EXO - CHEN

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Odiar las tormentas era poco. Es mas, les temía. Y lo irónico de toda esta situación... es que yo las creaba!

Malditos fueran mis poderes. Rayos! No podía crear mariposas. No. Tenían que ser rayos!

Solté un chillido al oír el rayo cerca. Demasiado cerca y sin pensártelo dos veces salí corriendo de mi escondite. En estos momentos temía mas a la tormenta que no a los hombres que me estaban persiguiendo.

-Esta allí! Atrapad-la de una maldita vez!- mierda, me habían descubierto. Correr no era una opción, teniendo en cuenta que por culpa de la tormenta y su poca visibilidad había acabado en un callejón sin salida.

Uno de los hombres estaba a un par de pasos de mi. Me iba a coger. Era el final. O eso pensaba. Un rayo cayo encima del hombre convirtiéndolo al momento en polvo.

Mi mirada se poso en los restos de la que hace menos de un segundo había sido un ser humano. Había sido un rayo pero no lo había provocado yo, de eso estaba segura. Si no había sido yo...

-Pero que haces ahí parada imbécil?! Corre!- un chico que debía tener mas o menos mi edad me cogió de la mano y echo a correr y a mi no me quedo mas remedio que ir detrás suyo.

-Espera!- el chico se paro de golpe al oírte. Haciendo que chocase con su espalda.-Quien eres? Como te llamas? y como se yo que puedo confiar en ti y que no eres como ellos? Un científico loco que quiere estudiarme? A saber lo que me harían. Descuartizarme y dios sabe que...- Un temblor recorrió todo mi cuerpo solo de pensarlo. Se me ocurrían mil cosas que podrían hacerme y ninguna de ellas era agradable. Eran horribles, como mínimo.

-A ver, a ver! Por partes! Jesús mujer, no me hagas todas las preguntas de golpe. Respira. A ver las preguntas uno y dos tienen la misma respuesta. Soy Jong Dae pero todo el mundo me llama Chen, por el bien que les trae. -Hizo salir chispas de sus manos, como diciendo que cualquier persona que no lo llamase por su sobrenombre sufriría unas consecuencias terribles, aunque no entiendo porque. Jong Dae me parecía un nombre precioso, pero claramente nunca se lo diría, por si acaso me freía con sus rayos-Y la tres y la cuatro también. Por que iba a querer yo hacerte daño si tienes los mismos poderes que yo?- dicho eso un rayo salio de su mano directo al cielo. Creando una tormenta mayor de la que ya había. Los truenos sonaron, retumbando en el cielo.

-PARA!- Chen dirijo su mirada hacia mi, quien estaba en el suelo tapándome las orejas con mis manos. Por mis mejillas resbalaban lagrimas. Con un movimiento rápido Chen hizo desaparecer las nubes del cielo. En nada el cielo estaba claro y despejado, como si nada hubiese sucedido.

-Eh, tranquila. Le temes a las tormentas- asentí levemente con la cabeza- Oh. Permiteme decirte que es un poco raro que le temas a algo que tu misma provocas.

-Ese es el problema. Que no se controlarlo. Se sale de control.-Chen asintió levemente con la cabeza.

-Yo podría ayudarte a controlar tus poderes. Es cuestión de saber controlar tus emociones. Si estas enfurecida o tienes miedo puedes crear grandes tormentas. Pero si estas de buen humor la tormenta se disipa.

-Muy bien sherlock y como se supone que voy a controlar mi miedo si es la misma tormenta la que lo causa?- Era una idea estúpida, no era posible.

-Eh, mírame- Chen me cogió la cara y me hizo mirarle directamente a lo ojos. Algo en ellos izo que me calmara de golpe- Estas a salvo. Estas conmigo. Yo te ayudare. Pero tienes que confiar en mi.

Algo en sus oscuros ojos me decía que podía confiar en el, después de todo era de los míos.

-Esta bien, confió en ti.

-Bien porque de ahora en adelante vamos a depender el uno del otro.- lo mire confusa.

-Porque?- me miro un instante y aparto la mirada. Y juro que vi sus mejillas tejidas de rojo. Murmuro algo, pero no pude oírle bien, así que le pedí que lo repitiera.

-He dicho, que eres mi pareja. De por vida. La profecía dice, que las parejas con el mismo poder se juntaras para devolver la paz a la tierra. Tu eres mi media naranja____.

Le mire intentando asimilar todo lo que me acababa de contar. Pareja. Profecía. Media Naranja.

Chen me miro un momento antes de estampar sus labios contra los míos. Y juro por dios que una tormenta se desato en mi interior. Sus manos, que estaban apoyadas en mi cintura, hacían saltar chispas, literalmente, pero lejos de asustarme, me hacían cosquillas.

Y entonces lo entendí todo. La razón por la que el me ayudaría a perder-le el miedo era porque me ayudaria a querer-lo. Porque con el estaba a salvo. El era como yo.




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