_ Quería pedirte disculpas, por lo que sucedió anoche. No quería hacerte sentir incómoda. – dijo poniéndose a mi lado, mientras miraba cómo preparaba café.
_ No te preocupes. Supongo que los dos teníamos un par de copas de más – dije intentando concentrarme en lo que hacía.
_ Pero quiero que sepas que no me arrepiento – prosiguió, haciendo que mi corazón se parara de repente.
_ Sam- dijo tomando de mi cintura y dirigiendo una de mis manos a su pecho. – No ha dejado de latir así, desde que te he vuelto a ver. Creo que estás volviéndome loco – prosiguió apoyando sus ojos nuevamente en mis labios. Balanceándolos entre mis ojos y mi boca. – Sé que te pasa lo mismo que a mí. Lo noto en la manera agitada con que respiras, cada ves que estoy cerca de ti.
_ Entonces deja de hacerlo – dije alejándome de él. Decir que me moría por volver a besarlo, era poco. Pero sabía que si lo hacía no iba a poder despegarme nunca más de él, y necesitaba permanecer conciente de que él tenía una vida hecha con Vanessa. Nunca iba a poder perdonarme que sucediera algo por mi culpa. Johnny me miro confundido, como intentando comprender por qué las cosas eran tan difíciles entre él y yo. Pero luego de unos segundos, Vanessa entro a la cocina.
_ Necesitan ayuda? – dijo mirando la cara de pena de Johnny y luego la mía.
_ Johnny estaba por ayudarme a llevar el café – dije intentando parecer relajada.
Los minutos pasaron. Luego los minutos se hicieron horas. Johnny y yo parecía que estuviéramos jugando a un juego raro donde nuestras miradas no dejaban de juntarse. No pasado mucho mas tiempo Ivonne y yo ya estábamos saludándolos en la puerta.
Me dí por vencida, el destino no dejaba de jugar con nosotros, ya que, antes que pudiera decir algo, Vanessa e Ivonne arreglaron para encontrarnos los cuatro nuevamente al día siguiente. Sí. Debería ser fantástico, pero no lo era cuando había una rara atracción entre su marido y yo. Una atracción de la cual ninguno de los dos podía escapar. Al menos, yo ya no tenía la fuerza suficiente.