Ella subió en su lugar.

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Pasaron semanas. Semanas en las que las estrellas brillaban solo bajo ellos, incluso de día.

Las estrellas del cielo anunciaban una bonita primavera, tal vez la mejor de sus vidas.

- Ciara - la llamó Mark.

De nuevo estaban en el parque, como todas las tardes.

- Dime.

- No me has hablado de tus padres en todo este tiempo.

- Oh, bueno, ya no tengo.

- ¿Han muerto?

- No, pero, no son buenos padres. No me cuidan. Ahora vivo con mi tía.

- ¿No te cuidan bien? ¿Cómo es eso?

- No lo hacen bien. No saben - la voz de Ciara comenzó a quebrarse - tal vez no están preparados, pero yo nací preparada para ser hija. Veía a otros padres pasear con su hijos, jugar con ellos. Lo máximo que hicieron los míos fue comprar un puzzle para que dejase de llorar.

- Dios Ciara, ¡eso es terrible!

- Sí, lo sé - suspiró ella, cerrando los ojos - por eso me gusta contarle a la gente sus mayores sueños. Veo tantas esperanzas en sus ojos, en sus miradas, en sus sonrisas. Es tan perfecto. Las estrellas me dieron la vida cuando mis padres no quisieron Mark. Y ver a la gente feliz me ayuda a seguir mi camino.

Él sonrió.

- Eres genial Ciara. No me cansaré de decirlo.

- Tú eres genial, no yo. No he visto otra cosa que no sean tus sonrisas estas semanas.

- Me gusta sonreír, ¿por qué llorar, si puedes intentarlo otra vez?

...

Una tarde más caía en la ciudad. Esta vez Ciara bailaba sola, con una pequeña margarita detrás de la oreja. En su cabeza sonaba una armoniosa melodía que lo inundaba todo bajo sus ojos.

El parque estaba desierto, y ella danzaba a la orilla del río, con una sonrisa en su rostro.

Tan solo pensaba en Mark mientras la melodía sonaba.

Era tan alegre, estaba tan vivo. Le apasionaba pensar que personas como él todavía residían en el planeta, almas como la suya todavía habitaban cuerpos mundanos.

- ¡Ciara! - escuchó su voz a lo lejos.

Ella paró, y lo miró con una sonrisa mientras se acercaba.

- Mark, qué gusto verte.

- Qué educada eres. Me encantas.

- Lo dices mucho últimamente.

- Porque es la verdad. Te quiero. Te quiero siempre conmigo. Da igual si es como amiga o algo más. Te quiero.

Aquellas palabras dejaron sin aliento a la chica.

- Mark... - esbozó una tierna sonrisa, y con un dedo tocó el lugar del corazón del chico - si me tienes aquí, es suficiente. De ahí ya no puedo salir. Eso es lo importante, porque tú también estás aquí - señaló el suyo.

Entonces se unieron en un profundo abrazo. Un abrazo que ambos necesitaban, y que las estrellas y las flores presenciaron, testigos del lazo sobrenatural que ahora los unía.

...

Ciara llegó a su casa por la noche. Su tía no estaba.

Se adentró en su habitación. Ni siquiera encendió la luz. Se acercó a la ventana, y contempló las estrellas una vez más. Tan relucientes, tan limpias en aquella oscuridad que luchaba por tragarlas.

- Gracias por darme a Mark... - musitó para ella misma - gracias...

Silencio absoluto, pero incluso creyó ver a una de las estrellas emitir, por un segundo, un brillo mayor, tan solo por un exiguo y efímero segundo.

Sonrió mientras cerraba los ojos.

- Eres una malagradecida.

Alzó la cabeza, sin girarse. Suspiró.

- ¿Qué quieres? ¿Cómo has entrado?

- Tu tía me ha dado llaves.

- ¿Buscas mi muerte?

- Como mínimo. ¿Nos abandonas, y pretendes salirte con la tuya? No funciona así, Ciara.

- Soy un alma libre que ya está lista para volar. Haz lo que creas conveniente, mamá.

- No te atrevas a llamarme así, nunca.

- Tampoco lo he hecho, nunca. Hasta ahora, que sé que te duele más de lo que te gustaría.

- Te odio.

- Y yo mamá, y yo.

La mujer apretó el gatillo, y un disparo resonó en toda la estancia.

Ciara cerró los ojos, y su último pensamiento fue Mark. Ese chico de mirada tan limpia, de alma tan pura.

Luego todo se sumió en oscuridad. Una oscuridad abrumadora, que tan solo se vio alejada con una luz.

Una estrella del espacio que daba paz a una primavera llena de flores hermosas. Flores que llenarían de vida las vidas de todos aquellos que eran felices, y que darían una oportunidad a aquellos que no lo eran. Flores que se desplegarían vivas ante todo, sin temor alguno, como ella misma.

Ella, Ciara Ross, una pequeña estrella del firmamento.

Springtime © 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora