Juguete Nuevo

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Cuantas veces culpamos a la conciencia de los malos actos. Esas voces internas que nos consumen y que nos hacen incluso llorar desgarradamente.

Eduardo era un chico retraído, normalmente medicado por sus padres para combatir su síndrome del niño mal atendido. Su casa aparentaba ser el hogar perfecto y no mucho menos la presencia de sus padres. Muy alejados de los problemas de su hijo, el egoísmo (como pensaba Eduardo) les hizo pensar en otro integrante más para la familia.

Así, el transcurso de un embarazo lleno de cuidados y mimos se cumplió, dándole a Eduardo a finales del noveno mes la buena noticia de un nuevo hermanito. La llegada del nuevo inquilino a la casa fue anunciada con bombos y platillos, la alegría inundó aquella casa.
Pero en uno de los rincones de la casa, debajo de la alacena, se encontraba triste y rabioso Eduardo, en el lugar de los ratones, le llamaba. Una presencia que enturbiaba su joven mente le incitó a "jugar" con su nuevo hermanito.

La cuna se veía tan tentadora de cruzar, armado con un pica hielos se dispuso a visitar a su hermano mientras los adultos celebraban la buena nueva en la sala de estar.
Para este momento la noche ya había cubierto al barrio, que mejor cómplice y escondite que las sombras y cortinas de la habitación de su hermanito.

La misma voz que lleno de ira a Eduardo volvió a aparecer, ensuciando sus oídos con crueles palabras. Eduardo cruzó la reja de la cuna, moviendo la colchoneta e inquietando al bebe, el llanto del recién nacido se hizo presente pero muy inteligente Eduardo con un desliz activo el móvil que hizo irradiar sonrisas al pequeño.

ㅡHola bebé, soy tu hermano mayor, ¿Quieres Jugar?ㅡ. Dijo Eduardo

El bebé entretenido por las luces de su juguete sonreía y retozaba hasta que, con un movimiento sagaz, Eduardo perforó con todo su coraje las manitas del bebé, tanta fue su rabia que sin dedos dejo al infante.

El niño lloraba y gemia, el dolor insoportable le hizo emitir llantos y gritos, pero con los peluches de su cuna, Eduardo le tapaba la boca.
En un cruel frenesí masacró al recién nacido, la cuna se tiñó de rojo y con la sangre Eduardo se divertía, las vísceras y miembros eran un entretenimiento para él.

El trágico suceso no fue percibido, hasta que su abuela quiso ir a despedirse de sus encantadores nietos, al no encontrar a Eduardo en su habitación se dirigió al cuarto del bebe, al encender la luz vio el charco de sangre de la cuna, que estaba cubierta con un edredón de pequeños ositos bañados de carmín.

El grito de la abuela alertó a los demás y todos se dirigieron a la habitación, no podían creer lo que sus ojos les hacían ver.

Mientras, Eduardo con su macabra sonrisa cual si hubiese recibido un juguete más decía

ㅡMira papá. . . Mira mamá. . . ¡Desarmé a mi hermanito!ㅡ.

𝑬𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍 𝒅𝒆 𝑯𝒂𝒍𝒍𝒐𝒘𝒆𝒆𝒏 Where stories live. Discover now