Capítulo XXIX

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Natasha sintió unos brazos alrededor de ella antes de siquiera pensar en moverse, o abrir los ojos. Se quedó tan quieta que hasta parecía no respirar. A la velocidad de un caracol, abrió los ojos temiendo lo peor: que su cabeza estallara en un dolor de cabeza y la persona que estuviera abrazándola no fuera de su agrado. Lo primero, sucedió; un dolor de cabeza explotó en su cabeza como estuvieran golpeándole con una roca congelada cada cinco segundos. La rusa intentó apartar su rebelde cabello del rostro, notó algo azul en su brazo. Definitivamente no entendía un carajo.

¿Qué diablos hice anoche?, se preguntó una vez.

Sintió el movimiento de alguien a su lado, rápidamente cerró los ojos y se hizo la dormida. No quería saber con quién se había acostado, así que se quedó inmóvil y esperó a que, quien sea que fuere, cerrara alguna puerta –la de salida, o el baño–. Escuchó lo esperado. Dejó escapar el aire que no sabía que estaba reteniendo, se dio la vuelta y volvió a acomodarse para seguir con su siesta cubriéndose mucho más con las sabanas. Debajo de estas, pudo notar que tenía un short corto y una gran camisa que, obviamente, no era de ella. Percibió un olor demasiado familiar que la hizo sentarse de golpe en la cama y soltar un quejido cuando algo dentro de su cabeza pareció estallar cuatro veces más fuerte que antes.

Y su peor temor se hizo realidad, cuando él salió del baño, con solo una camiseta y jeans.

—Su. Puta. Madre —murmuró entre asombrada y molesta –por alguna razón, lo estaba–, y que el rubio levantara la vista hacia ella.

— ¿Estás bien? —preguntó un poco tímido.

— ¿Qué demonios haces aquí? —quiso saber.

Su cabeza buscaba algún indicio de lo sucedido la noche anterior, pero ésta no parecía funcionar adecuadamente cuando estaba siendo golpeada con una piedra congelada cada tres segundos.

—Natasha... —. Steve suspiró rascándose la parte posterior del cuello y tratando de buscar las palabras adecuadas para decirle lo que había sucedido la noche anterior.

— ¿Nos acostamos otra vez borrachos? —. Su tono indicaba que eso le parecía el peor error, y un poco de desilusión le llegó al rubio.

—No —musitó, acercándose a la rusa.

—Entonces, ¿Qué mierdas pasó anoche? —insistió.

Steve suspiró y tomó asiento en la orilla de la cama a una distancia prudente.

—Anoche... —. Apartó la mirada de ella, pues se sentía demasiado vergonzoso contarle cómo inició todo.

— ¿Anoche qué? ¡Habla, dios! —exigió perdiendo la paciencia que no tenía.

—Anoche te saqué de la fiesta porque estabas demasiado borracha y te estabas besando con todo el mundo. Después, discutimos y te dije que no lo iba dejar e iba a estar contigo y dijiste que teníamos que hablar, pero me besaste y nos besamos y fue genial —soltó las palabras a borbotones, como si estuvieron retenidas en su boca mucho tiempo.

Tomó aire y vio a la pelirroja que estaba impresionada y con los ojos fijos en su acompañante.

— ¿Y-Yo te besé? —tartamudeó la pregunta. Él asintió—. ¿Qué cosas dije?

—Explotaste —murmuró—. Dijiste demasiadas cosas y... y solo puedo decir que no mereces nada de lo que te hizo tu padre y que lo siento... Yo no quise decir nada de lo que te dije y me duele que no estemos juntos y que sufras. Y, te juro Natasha, que te amo tanto que duele.

Sus ojos azules se enfocaron a los verdes de la mencionada, quien apretaba fuertemente la sábana entre sus manos para no dejar caer ninguna de las lágrimas que estaban acumuladas en sus orbes. Apartó la mirada del océano que le estudiaba. Ya no había muro que retuviera sus sentimientos, ya no había nada que ocultar, ya no habían mentiras, ya no había ningún puente que los separara. Ahora él estaba allí, frente a ella, diciéndole que le amaba y ella no podía decir nada porque lo amaba, pero tenía miedo. ¿Y si salía corriendo? No quería que él saliera corriendo. No quería que la dejara. No otra vez.

Take my hand♔Where stories live. Discover now