treinta y tres

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Skylar rechinaba entre dientes mientras Luna y Harry terminaban el papeleo en el mostrador, donde un oficial de policía discutía con ellos las condiciones para poder sacar a Louis de la celda donde había pasado la mayor parte del día.

Niño estúpido.

Skylar no lograba procesar lo que le habían dicho. Lo ocurrido en el bosque, lo creía. Sabía que era cierto y que las consecuencias habían sido inevitables. ¿Cuán fácil es evitar una guerra? Pero esto... Destrozar la oficina de su padre y todas sus posesiones... Por no hablar de los trabajos que se habían perdido al estallar el disco duro y que aún se desconocía si podrían ser recuperados. ¡¿Cómo podía ser Louis tan insensato para hacer eso?! Pero lo peor de todo y lo que la enfurecía más es que si quería volver a tener a su mejor amigo de vuelta y soltarle cara a cara todas las preguntas que tenía en la cabeza, tenía que pagar todos y cada uno de los destrozos que había causado.

Eso es lo que estaba haciendo Luna con sus ahorros. Skylar había puesto ya los suyos y ni siquiera habían sido suficientes. Harry también estaba allí, con la tarjeta de crédito en la mano, mordiéndose el interior de la mejilla.

Me las pagarás, Louis Tomlinson. No he estado trabajando noche tras noche para tener que pagar las consecuencias de tus actos de locura.

Llevaban allí más de tres horas. Aún no habían visto a Louis, y después de quedarse sin dinero en el banco, la verdad es que a Skylar no le apetecía verlo. No le apetecía preguntarle nada ni conocer las razones por las que había hecho lo que había hecho. No en ese momento, porque tenía ganas de pegarle.

Harry giró la cabeza desde el mostrador para mirar a Skylar y le hizo una mueca. ¿Qué más podía ir mal? Tuvieron que hacer unas cuantas llamadas y pedir ayuda a Heidy, a quien habían intentado evitar llamar por todos los medios posibles por el simple hecho de que la mujer aún estaba procesando la muerte de su hija mayor. No necesitaba que nadie le informara de que su hijo estaba encerrado entre barrotes porque odiaba tantoa su padre que le había destruido la oficina de una punta a la otra. Harry intentó ser suave cuando finalmente la llamaron, intentó ser lo más comprensible posible, hablando con delicadeza y muy lentamente. Le dijo dónde se encontraba Louis y el porqué, y que necesitaban dinero para sacarlo de allí.

Heidy cortó la llamada.

―No puedo llamar a mis amigos y familiares y pedirles dinero sin más―le dijo Harry a Luna con una mano en la frente. Se había recogido los rizos en un moño y en su chaqueta había restos de hojas secas y hierba. Olía a bosque.

Regresaron al banco donde los esperaba Skylar, cruzada de brazos y con la mirada clavada en uno de los carteles con los rostros de los más buscados del país. Le dijeron que aún faltaba dinero, y tras rezumar entre dientes, Skylar sacó su teléfono y tecleó algo en la pantalla antes de lanzárselo a Luna, que lo cogió con torpeza y se lo apretó contra el pecho.

―Explícale lo que ocurre―ordenó Skylar.

― ¿A quién has...?

La voz de Kat contestó al otro lado de la línea.

―Explícaselo todo.

Oh, mierda. ¡¿Y por qué no lo haces tú?!, pensó Luna, fulminando a su novia con la mirada.

Kat estaba en su bar, sentada sobre la barra con las piernas colgando en el vacío mientras se entretenía secando con un trapo las copas que habían sido usadas la noche anterior.

Ella fue quien sacó a Louis de allí.

Había pasado una mañana muy atareada limpiando restos de cerveza de la barra y del suelo desde la noche anterior. Normalmente solía acostarse cuando terminaba todo el trabajo, que solía ser sobre las once o las doce del mediodía, y no volvía a despertarse hasta las ocho que era cuando tenía que dirigirse al bar y preparar un par de cosas antes de abrir las puertas a sus clientes habituales. Ese día había sido distinto porque la noche anterior se desataron un par de peleas en el local, un hombre acabó con un brazo roto y otro con un ojo morado, y no muy lejos de ellos una chica se había estado tirando de los pelos con un niñato que había intentado meterle mano a su mejor amiga. Algún gracioso había llamado a la policía y Kat había tenido que tratar con ellos hasta las nueve de la mañana. Al entrar en el bar después de pasar una hora y media en el exterior haciendo entrar en razón a los dos oficiales para que no le pusieran una multa, se encontró con que los clientes habían aprovechado que la dueña había salido para poner el bar patas arriba.

Mariposas Perdidas | Louis & HarryWhere stories live. Discover now