Hora ocho:

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- ¿Qué encontraste? -pregunto tomando asiento rápidamente a su lado-.

- Están en New York..., cerca de su hogar -responde-.

- ¿Cerca? -pregunto con el ceño fruncido-.

- Así mismo es señor -responde-, este punto rojo, los indica a ellos -dice señalando la pantalla de la computadora-, se están moviendo a alguna parte.

- Brooks, tenemos que irnos -ordeno-.

- Si señor -responde-.

Me acomodo bien en el asiento y tomo uno de los audífonos y me lo coloco cuando Brooks enciende el motor del helicóptero.

El helicóptero comienza a elevarse y con un mal sabor en la boca, comienzo a preguntarme ¿qué es lo que he hecho para merecerme esto?

Todos en el helicóptero están en silencio; cada uno sumergidos en sus propios pensamientos.

Siento una mano en mi hombro y giro mi rostro hacia la misma. Es Gustavo.

- ¿Qué? -pregunto-.

- Tranquilo -dice levantando las manos en forma de redención-, solo quiero hablar.

Asiento y Gustavo se sienta a mi lado.

- ¿Hay alguna manera de que solo me escuches tú y no los demás? -pregunta-.

- Si -respondo-. Brooks, desconecta los auriculares del uno al cuatro, tengo que hablar algo con Gustavo.

- Si señor -responde por el auricular-.

- ¿No nos escucharán? -pregunta Gustavo-, es decir..., si no tienen ningún...

- Si están desconectados no pueden escucharnos Gustavo -lo interrumpo-, ahora, ¿qué sucede?

- ¿Cómo está Annie? -pregunta luego de un largo suspiro-.

- Mal -digo en un gran suspiro-, está con ellos, mientras esté con ellos está mal.

- ¿Lograron localizarlos?

- De milagro sí -respondo-.

- ¿Y cuáles son tus planes? Para, ya sabes, cuando los encuentres -dice encogiéndose de hombros-.

- ¿No estarás de su parte verdad? -le pregunto frunciendo el ceño-.

- No no no -dice abriendo los ojos como platos-, para nada Derek.

- Eso espero -digo en un susurro-, sabes que no saldrás de esta si te involucras con ellos -digo fulminándolo con la mirada-.

- Espero que los niños estén bien..., son muy bonitos -dice esquivando mi comentario anterior-.

- Lo sé -respondo-, yo también espero que estén bien -digo con la voz ronca-.

- Oye Derek..., lamento mucho lo que hice...

- ¿Cuál de todas las cosas? -digo mirándolo directamente a los ojos-.

- Por todo, en realidad..., por mi está pasando todo esto y..., discúlpame, por favor.

Suspiro fuertemente. ¿Debería perdonarlo?

- No lo sé Gustavo, ¿crees que se me hizo fácil salir adelante sin tu ayuda? Es decir, nunca estuviste conmigo, ni siquiera cuando fundé mi empresa, no estuviste en mi boda, ni siquiera cuando mis hijos nacieron..., ¿crees que te mereces mi perdón? -pregunto frunciendo el ceño-, yo creo que no.

- Sé que ya eres adulto Derek, pero al menos debes respetarme, soy tu padre y lo seguiré siendo lo quieras o no -dice subiendo su tono de voz-, merezco respeto.

- Claro, ¿para qué? -pregunto ya cabreado-, ¿para creer que podré olvidar todo lo que hiciste? ¿Qué me abandonaste? ¿Que por tu culpa mi madre murió? -grito con un nudo en la garganta provocando que las miradas escondidas de los demás se posen en nosotros-, si es lo que quieres..., no puedo hacerlo -digo en un susurro-, ya es tarde para perdonarte.

- Lo siento Derek..., no quería molestarte -dice levantándose de mi lado-, me iré a mi lugar.

Suspiro. ¿Cómo podría perdonarle yo los errores del pasado? Por su culpa estoy aquí. No puedo. Simplemente no puedo perdonarlo.

Es increíble cómo los errores del pasado nos sorprenden, y nos vuelven a sorprender en el presente.

Me levanto de mi asiento y me dirijo a la cabina en la cual se encuentra Brooks para decirle que ya puede conectar los auriculares, él asiente y yo vuelvo a mi asiento. Vuelvo a suspirar. Me cruzo de brazos y cierro los ojos tratando de tranquilizarme.

- Melanie búscame una copa de champaña por favor -le ordeno por el auricular mientras miro por la ventana-.

- Si señor -responde ella-.

Pude ver un leve movimiento en los asientos traseros, lo que me hace pensar que Melanie se ha levantado a buscar mi copa.

La vida desde aquí arriba se ve mucho más tranquila. Los árboles se ven en perfectas condiciones, los animales que apenas puedo ver, se ven muy pasivos..., pero todo cambia una vez estás allá abajo. Todo es diferente.

Incluyendo mi vida.

- Señor, aquí tiene -dice Melanie tendiéndome una copa-.

- Gracias -respondo tomando la copa-.

- De nada señor, ¿algo más?

- Es todo.

Melanie vuelve a su asiento y yo solo trato de refrescarme un poco con el champaña.

Veinticuatro Horas (Trilogía EDMJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora