Prólogo.

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Siempre lo he intentado entender todo. Sobre todo a mí mismo, lo que sentía. Desde que era pequeño, siempre intentaba limitarme a lo que los demás podían llegar a ser, pero a la vez ser más y seguir siendo yo, y entender esto, también.
Muchos siempre dijeron que era demasiado inteligente para mi propio bien. Siempre decían que si no aprendía a utilizar mi inteligencia, si no aprendía a focalizar y aprovecharla, podía acabar destrozado.
De todas maneras, asumieron mi madurez conforme crecí, esperando que todo transcurriera como suele transcurrir.
Con el paso del tiempo, todos empezaron a esperar cosas de mí. Todos esperaban que me convirtiera en un astuto abogado o un reconocido médico, o un arquitecto, o yo qué sé.
Así pues, conforme la vida pasaba, yo empecé a ser todo lo que esperaban de mí. Era el chico agradable, educado y listo que mi familia quería que fuera. Pero también era el que fumaba demasiado y siempre llevaba una chaqueta de cuero y besaba en esquinas oscuras a otros chicos.
Era también el chico humilde y con autoestima y corazón altos que ayudaba al prójimo, y era también el que podía ser despiadado y tomar decisiones siempre.
Además, mi familia tenía bastante dinero y yo podía ser lo que eligiera. Tenía el mundo a mis pies.
Todos me veían como el chico afortunado. Era todo lo que querían ver de mí. Era todo lo que podían ver de mí.
Era todas las personas. Yo era todos.
Era entonces, cuando me quedaba a solas con el mundo, cuando no era nadie. Yo era consciente de todas las facetas que mostraba. Era consciente de todas las mentiras, y del sin sentido, que asimilaba que tendría sentido, de aquello.
Otras veces, cuando me quedaba a solas, no sólo no era nadie, si no que también el universo se colaba dentro mía y yo estallaba. Una enorme tristeza que nacía de la creación se apoderaba de mí, y es otra de las cosas que muchos jamás lograron entender.
Yo sabía que el mayor de los problemas es que yo quería ser todas las personas que había fingido ser. No podía elegir una sola. Me asustaba el hecho solo.
Y conforme más tiempo pasaba, más esperaba la gente de mí, y esperaban y esperaban y esperaban que yo tomase las mejores decisiones. No quería decepcionar a nadie. Yo amaba ser querido, amaba la envidia y el deseo y el amor y el odio.
Y mientras tenía que lidiar con una apatía ilógica y el mundo lleno de personas.
Nadie realmente (ni yo) entiende por qué tomé las decisiones que tomé, por qué elegí lo que parece el Infierno frente a lo que parece el Cielo.
Aunque eso ya no importa.
Hubo varios episodios de caídas y roturas dentro mía, por culpa de las expectativas mías y de todos, que, supongo que forman parte de la persona en la que me he convertido.
Yo no podía vivir la vida que esperaban que viviera, la vida más rentable para mí, la vida que más sentido tenía.
Porque mientras yo era todas esas personas, por dentro era otras.
Yo quería dejar de ser ese enigma atractivo que la gente empezó a ver porque le resultaban raras mis decisiones.
Quería dejar de existir para el mundo y que el mundo dejara de existir para mí.
No morir. Sólo irme lejos, no ser nadie.
Sé que lo primero que viene a la cabeza es que eso es imposible, pero sólo pensar en la ordinariez de la vida me asustaba.
No podía vivir y ya está.
Fue cuando comprendí esto cuando me di cuenta de que yo tampoco podía ser las personas que había sido, cuando supe que no podía ser nada.
Dejé de intentar comprender las cosas, dejé de esforzarme por ser alguien cuando era todos y nadie, cuando me di cuenta de que yo no iba a ser ningún superhombre como lo fue Nietzsche o Wagner o Freud. Yo formaba parte, como la mayoría de las personas, del paso entre el animal y el übermensch. Pero una vez consciente de esto, no podía conformarme con la ordinariez de una vida mediocre. Preferí no ser nadie.
El caso es que ahora me estoy muriendo. Rápido.
Y como ser humano que decidió su felicidad en la inexistencia incomprensible quiero dar lo que me queda a las personas que me hicieron sentir querido. A las personas especiales con las que no pensaba. A las personas especiales con las que pensaba.
La gente que no se anda con rodeos te dirá que acabé vendiendo mi cuerpo, pero yo no lo veo así.
Yo hacía el amor con personas.


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