erick, se veía asustado. Tomé sus hombros y lo atraje hacia mi para abrazarlo.
—Eres muy guapo—le dije riéndome torpemente.
Pude ver a Erick intercambiar una mirada con un hombre a su lado, este vestía una bata blanca, un doctor. Mi hijo se empujo lejos de mí.
—Puedes verme—dijo sorprendido, asentí. Mire a Marcia y luego a Erick.
Pase por una serie de exámenes, pruebas y conteste miles de preguntas de varios doctores, luego de casi todo el día estaba de regreso en mi habitación, sentada en la camilla mirando a un medico demasiado anciano.
—Entonces nunca te hiciste ninguna prueba luego del ataque—pregunto él, negué y mire a mi hijo, luego a Marcia y por último a Erick regrese a él.
Había pasado todo el día mirándolos lo más que podía, tenía la urgencia de gravarme cada detalle de sus facciones, cada diferencia, lo que los hacía ser ellos. Si llegaba a pasar, si volví a quedarme en la oscuridad, quería tener algo dentro de mi memoria, no solo un bebe de días de nacido.
—No era mi prioridad—le dije al médico, me encogí de hombros—tampoco tenía dinero así que ni siquiera lo pensé, luego simplemente había estado muy ocupada y ya no me importo.
—Ya veo—él suspiro—bien, debo decirle que probablemente solo tenía una leve contusión en su cabeza que causo la ceguera. Lo que paso, al parecer, es que con el otro golpe—lo mire—la contusión desapareció.
—Quiere decir que pude haber recuperado la vista hace mucho tiempo—asintió—y qué pasa ahora.
—Solo tómese las cosas con calma, use lentes oscuros en lugares donde la luz sea intensa, realizaremos exámenes periódicos para ver sus lesiones—punto mi cabeza con una mano temblorosa—y evite los golpes en su cabeza.
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Aun dentro de la Oscuridad
RomanceHistoria romántico y erótica "No importa vivir en la oscuridad. Eso es lo que piensa Samanta, una famosa escritora ciega, madre soltera y mujer independiente. Tampoco le importaría conocer más a su vecino policía o a su tímida hija. Lo que en verdad...