Desde Azkaban a donde quiera que estés.

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"No me llegué a dar cuenta de que estaba enamorado hasta que la ley me separó de él"

Sirius Black llevaba tiempo en la celda de aquella prisión donde era difícil de escapar. Todos los días gritaba como loco declarándose inocente ante un crimen que por nada del mundo llegaría a cometer... Traicionar a sus amigos.

Era realmente frustrante pensar que tu mejor amigo y su mujer habían fallecido, que otro de ellos era el causante de aquel dolor y que la persona que amabas realmente te estaría despreciando en aquellos instantes creyendo que eras el cabeza de aquella tragedia. Mantenía la pequeña esperanza de que no fuera así porque aquel chico pelo pajizo y de ojos verdes solía usar la razón, por lo que llegaría a la conclusión de que él nunca le haría daño a sus amigos.

Cada mañana se levantaba con la voz renovada para acostarse por la noche con un tono ronco y desgarrado. Más de una vez se había llegado a quedar afónico pero aún así seguía declarando su inocencia a voces para que Remus Lupin pudiera llegar a escucharle. Falsas esperanzas.

En noches de luna llena, aquel recluido miraba con ansiedad aquel satélite que le hacía estremecer al pensar en el terrible dolor que tendría que estar pasando en aquellos momentos esa persona por la que se ha jugado la vida más de una vez. ¿Estaría bien? ¿Habría alguien para pararle los pies? O mejor aún, ¿Se acordaría de él mientras estaba encerrado allí? Odiaba que llegasen aquellas noches, puesto que la impotencia hacía de él que la sangre le hirviese. Su mejor amigo o, para ser más exactos, su hermano había muerto, así que nadie podía hacerse cargo de aquel alma agonizante que cada luna llena le dejaba hecho polvo. Sirius en cambio no dejaba de hablar solo o pedir incluso piedad por el pobre muchacho en aquellas noches, puesto que le mataba el estar alejado cuando más lo necesitaban.

- Que no te pase nada, por favor, Remus. Que no te duela apenas, no me odies, sabes que yo no podría... Necesito saber que estás bien y que me quieres como en el primer día. Me cago en la puta, Lunático, por favor, necesito una señal...

Solo se podía escuchar el oleaje que rodeaba aquella prisión, solo se podía escuchar a aquel hombre roto de dolor.



Hasta que Azkaban nos separeWhere stories live. Discover now