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Anabi pasó los siguientes meses encerrada nuevamente. Pero ésta vez ya no tendría a aquel chico. Se había llevado su corazón con él.

Anabi cogió un último pedazo de papel y, con manos temblorosas y lágrimas escurriendo por sus ojos, escribió una última nota. Al terminar, se tomó aquel frasco de veneno que había robado del mercado aquel día que Jass murió.

Cuando las mucamas la encontraron, yacía recostada en su cama, con aquella nota abrazada fuertemente en su pecho. Con sólo siete palabras escritas.

Juro que nos volveremos a encontrar.

Anabi.

El demonio y el ángel Where stories live. Discover now