Capítulo 2: Evanida Varsovikh

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Mara permaneció agazapada en todo momento, manteniendo sus latidos al mínimo para confundir la percepción del desconocido quien, al parecer, era fuerte en el Lado Oscuro. Ella conocía a la perfección los sentimientos que lograba percibir en la mente de aquel hombre. La duda, el miedo, un dolor inexplicable del que no podía desembarazarse ni aunque quisiera... Todo ello era el combustible básico que hacía funcionar la maquinaria interna de un Lord Sith.

 Era lo que había vivido desde siempre y cuando el Emperador necesitó su ayuda para las peores fechorías como mano derecha, no pensó en ningún momento que hubiese felicidad procediendo de otra manera. Es una forma de vida a fin de cuentas, pensó la mujer incorporándose con lentitud para que el sujeto no se percatase de que había sido descubierto incluso antes de acercarse al refugio improvisado. Sin embargo, cometió un error terrible: aún no se fiaba de las espadas láser. Poseía más dominio de la situación empuñando un desintegrador que realizando estocadas con un sable luminoso. La maldad que porta el cañón de un desintegrador es más segura, más anónima. Una actitud residual persistente de su anterior vida de sicario.

Posó el cañón entre los omóplatos del hombre y triunfal, advirtió:

—Bien, mi querido amigo encapuchado. Las manos quietas —insistió en seguir presionando la espalda del desconocido para que se arrodillara en señal de rendición.

No sucedió nada. El hombre seguía adoptando una posición de alerta, a la defensiva. Alzó una mano y el desintegrador salió disparado de la mano de la joven, quien alarmada retrocedió accionando el filo esmeralda de su sable láser. No conocía a nadie, a excepción de Luke, que pudiese moldear un torrente de Fuerza tan poderoso como aquel que le había arrancado el arma sin darle tregua para resistirse.

El hombre volvió su rostro envuelto en sombras a la joven padawan. Su figura era un poco más alta que ella pero a Mara le parecía gigantesco debido al aura oscura que le proporcionaba la Fuerza en su estado más corrompido. Echó hacia atrás la capucha de su atavío para descubrir el rostro a la Jedi. Y lo que esta contempló contribuyó a su desconcierto: salvo por el pelo castaño y sus ojos llameantes, sintió que se encontraba de nuevo frente al clon maligno de Luke Skywalker. Mara tragó saliva y se concentró en cada movimiento del hombre que le indicase una ofensiva a traición.

—Baja el arma. No he venido a buscar conflicto con vosotros —habló de pronto. Mara no movió ni un músculo de su cuerpo. Ambos permanecieron examinándose mutuamente durante varios minutos que se hicieron eternos.

—Lo sabemos —interrumpió una voz detrás de Mara. Luke Skywalker había irrumpido afortunadamente para detener el tenso duelo que Mara y el Sith estaban disputando. Ninguno de ellos se había percatado de que el Maestro Jedi se había incorporado con discreción y permanecía en las sombras controlando a cada uno con invisible torrente de fuerza que mantenía a ambos alejados el uno del otro–. Bajad el arma. Ambos.

—Maestro —comenzó la joven pelirroja, pero Luke le interrumpió.

—Mara, apaga el sable. No es peligroso. Él es quien me mandó las señales telepáticas.

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Aclarado el terrible malentendido que casi empieza un duelo con un final incierto impregnado de muerte y destrucción, el Sith esperó a que el Jedi y su desconfiada padawan desmontaran el campamento y le siguieran a través de las dunas. El androide R2 molesto con el terreno irregular que debía recorrer junto a su dueño, lanzaba de vez en cuando pequeños zumbidos de queja y pesadumbre que los tres humanos ignoraban. Los dos Jedi seguían desde una cierta distancia al joven de oscuros ropajes lo que les daba cierta intimidad si querían iniciar una conversación; oportunidad que Mara no dejó pasar.

El Camino Oscuro del SithWhere stories live. Discover now