Capitulo 22

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Se obligó a mirar a Taylor. Aunque hacía años que apenas lo veía, podía entender que las mujeres lo encontraran atractivo. Su estilo desaliñado, acorde con la motocicleta en la que recorría el mundo, le daba un aire bohemio, de hombre libre, que para Kristen debía de resultar fascinante. Ser consciente de eso hizo que de pronto una resolución tomara forma en su mente, y como era propio de él, decidiera convertirla en realidad al instante.

-Muy bien -dijo-. Pero antes, permíteme que me disculpe por haber malinterpretado la situación -se volvió hacia Kristen y sonrió-. Debes perdonar a un amante un poco celoso.

¿Amante? ¿No querría decir, en todo caso ex amante? Kristen lo miró atónita. ¿Celoso? Debía de estar soñando.

-Pero... pero... -balbuceó mientras Robert se le acercaba y ella miraba a Taylor, que los observaba con la misma perplejidad.

De ese intercambio de miradas, Robert dedujo que Kristen se había confesado a su hermano, y al instante se dio cuenta de su error. La escena que había presenciado no tenía nada que ver con la seducción. Kristen lo amaba a él y era de eso de lo que había estado hablando con Taylor. Saberlo, aunque en parte le resultó frustrante al darse cuenta de que podía haberse ahorrado una escena desagradable en la que había dado muestras de falta de control, lo calmó al instante. Por primera vez en su vida, se alegraba de haberse equivocado.

-Una pelea entre amantes -dijo, mirando a su hermano, a la vez que enredaba sus dedos en el cabello de Kristen, lo que le produjo un placer que lo sacudió, pues llevaba tres días convenciéndose de que, cuando la viera, se habría librado de toda emoción y podría explicarle con total frialdad por qué se había equivocado al intentar atraparlo. Pero al ver sus labios entreabiertos, no pudo resistirse y la besó, susurrando a continuación contra ellos-: Veo que has estado llorando. ¿Ha sido por mi culpa?

-Robert, por favor -Kristen intentó empujarlo, pero él atrapó sus manos y repitió la pregunta.

Cuando ella, finalmente, asintió con un movimiento de cabeza, Robert sintió un primitivo sentimiento de victoria.

Kristen no tenía fuerzas ni para mirarlo a los ojos, pero percibió la satisfacción que Robert sentía ante su dolor, y se indignó con él. Robert sabía el poder que ejercía sobre ella y se regodeaba en ello para demostrarse a sí mismo que tenía el poder supremo. Estaba acostumbrado a chasquear los dedos y tener lo que quería, a que las mujeres se precipitaran a acudir a su llamada. Y era evidente que en aquel momento había decidido que quería controlarla e impedir que dejara de amarlo, aunque sólo fuera para demostrar que sería él quien decidiera cuándo liberarla.

Observó la arrogancia de su gesto y se obligó a ignorar la respuesta física que sentía con su proximidad. Temblorosa, pero con gesto digno, se separó de él.

-Robert, me enamoré de ti -dijo con voz calmada, olvidando la presencia de Taylor, como olvidaba el mundo a su alrededor cada vez que estaba con Robert-, y puede que lo esté pasando mal, pero no pienso llorar por ti el resto de mi vida. Ya he llorado lo bastante por otra relación frustrada.

- ¡No se te ocurra compararme con tu ex! ¡Ya te he dicho que era un imbécil!

-Al menos tenía la excusa de ser joven. ¿Cuál es la tuya?

-Yo soy hombre de una mujer -dijo Robert con arrogancia, todavía exultante por saber que Kristen había estado llorando por él. No se trataba de que le gustara que sufriera, pero siempre era preferible a que se estuviera consolando en brazos de otro-. No voy por ahí buscando mujeres cuando tengo una en mi cama.

-Eres hombre de una mujer hasta que te aburres de ella -dijo Kristen, cruzándose de brazos-. Siempre hablas de que eres sincero con ellas, pero lo que te gusta es llegar a un punto en el que sabes que harían cualquier cosa por ti. Y cuando te aburres, puedes marcharte con la conciencia tranquila, diciéndoles que nunca les hiciste ninguna promesa.

