Capítulo 17 -El primer encuentro-

4.1K 397 117
                                    

Chillo mientras noto cómo un latigazo de energía me recorre las entrañas. Exhausto, abro los ojos y compruebo que estoy en La Gladia, de pie, al lado de los restos de Gháutra. Me giro, observo a Doscientas Vidas y digo:

—Lo he herido, pero no he podido vencerlo.

Geberdeth, al ver cómo me tiemblan las piernas, se aproxima a mí y me sujeta los hombros.

—¿A quién has herido? —pregunta, extrañado.

—A Jiatrhán, al ser peludo, al que os convirtió en piedra y sacrificó a los niños de vuestro pueblo.

—Maldito engendro... —masculla.

—Sí, es un monstruo que debo ejecutar. —Miro a los ojos de mi compañero y le pregunto—: ¿Me apartaste de la ceniza? ¿Me levantaste?

—No, desapareciste en medio un estallido de luz dorada. —Hace una pausa—. Estaba preocupado, pero has regresado antes de que pudiera tocar los restos calcinados e ir a por ti. Nos has estado ausente más que unos instantes.

Siento cómo las piernas se fortalecen y digo:

—Junto con el de Ghoemew, ese poder diabólico me llevo ante Jiatrhán. —Camino alrededor de los restos calcinados—. No sé por qué, pero el tacto de ese ser peludo me vuelve débil. En nuestro primer encuentro me derrotó con facilidad, me dejó sin fuerzas y me convirtió en piedra. Cuando desperté en este mundo apenas podía respirar. —Después de que mi mente recree el sufrimiento que padecí, aseguro—: Creí que iba a morir.

—Pero no lo hiciste, tenías reservado otro destino.

—Eso parece —murmuro—. Debemos decirles a los nuestros que no toquen las cenizas. Las dejaremos aquí y cuando se descarguen las enterraremos o las esparciremos por el aire. Lo que creáis más apropiado según vuestras tradiciones.

Doscientas Vidas mira los restos y dice:

—Agua.

—¿Qué?

—Solemos quemar a los caídos y echamos las cenizas en el río Elerhd. Desde el cauce, los guiadores, los pequeños seres que sirven a Hermerut, al dios de las montañas, conducen al caído a Las Puertas de Acero.

—Entiendo. —Me quedo pensando en una posible solución y al no encontrar ninguna digo—: Estamos en medio del desierto y no creo que estemos cerca de ningún río. Dejemos para luego la decisión de qué hacemos para honrar a Gháutra.

Doscientas Vidas asiente.

—Después de que la energía se disipe buscaremos una forma de ayudarlo a cruzar Las Puertas de Acero. —Observa las cenizas con respeto—. Le ayudaremos a él y a los que han caído contra los soldados infernales.

Me mantengo en silencio unos segundos y señalo:

—Aunque lo traté poco, sé que Gháutra era una gran persona y un gran guerrero. Tomemos la ciudad en su nombre y en el de los que han caído hoy. —Doscientas Vidas mueve ligeramente la cabeza en señal de aprobación—. Aunque antes, vamos a hablar con el Gárdimo y Los Altos Señores. Les quiero mostrar el peso de las palabras de aquellos que no han tenido la oportunidad de obtener justicia, de los que han muerto por su culpa.

—Estoy deseando escucharlas —asegura y me mira buscando los síntomas de agotamiento que hasta hace unos instantes casi me impedían sostenerme en pie—. Vagalat, recuperas las fuerzas a una velocidad increíble —añade, sin poder ocultar cierta sorpresa.

Elevo la mano, la observo y siento cómo el cuerpo se vuelve más fuerte.

—Tienes razón, no solo cada vez tengo más poder, sino que además sano más rápido. —Bajo el brazo y contemplo los ojos castaños de mi compañero—. Aunque por más poderoso que me haga, no sería nada sin el apoyo de amigos como tú. Estoy agradecido de que nuestros caminos se hayan cruzado. Tú, Mukrah, Artrakrak, Hatgra y todos los demás sois buena gente. —Pienso en los monstruos que han arruinado nuestras vidas y sentencio—: Juntos acabaremos con nuestros enemigos y nos vengaremos.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Where stories live. Discover now