Cap. 13 La guerrera y el asesino

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-¿Qué quieres pedir, Erza? -preguntó viendo el menú de pasteles junto a la peliroja.
-Yo quiero una rebanada de pastel de fresa y crema -respondió.
Jellal sonrió y llamó a la mesera para que tomase su orden, y dicho esto, aquella chica regresó más tarde con el pedido de ambos y dos tazas de café con crema.
-Delicioso, como siempre -dijo ella.
-Y deberías probar el pastel de chocolate, es aún mejor.
-¿En serio? -preguntó con brillo en los ojos y alzó la mano para llamar a la mesera, a lo que esta se acercó-, deme una rebanada de pastel de chocolate.
-¡Erza, realmente lo pediste! -exclamó el peliazul- nunca dejas de sorprenderme.
-Es porqué soy realmente genial -respondió orgullosa.
Hubo un silencio, que pronto se volvió incómodo.
-Erza... -murmuró él.
Ella se puso alerta y le miró.
-Prometeme que jamás, jamás vas a alejarte de mí.
Ella sintió que su corazón latía con fuerza al escucharlo, a qué se refería, no lo sabía, pero asintió con una sonrisa en su rostro, sin preguntar por ello.
La chica llegó con el pastel de chocolate, comieron y salieron a las calles de la ciudad.
-¿Volverás a visitarme algún día? -Pensaba volver mañana -respondió.
-Jellal, sabes, habrá un baile en honor a la fundación de Ágata, y me permiten invitar a alguien -dijo Erza-. Tú serías perfecto.
Él sintió el rubor subir por sus mejillas.
-¿Yo? Ni siquiera se bailar -dijo nervioso.
-No te pido que bailes, sólo quiero que estés ahí -Erza sonrió cálidamente.
-¿Cuándo será?
-En dos semanas, a las 8 en punto, te veré en el castillo -dijo ella.
-¿Sin invitación? -cuestionó nervioso.
-Ve mañana al castillo, allá te la daré -respondió ella-. De todas maneras les informaré a los guardias sobre ti.
Jellal asintió con un movimiento de cabeza y acompañó a la peliroja al castillo, luego caminó con dirección a la posada donde se hospedaba.

Habían pasado unos días desde el incidente con Natsu y Romeo, y desde ese día, Wendy no volvió a ser la misma.
Ese día, cuándo él se encontraba herido, Wendy descubrió el enorme poder que tenía, y con ello, logró sanar sus heridas. Al principio tuvo miedo, y a penas podía verse a la cara, pero no quedó más opción que aceptar su verdadera naturaleza, pero si con ese don podía proteger a los que ama, entoces no tenia nada que temer.

