Capitulo I "La misteriosa Reliquia del Cielo"

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Susan

Cuando era niña y llegó mi undécimo cumpleaños noté que empezaron unas angustiosas molestias de dolor en mi espalda. Una sensación realmente desagradable que cada cumpleaños se hacía más intensa; pero siempre lo ignoraba por el desconocimiento de su origen. Por otro lado, también tenía sueños abstractos que jamás supe interpretar, hasta que descubrí una «habilidad» que me dio ese privilegio. La pintura.

La mayoría de mis sueños trataban de seres sobrenaturales, no estaba segura de qué clase de criaturas eran, pero aun así, seguía pintándolos. También había escrituras de idiomas muertos e imágenes de dolor y angustia. Los sueños de por sí eran indescifrables, por lo tanto, eso despertaba más en mí el deseo de querer saber qué significaban todas esas escenas paranormales que veía en mis sueños, sobre todo los más terroríficos. — ¡Eso es imposible! —, solía decirme Sammel, mi hermano menor, cuando le dije que me apetecía reflejar mis sueños en algo que me diera la oportunidad de comprenderlos y saber a dónde me llevaban. Jamás obtuve resultados.

Hasta que un día descubrí mi habilidad, y no hablaba específicamente de la pintura. Era de noche y de nuevo había despertado de un sueño extraño. A partir de ese momento, fue costumbre despertarme perturbada después de tener un «sueño tenebroso», así los llamé por un tiempo. Fuese cual fuese la hora, siempre me levantaba de un impulso, y sin poder ver mis movimientos y sin la consciencia completa de la realidad, me ponía de pie como sonámbula y buscaba la forma de pintar fragmentos de ese sueño que tuve minutos antes de despertar.

Desde los onces años intuí que cada sueño que concebía me decía algo, algo que según su dificultad de revelación debía pintar por varias noches hasta obtener una imagen concisa y que me revelara por completo el sueño. Nunca entendí mi ceguera cuando me levantaba a pintar, y mis padres tampoco lo entendían, ellos solo sabían que me despertaba por la madrugada, ciega y con unas envolventes ganas de pintar lo que había soñado, a veces estaba consciente, y a veces despertaba con un montón de dibujos a mi alrededor que jamás recordaba haber pintado.

Un día, desperté por el sonido que mi madre hacía al mover las cazuelas en la cocina, me levanté y admiré claramente la pintura que estaba plasmada en un lienzo frente a mi cama, que por supuesto, no recordaba haber pintado. Exhibía en varios tonos de color: luces similares a un asteroide en el universo; que mientras más y más días transcurrían en mi vida, más lo perfeccionaba por las noches, hasta obtener el resultado de la imagen. Lo más extraño era que muchas de esas veces nos las recordé.

—No recuerdo con exactitud haberme parado hacer esto —me decía a mí misma todo el tiempo que me despertaba, y veía el lienzo frente a mi cama.

Pasaron varias noches y cuando por fin culminé aquella pintura de supuestos asteroides, supe que el lienzo en realidad mostraba criaturas celestiales, quizás «ángeles»: De largas alas, una luz rodeándolos y unos hermosos ojos por donde emanaba una luz brillante, literalmente tenían luz fluorescente en ellos. Estos seres los pinté durante mucho tiempo, un tiempo determinado que me hizo descubrí que ellos descendían desde un cielo oscuro y estrellado.

En aquellos continuos sueños residía un joven, que al parecer cuidaba de mí, «o no». Siempre que soñaba lo recordaba ubicado detrás de los altos y frondosos árboles. No podía ver su rostro, excepto el par de hermosas y blancas alas que cubrían un resplandor que yacía en sus manos.

...

—Hola Sue —dijo alguien al entrar a mi habitación, era Albert, mi padre—. ¿Qué haces cariño? —preguntó él con ternura mientras me sonreía. Todavía estaba pequeña, pero mi don ya se estaba empezando a manifestar.

Ángeles Caídos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora