Hilos del destino

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Una débil luz proveniente de unas tiras de neón iluminaba un pequeño apartamento localizado en un alto edificio. Las tiras se encontraban detrás de algunos muebles, dando la ilusión de resplandor. Esta suave luz de color azul se sincronizaba con el ambiente natural de Cybertron. Su planeta carecía de sol, por lo que estar en ese lugar daba la sensación de pasar una noche eterna en un ambiente futurista.

El flashazo de una luz blanca e intensa interrumpía el ambiente pacífico del lugar. Era un pequeño vidrio con corte circular incrustado en el suelo, y su luz proyectaba una serie de hologramas referentes a los sucesos más destacados de interés cybertroniano.

En noticias intergalácticas:
Optimus Prime, quien no sólo es el héroe del momento, sino el embajador oficial de Cybertron en la Tierra, desmintió las declaraciones sobre supuestos experimentos de hibridación por parte de la compañía Sumdac.

—Estamos haciendo todo lo posible para aclarar este asunto. —Se oyó la voz de Optimus, a la vez que se mostraba en el holograma con varios micrófonos sobre su cara.

Un robot azulado procedió a detener la transmisión y levantarse del sofá donde se encontraba sentado, con una copa de aceite medio llena. Bueno, medio vacía para él. Se dirigió hacia la puerta que daba a su balcón y esta se abrió en automático. El Autobot se recargó de frente, apoyando sus brazos sobre el barandal y empezó a contemplar su alrededor.

Metroplex se había convertido en un lugar tan pacifico luego de que el líder Decepticon fuera derrotado. Tanto Autobots como robots neutrales podían llevar a cabo su sesión de recarga sin preocupaciones; aun así, parecía que él era el único robot en todo Cybertron con problemas para hacerlo. Y cómo no, si el pobre Autobot tenía tatuada una gran carga de sentimientos en su chispa. Le era imposible borrarla, sin importar cuánto tratara, porque la consecuencia era su mayor tesoro.

—¿Papi? —Escuchó la voz de un niño desde atrás, de su niño, sacándolo de sus pensamientos.

—Swiftshift —El Autobot mencionó en tono suave, pero pausado para su ser, y volteó a ambos lados antes de empujarlo con gentileza dentro del apartamento. Cerró la puerta del balcón de forma manual y con seguro, para después dar media vuelta y arrodillarse frente a su destello, acariciando su mejilla—, ¿qué estás haciendo despierto? Deberías estar en recarga.

El pequeño bostezó mientras tallaba uno de sus ópticos.

—Lo sé, pero hay alguien en la puerta.

El robot azul sintió cómo su chispa empezó a latir con locura en señal de susto. Era tarde para una visita, no que la pequeña familia tuviera muchas, pero ya era muy tarde para recibir alguna.

—Cariño, ve a tu cuarto, cierra la puerta y no salgas. —El mayor le dijo.

El pequeño asintió e hizo lo que su padre le encomendó.

El robot adulto se puso de pie, dejando la copa aún con aceite sobre la mesa. Se dirigió al panel, localizado a un lado de la puerta principal, conectado a una pequeña cámara con la que podía ver quién era el visitante nocturno. Haber servido en la Guardia Elite tenía claras ventajas, no todos los robots tenían tal dispositivo en sus hogares.

El Autobot dejó salir un suspiro de alivio al ver de quién se trataba.

—Jazz.

El cybertroniano tecleó sobre el panel, dándole acceso al ninja. Este entró sonriente al apartamento.

—Hey, Blurr. ¿Se encuentran bien? —dijo el visitante.

Blurr dio una cálida sonrisa a su amigo.

Lo que me dejóWhere stories live. Discover now