Prólogo

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Me encontraba en una habitación, figuraba ser ruinas de alguna torre con inmensas escaleras en donde la luz de luna era lo único que penetraba en la obscuridad de la estancia, en esa noche; dos personas me sujetaban de una manera firme, mientras trataban de amordazarme con un pañuelo en el piso de la habitación, yo utilice todas las fuerzas que encontraba para liberarme de esa situación.

Pero de un momento a otro, abrí mis ojos y pude percatarme de que me encontraba en mi propia habitación, una casa pequeña no muy lujosa en un lugar muy acaudalado en Londres.

–Todo era un sueño- Me dije a mi misma reconfortándome de aquella pesadilla que tuve sobre una especie de rapto a las afueras de la ciudad. Por desgracia la grandiosa ciudad de Londres se encontraba en situación de guerra y como consecuencia se creaba un completo caos.

Aquí en Londres, se había vuelto complicado vivir; correr de un extremo a otro una y otra vez, de la escuela a clase de lenguas, de clase a casa a realizar deberes para el día siguiente, dormir pocas horas, utilizar los congestionados transportes de Londres, una vida de cansancio, siempre viviendo a toda prisa.

Las manecillas del reloj no se detenían en espera de alguien, ellas solo cumplían con su función; seguir avanzando.

Al percatarme de esto; me levante de la cama en la que estaba, bajando los dos pies en aquel piso de madera. De alguna extraña forma, logra que entre en un inusual sentimiento de nostalgia; me retire rápidamente ese pensamiento de mi mente y me dirigí a mi armario para colocarme el uniforme del colegio para señoritas Santa Mónica.

Tan rápido como me era posible desayune algo ligero y salí de ahí a toda prisa, antes de que mi retraso me causara alguna sanción en mi primera clase.

Eran aproximadamente las siete u ocho de la noche, lo cual explicaría el porque yo asisto a clases nocturnas. En estos tiempos de guerra, me parece mejor idea salir de noche que es cuando menos problemas del ejercito hay en esta ciudad.

El toque de queda se ha dado hace unas horas atrás, pero hay personas que como yo, tenemos permiso de salir de noche, bajo el resguardo de los mismos soldados. Es cuando se nos permite dejar el ajetreo de los trabajadores en las calles y solo nos quedamos contemplando el hermoso resplandor azul que nos otorgan los faroles, que sin falta, iluminaban las calles cada noche a pesar de su profunda la obscuridad y su quietud tan apacible.

Las crónicas de Narnia y el enigma del tiempo - [discontinued]Where stories live. Discover now