- ¡Y así es! Para mí es cuestión de honestidad.

-Yo diría que de egoísmo. No eres tan distinto de Brian como te crees, Robert.

Robert se enfureció al ver la que consideraba una reputación inmaculada ser arrastrada por el fango en una sola frase. A pesar de sí mismo, volvió a cuestionarse si Kristen había estado confesándose con Taylor o si, subconscientemente habría empezado a compararlos a los dos. ¿No era Taylor mucho más sensible que él? ¿No era el tipo comprensivo con el que una mujer podía sentirse a sus anchas?

Los celos y la posesividad, dos sentimientos que siempre había estado orgulloso de desconocer, se apoderaron de él hasta casi ahogarlo. Para empeorar las cosas, su hermano tuvo la osadía de decir:

-Quizá deberías reflexionar, hermano, y escuchar a Kristen.

-Y tú deberías escuchar atentamente, hermano pequeño. No se te ocurra acercarte a ella.

- ¿Perdón? -saltó Kristen, furiosa ante el tono amenazador de Robert, que hablaba de ella como si no estuviera-. ¿Te refieres a mí? Porque si es así, quiero recordarte que no te pertenezco, Robert.

- ¡Pero me amas!

Kristen guardó silencio. Nunca se había arrepentido tanto de algo como de haberse sincerado con Robert. Al ver que era capaz de usar su amor como arma contra ella, se sintió traicionada y los ojos se le llenaron de lágrimas. Pero no estaba dispuesta a llorar. Acababa de hacerlo con Taylor, y no pensaba darle esa satisfacción a Robert.

Mientras tanto, él intentaba comprender por qué su exclamación había sido seguida en su mente por el pensamiento: «Y no pienso dejarte marchar...», que estaba tan alejado de su determinación de evitar conservar a una mujer a su lado a cambio de poner una alianza en su dedo. Ya tenía un hijo, y no necesitaba más compromisos en la vida.

No fue consciente de que había dicho en alto aquella frase hasta que se dio cuenta de que Kristen se había quedado de piedra y, perpleja, le pedía que repitiera lo que había dicho.

-Tienes razón -dijo, acercándose a ella, que se había alejado durante la conversación hasta situarse junto a la chimenea. Robert olvidó a Taylor. Podía oír un zumbido dentro de su cabeza, pero de pronto sintió una inmensa calma-. No soy mejor que Brian.

- ¿Qué? -una vez más, Kristen creyó estar soñando, y aunque habría querido alejarse de Robert, sus pies no la obedecieron. ¿Qué significaba que hubiera dicho que no la dejaría marchar? ¿Habría oído bien? El corazón le latía aceleradamente. Robert la miraba con una intensidad que la dejó sin aliento, como si pudiera alcanzar su alma. ¿Por qué el amor era tan cruel?

-Estoy dispuesto a comprometerme contigo -anunció Robert con solemnidad.

- ¿Que «estás dispuesto a comprometerte» conmigo? ¿A qué tipo de compromiso te refieres?

- ¿Es que hay más de un tipo? -preguntó él, contrariado porque el anuncio no fuera recibido con más entusiasmo.

- ¡Por supuesto que sí! -señaló Kristen, diciéndose que debía aclararlo bien pues estaba segura de que el significado que daban a esa palabra era muy distinto.

Con toda seguridad para Robert representaba otorgarle generosamente unos meses en lugar de algunas semanas, y tal vez estar dispuesto a comentar planes a más largo plazo que un par de días. Y Kristen se dijo que, si aceptaba esas condiciones, sólo retrasaría y empeoraría el resultado final, pues para entonces estaría aún más enamorada de él.

- ¿Qué quieres decir? -preguntó Robert.

-Tú sabes lo que opino de las relaciones -dijo Kristen con cautela.

-Entonces quizá deberíamos casarnos -dijo él sin alterarse, logrando el golpe de efecto que había imaginado.



De Niñera a EsposaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang