cuarenta y nueve.

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NOTA:

Sé que el capítulo anterior fue confuso para ustedes, pero lo escribí pensando que entenderían que ya, en la historia, había transcurrido un poco de tiempo.

(Escuchen la canción que puse con el capítulo, por favor) 


Claire empezó a ponerse extraña días después de que su padre finalmente aceptó su renuncia. Ella se encerraba en la habitación de huéspedes perteneciente al departamento que los dos habíamos comprado cuatro meses antes para la boda. Sí, faltaban cuatro meses para la boda y comprendía que con los planes que se estaban haciendo ella podía estar estresada o quizá sentirse presionada en demasía cuando era solamente un presentimiento por la tensión que un matrimonio embarcaba. Yo quería que cada detalle estuviera presente, que todo fuese perfecto para ambos y que nuestros invitados recordaran nuestra felicidad y sonrisas aquel día en un futuro. Sin embargo, ya casi ni la veía debido a sus excusas por estar lejos de mí. Y la intención de descubrir que estaba planeando me iba a llevar lejos, porque era consciente de que a Claire no le gustaba que metiera mis narices en sus cosas privadas.

— ¡Tranquilo, Harry! —El profesor Barnes me dijo, tratando de calmarme. El cigarrillo que posaba entre sus dedos tambaleó un poco antes de que él fumara más y aflojara el humo, permitiéndole salir de sus labios—. Probablemente te prepara una sorpresa antes del gran día. Mira, una vez a mi esposa le sucedió lo mismo; se alejó de mí por unas semanas y resultó que me tenía un regalo.

Tiré la colilla del cigarrillo al piso, dándole unos golpecitos a éste.

—Lo que pasa, profesor Barnes, es que no sé si ella se está alejando sólo de mí o de todos—le confesé, preocupado.

Bajé la mirada y sentí la suya por sobre mí, reflexionando acerca de lo dicho.

—Escucha. Sé que Claire no sería capaz de engañarte o traicionarte, y también sé que no sería capaz de cancelar la boda porque la última vez que se encontró con mi esposa no dejaba de hablar de ello.

Suspiré, encogiendo levemente mis hombros.

—Oh, profesor Barnes—Observé el humo escapando de mi boca—. Yo también lo sé. Claire no cancelará la boda, ni me está engañando porque la conozco y sé que no es nada de eso, y aquella es la razón por la que estoy preocupado. No sé qué es lo que le ocurre.

— ¿Ya le has preguntado? —cuestionó, frunciendo el ceño ante la situación por la que cruzaba.

Asentí, ya acabando el cigarrillo y dejándolo caer a la acera.

—Me evade.

— ¿No estará embarazada? —él preguntó.

Reí ligeramente.

—No, me lo hubiese dicho.

Después de la charla con el profesor Barnes en el estacionamiento de la escuela, regresé al departamento. La oscuridad me recibió con los brazos abiertos y tuve que encender las luces para hacerla desaparecer, porque no estaba Claire esperándome ni sonriéndome o abriendo la puerta segundos antes de que yo lo hiciera. Claire ya no me esperaba y me dolía. Si es que a ella aquellas acciones le hacían sentirse mejor, pues a mí me dolían. Me dolía cómo se sentía mejor estando lejos de mí.

La cama estaba intacta, la cocina estaba intacta, el ropero de Claire estaba intacto. Todo estaba intacto. Ni siquiera me permitía besarla, parecía que ya no vivía aquí más y que yo ya no era su prometido. Me hacía sentir que me había abandonado o que yo le había hecho algo a ella para que se alejara de esta forma.

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