-¿Qué día es hoy? -preguntó la pequeña peliazul.
-2 de Noviembre, Wendy -respondió Romeo de buena gana mientras terminaba de secar los trastes del almuerzo.
-¡¿2 de noviembre?! -exclamó Wendy-. Rayos, en 10 días será el baile por la fundación de Ágata.
-¿Y cuál es el problema?.
-Que no estaré ahí -dijo con la mirada baja llena de melancolía-. Ni siquiera se nada de mis hermanas o de papá, y duele tanto.
Al notar que la voz de Wendy empezaba a quebrarse, Romeo la abrazó con ternura y ella apoyo su rostro contra su pecho.
-Comprendes el por qué no puedo dejarte ir -murmuró Romeo-, por favor, no hagas que me sienta afligido.
-¿Tú eres Wendy, no? -cuestionó una voz masculina.
Ambos se separaron y se volvieron hacia donde la voz; era Natsu.
Romeo se puso en posición de pelea y Wendy a sus espaldas; para Romeo, Natsu se había convertido en un enemigo.
-Vengo en paz -espetó el pelirrojo-, sólo quiero hablar con Wendy.
-¿Y yo soy idiota como para creer eso? -cuestionó Romeo-. No dejaré que te acerques a ella.
-Tranquilo, mortal, que no puedo matar a tu asesina.
Romeo suspiró y de alguna manera, sonrió, le hizo una señal a Wendy indicando que todo estaba bien y ella se acercó.
-Vamos a los sillones -ordenó Romeo-, ahí será más cómodo.
Los tres se sentaron. Natsu en el sillón individual y Romeo juntó a Wendy, en el sillón más amplio.
-¿A qué ha venido, señor Natsu? -preguntó ella.
-Vengo para hablarte de Lucy -respondió serio.
Wendy tragó saliva y se irguió, el corazón le latía muy rápido y sentía las lágrimas salir con tan sólo escuchar el nombre de su hermana mayor.
-¿Lucy? -preguntó Romeo.
-Mi... hermana -tanto Wendy como su tono de voz parecían melancólicos y cortados.
-Seré firme e iré al punto -dijo Natsu-. Te llevaré a casa.
-¿Qué? -preguntó Romeo exaltado.
-No me interrumpas -respondió Natsu de mala gana-. Ella está muy triste porqué su hermanita no estará en el baile, y yo simplemente no puedo ver a Luce triste, así que he decidido que hoy, Wendy volverá al castillo.
-¡Sobre mi cadáver! -exclamó Romeo poniéndose de pie.
-¡Callate de una vez, Romeo! -gritó Wendy, con lágrimas y severo dolor en su rostro -, no eres el único al que esto afecta, ¿Alguna vez has pensado en realidad que yo extraño mi hogar? Yo también necesito a mi familia, y no me importaría que tu vinieras conmigo o que el mundo se enterase de toda esa basura de veganza y dioses, y no se que más -Wendy alzó la mirada y Romeo vio sus lágrimas con claridad, haciéndolo sentir como basura-. Yo... quiero volver con ellas, y si tú no quieres perderme, por favor, ven conmigo.
Romeo suspiró, trató de hablar pero no pudo. ¿Cuándo fue que ella se volvió tan fuerte?, ¿Cuándo fue que ella aprendió a secar sus propias lágrimas? No importa, simplemente, él estaba paralizado.
-¿Volver a la posada, eh? -cuestionó con una sonrisa divertida y a su vez, tristeza.
Natsu en cambio, permanecía en silencio.
-No le diré nada a nadie si tú no quieres -dijo ella.
-Al menos promete que puedo ir a visitarte.
-Las veces que quieras -respondió sonriendo.
-Déjame traer mi sueter y en seguida nos iremos -finalizó Romeo.
Pasaron unos minutos y después, Wendy iba en camino a casa.

-3 de la mañana y está mujer no llega -decía Gray, furioso, sentado en una banca.
-Lamento el retraso -dijo Juvia al llegar.
Gray sólo se puso de pie y le hizo señas para que lo siguiera, hasta el viejo parque casi en las afueras de la ciudad; un parque que no había sido usado desde que ella podía contar su edad con los dedos de la mano.
-¿Hiciste lo que te pedi? -preguntó él.
Juvia asintió.
-Muestrame lo que puedes hacer.
Ella, aún sin decir nada, se puso firme y las manos en posición de cruz.
-¡Water Slice! -gritó, y de sus manos salieron muchas navajas de agua.
Gray la miró sorprendido.
-No creí que avanzarás tan rápido -dijo orgulloso-, pero, mira tu mano.
Juvia miró su mano derecha y unas gotas de sangre chorreando de ahí. Se había cortado con su propio poder.
Ella hizo un puchero y como si fuese una niña, empezó a lloriquear.
-Ju-Juvia -dijo él-, ¿Estás bien? Sólo fue una cortadita.
Gray se acercó a ella y sostuvo su mano lastimada. Juvia lo miraba ruborizada.
-Mejor te llevaré a casa, y creo que las lecciones las cambiaremos para las 1 de la madrugada, así no estarás tan estropeada -dijo sonriendo y quitándose la chaqueta para cubría-. Por cierto, hace frío.
-Gray... pero, yo tengo algo que decirte -Gray volteó a verla.
-¿Sí?
Juvia se ruborizó aún más y prefirió callar, suerte que tenía un plan B.
Llegaron a ese lugarcito donde las chicas aprovechaban a salir si que nadie las viera, Gray le dio las buenas noches a la peliazul y se dio la vuelta.
-Gray, espera -exclamó ella y él se volvió-. Toma tu chaqueta.
-Gracias -dijo tomándola y volvió a voltearse, despidiéndose de ella a espaldas con un movimiento de mano.
Juvia lo vio alejarse y no pudo evitar suspirar.

Al llegar a su habitación, Gray se quitó la chaqueta y algo cayó de ella; una nota.
《Querido Gray, gracias por ayudarme con esto de la magia, pero quería invitarte al baile en honor a la fundación de Ágata, será el 12 de noviembre, en punto de las 8pm, espero no ser una molestia.
Juvia de Ágata. 》
-Esa niña tonta -murmuró para sí mismo, sonriendo.

Un ángel para cada demonio ©Where stories live. Discover now