9-Y...¿qué hacemos?

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Intenta relajarse; que los latidos de su corazón vuelvan a la velocidad normal, que recuerde cómo inhalar y exhalar, que sus manos no suden y sus piernas no tiemblen al ver su peor pesadilla cruzar esa puerta.

El señor Watson, profesor de historia. Fue el suplente que le dio clases a Sebastián en su último año escolar, ahora era un profesor fijo.

Él se sienta frente al muchacho de los ojos miel, lo saluda con cordialidad y comienza a hablarle acerca de la razón de que este allí: Gabriel y sus problemas al socializar. Sebastián se ríe cuando escucha que le dice eso, el chico rubio puede ser algo aburrido, inexpresivo, pero no tiene ésos problemas.

La discusión continua, sin imaginarse que una chica estaría escuchando desde el otro lado de la puerta del aula. Tan pronto como Emily entiende de lo que hablan, va con Gabriel, que está en el patio por la hora de educación física, y le cuenta lo que ocurre en el salón.

El rubio apenas levanta la vista de su libro al oír el nombre del muchacho.

-No tengo problemas para socializar -se queja, pasando de página mientras los demás juegan fútbol en la cancha.

-Sabes que el viejo Wason te odia por haberle corregido el primer día de clases frente a todos -comenta, sentándose a su lado.

-Pero tenía que venir él, justo hoy...

-¿Qué? -le pregunta y él niega, restándole importancia al asunto.

Con el ex coronel en un viaje, Carla pasando tiempo de calidad con su novia y Peter que se esfumó en el aire, el único que pudo ir a la reunión mensual era Sebastián, porque sí, el profesor hacía una reunión mensual para hablarle a su papá. Tal vez Gabriel no fuera el más popular ni le agradase estar rodeado de personas, pero era uno de los mejores estudiantes de su curso y eso debía contar para algo, pensaba él.

De todas formas, se dice a sí mismo para intentar animarse, es su último año.

Así es, no tendría que seguir soportando al profesor Watson y las idas a la oficina de psicopedagogía.

Un balón golpea su cabeza y él suelta un quejido, pero no hace más. Diciéndose que tampoco deberá soportar a sus compañeros, cree que no tiene razón para rebajarse a su nivel y sigue leyendo.

Emily, por otro lado, se levanta histérica a lanzarle el balón de regreso al chico y también a darle algunos golpes. ¿Dónde estaba el profesor cuando hacía falta?

-¡Zorra agresiva! -le grita el chico, recibiendo una patada en la entrepierna de parte de la chica.

-Déjalo, eso es muy doloroso aunque tú no lo sepas -dice alguien, acercándose.

El rubio se quita sus audífonos, como si quisiera escuchar su voz más que su música.

Sebastián mira la escena con una sonrisa burlona mientras que la chica se queja contándole lo que le hizo para golpearlo.

-¿Y Gabriel no podía defenderse? -pregunta, dirigiendo su mirada hacía él, quien ya había dejado de lado la lectura de su libro.

-Estoy en contra de los actos de violencia -comenta él, con una voz neutra y expresión indiferente, a pesar de que aún le duela el golpe en la cabeza.

-Bueno, pacifista rubio -le dice, acercándose-, ve a buscar tus cosas, pedí permiso para sacarte de este infierno.

-¿Hablas enserio? -pregunta con ojos brillantes de emoción, eso significaba irse antes de que los obligaran a trotar.

-Siempre hablo enserio, muévete antes de que cambie de opinión -advierte y él se va corriendo a buscar su mochila.

En el momento en que Sebastián se gira, la chica sabe que no está muy contento. El muchacho camina hasta el chico que ella había golpeado con anterioridad y lo toma del cuello de su camiseta de uniforme, elevándolo unos centímetros del suelo.

-Anda, si Gabriel está en contra de la violencia, tú no...

-Ese dolor que ella te causó no es nada comparado con el que yo puedo causarte, ¿entiendes lo que digo? -pregunta y sonríe, de una forma tan sádica, tan terrorífica, tan diferente a la usual.

El chico asiente con su cabeza rápidamente y Sebastián lo deja en el suelo de nuevo.

-Buen chico -dice y le da dos palmadas en la cabeza, cual perrito que ha hecho algo bueno.

-Eres genial -le comenta Emily con una sonrisa.

-No tienes que ser la única persona que cuida de él -contesta.

Antes de que ella pueda decir algo, el rubio se aparece inquieto por las ansias de marcharse.

-¿A dónde iremos? ¿tienes hambre? Yo muero de hambre -comienza a decir-. Emily dijo que hablaste con el profesor, ¿qué te dijo? No debes creerle, él me odia. Pero eso no importa, ¿ya te pregunté a dónde vamos?

Sebastián se detiene y lo toma de los hombros.

-Tranquilizate, ¿qué te ocurre? -pregunta, intentando que una sonrisa no se forme en sus labios.

-Me has sacado de educación física, ¡eres mejor ángel que Patch!

Sebastián no puede evitar reír cuando le oye decir eso con tanta alegría.

-¿Te gustan esa clase de libros? -pregunta- ¿es eso lo que tanto lees?

Gabriel se encoje de hombros.

-Leo de todo; creo que si quieres entender a una chica debes leer lo que ella -afirma.

-¿Te ha funcionado?

-Por supuesto que no -dice él, sonriente, como si se tratase de una repuesta afirmativa.

-¿Y por eso te quedas con los chicos?

-Para nada -confiesa, negando energéticamente-, a ésos los entiendo menos, son criaturas raras.

Sebastián vuelve a reír.

-¿Pero me estás diciendo que soy raro? -pregunta, tras algunos segundos.

-Bastante.

El rubio camina leyendo, por eso no se percata a tiempo de la persona que corre por la calle y lo empuja, haciendo que quede entre los brazos de Sebastián.

-Puedes lanzarte sobre mí, pero no en público -dice con una media sonrisa, causando que sus mejillas se tornen rojizas.

-¡Yo no...! -intenta gritarle pero no sabe qué decir así que termina dándole un golpe con su libro.

-Eso es maltrato, ¿a dónde quedó el rubio pacifista?

-¡Cállate! -grita, antes de alejarse y seguir caminando por la acera con la vista fija en su libro.

Debió ser en ese justo momento; cuando cayó en sus brazos y alzó su cabeza para encontrarse con su sonrisa, una sonrisa que le dedicaba a él, debió ser cuando se enamoró de Sebastián. Pero Gabriel, con su inocencia, no se dio cuenta de inmediato de que su corazón latía muy rápido, su rostro ardía y le causaba gran nerviosismo, de ese tipo en el que sólo deseas esconderte.

Atormentado [AYOA#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora