Inesperado

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Jonathan Morgenstern

2 meses después 

Ayer su madre les había dicho que irían a Mar de Plata, Buenos Aires, para festejar el cumpleaños de su padre. Todos se encontrarían en la biblioteca, donde se estaría Magnus Bane esperándolos para crear un portal. 

Entonces  salió de su habitación, vestido con unos jeans y una camisa, y se dirigió hacia donde habían decidido encontrarse. Cuando llegó vio a su madre, Clary, Simon, Thomas y el brujo.

—Iremos a Buenos Aires, iremos a Buenos Aires —canturreaba Clary emocionada. Simon a su lado también sonreía.

—¿No estás feliz? —le preguntó Thomas—. Iremos a Buenos Aires... —siguió Thomas, cuando su hermana la interrumpió.

—Y veremos a Lucian, el parabatai de papá —dijo pensativa. Sabía lo que un parabatai significaba, y más para su padre. Como si lo hubieran invocado entró Valentine y los miró estupefacto.

—Feliz Cumpleaños —casi grito Clary corriendo hacia su padre, mientras que él, con una sonrisa de oreja a oreja, abría sus brazos para recibirla. La levantó y le dio un cálido beso en la frente, luego la bajo y los demás fueron a abrazarlo.

—¿Qué es eso? —preguntó Valentine cuando se percató del brujo y del portal que había abierto.

—Un portal ¿No es obvio? —respondió su hermana.

—No —negó Valentine riendo—. Me refiero hacia donde nos va a llevar.

—Feliz cumpleaños señor Morgenstern —dijo Magnus Bane observando la escena familiar—.Para responder a su pregunta, este portal los va a llevar a Buenos Aires. Y para ser más exactos a Mar de Plata. Y para su información yo también voy con ustedes, solo que me quedare en la casa de un amigo mío.

—Pues —su padre los recorrió con la vista uno por uno con una sonrisa ancha—, gracias. La verdad es que no se que decir.                                                                     

—Nada. Solo disfruta del viaje —respondió Clary feliz por haber impresionado a su padre.

Magnus se quedó quieto al darse cuenta que la menor de los Morgenstern se acercaba a él, se quedó aun mas petrificado cuando lo abrazó.

—Gracias por haber hecho el portal —impresionado, se ablandó y le devolvió el abrazo.

—De nada, galletita. Ese es mi trabajo.

Le volvió a dar las gracias y se fue con su padre para luego pasar el portal.

Jamás en su vida un cazador de sombras lo había abrazado, y menos un niño. Él era un brujo, un subterráneo y un peligro para cualquiera que estuviera a su alrededor. Pero no era verdad, la cara de esa niña era una clara prueba de ello. 

Clarissa Morgenstern

Luego de haberse despedido del brujo se dirigieron al instituto de Buenos Aires. Pasaron por calles llenas de gente, había muchos locales y restaurantes. Por último pasaron por la playa, donde los mundanos tomaban sol y los niños correteaban por la arena, mientras que el horizonte se teñía de un cálido naranja.

Cazadores de Sombras: Los Morgenstern y la profeciaWhere stories live. Discover now