Capítulo 59 -Las cosas no son lo que parecen-

1.7K 209 60
                                    

Atravieso la nube de niebla negra que proyecta la esfera y dejo atrás el lugar donde están recluidos Los Asfiuhs. Miro hacia un lado y veo a Bacrurus sostener la bola oscura que El Atesdurjhar usó para intentar liberar a sus hermanos.

—¿Listo? —pregunta el magnator mientras aprieta la mano y la esfera se empieza a agrietar.

—Espera —le digo, haciendo un gesto para que se detenga.

Bacrurus deja de presionar.

—¿Qué sucede? —suelta extrañado.

Me giro, observo la nube negra y contesto:

—Voy a liberar a alguien antes de que cerremos el portal. —Lo miro de reojo—. Seguro que ahí dentro les hará la vida imposible a Los Asfiuhs. —Media sonrisa se me marca en la cara—. Seguro que los cazará.

Mientras me concentro, mientras fuerzo la visión para saber hacia dónde debo lanzar los proyectiles, El Atesdurjhar grita y corre hacia nosotros. Quiere detener a Bacrurus.

—Date prisa, Vagalat —dice el magnator al mismo tiempo que arroja esferas de energía contra nuestro enemigo.

Aunque soy consciente de que tenemos que cerrar el portal cuanto antes, de que corremos mucho peligro al dejarlo abierto, no puedo detenerme, he de seguir escrutando la inmensidad de ese paraje infernal donde reinan los pecados del pasado. Debo liberar al ser de piel plateada, presiento que es muy importante.

—¡Vagalat! —brama Bacrurus—. ¡Acaba ya lo que estés haciendo!

«¿Dónde estás? —Muevo los ojos de izquierda a derecha—. No te veo... Ayúdame a encontrarte».

Noto que Dheasthe deja de deleitarse observando cómo sangra El Primigenio y se fija en Bacrurus.

—Malditos... —lo escucho mascullar.

El magnator suelta un bufido, se adelanta y frena con el antebrazo la garra del ser esquelético que ha estado a punto de clavárseme en la espalda. Oigo cómo el corazón de Bacrurus se acelera, escucho el castañeo de los dientes del ser oscuro y percibo el sonido que producen los pasos de Dheasthe.

—¡Vamos, Vagalat! —grita el magnator, protegiendo la esfera, poniendo detrás de la espalda la mano que la sujeta.

Sé que estamos en peligro, que arriesgo mucho, pero algo en mi interior me dice que debo correr ese riesgo, que debo liberar al ser de piel plateada.

«Ayúdame... Ese lugar es inmenso... —En la lejanía, aunque ha acabado ofuscada por la oscuridad, una tenue luz ha brillado un segundo—. ¡Eres tú!»

A la vez que una sonrisa se me marca en la cara, percibo la esencia del ser plateado; gran parte del brillo de su alma ha sido destruido por la tortura tan intensa a la que se ha visto sometido, tiene el ánima corroída y le llevará tiempo sanarla.

Elevo la mano, apunto hacia las cadenas, creo varios proyectiles carmesíes y los lanzo. Al mismo tiempo que escucho cómo los eslabones se quiebran, vuelvo a centrarme en nuestros enemigos.

Me doy la vuelta, doy forma a Dhagul y lanzo el filo contra El Atesdurjhar. Este retrocede y esquiva la estocada.

—¡Ahora! —bramo mientras se manifiestan Whutren y la manada.

—Por fin —suelta aliviado el magnator, antes de apretar la esfera y quebrarla.

Mientras el portal implota, a la vez que la densa nube oscura pierde densidad y empieza a desaparecer, escucho los gritos de rabia de Dheasthe y oigo dentro de mi mente la voz de ser de piel plateada:

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Where stories live. Discover now