La señorita Kida James, vive en el Wandsworth, Londres de 1880. Es una joven inteligente y valiente, que disfruta de la literatura y la pintura. Ha pasado su vida comunicándose con quienes ama y tiene lejos, a través de cartas.
Sin embargo...
Bajé de la colina con precaución, no había comido nada en todo el día, y eso me tenía un poco mareada. Zachary y Najib estaban sentados con las piernas colgando al vacío; para mi sorpresa, ambos tenían una sonrisa en el rostro mientras hablaban, incluso escuché una carcajada de Zachary. Eso era nuevo.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunté.
Zac volteó y me extendió su mano. —Ven aquí, preciosa, ¿todo bien?
—Sí, todo está mejor que nunca —sonreí y me senté junto a ellos—, así que ¿de qué se ríen?
—Solo le contaba un poco del viaje a Najib —respondió Zac—, y extrañamente me ha preguntado por Marie, y yo me pregunto quién le habrá hablado de ella.
—Es una pregunta interesante —opiné, los tres sonreímos.
Najib nos dijo que era mejor pasar la noche en esa ladera, para no arriesgarnos a que cayera la noche en la selva. Estuvimos de acuerdo. Así que encendimos una pequeña fogata para calentar las provisiones que traíamos, los tres necesitábamos comer.
Pasamos la tarde contando historias, riendo, disfrutando el momento. El lugar y la compañía eran perfectos; yo me encontraba entre los brazos de Zac, él y Najib habían hecho amistad, más de lo que yo había notado, todos esos días de viaje, habían conversado en más de una ocasión, así que se llevaban bastante bien.
Cuando la tarde comenzaba a caer, Najib nos guio hacia una escalera de piedras, descendiéndola encontramos un pequeño lago de agua cristalina. Con una cascada de fondo.
Dejamos algunas de nuestras cosas a un lado y nos quitamos algunas prendas, entonces los tres nos paramos en la orilla. Los tres nos miramos, y como si estuviésemos sincronizados, saltamos al lago.
El agua se sentía maravillosa, como una cura para la piel y el alma. Por fin podía limpiarme mejor y no solo con pañuelos. Debía oler terrible con tantos días de mugre y sudor. Zachary y Najib nadaron hacia la cascada.
Mientras, yo me quedé de pie en el agua, admirando el atardecer, era el cielo y la tierra uniéndose en una flama naranja, magnífica.
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Salimos del agua cuando oscureció. El cielo se hallaba inundado hasta más no poder de estrellas, era tal el brillo que nos sentíamos iluminados. Aquella vista me hizo pensar de nuevo en casa, y cuanto extrañaba mi hogar.
Y es que una casa es el simple lugar donde vives, pero cuando uno tiene un hogar, entonces está la diferencia. Un hogar es donde sientes que tienes una familia, un refugio, un sitio al que anhelas volver cuando te vas, un espacio que amas y al que perteneces.
