Prólogo.

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Italia, Roma. Octubre ; 23:00.

Zara.

Saqué un cigarro del paquete y lo encendí llevándomelo a la boca. Tomé una gran bocanada de humo y seguidamente lo expulsé. La brisa hacía despeinar mi pelo, pero no me importaba.

—¿Para qué me has llamado Enzo? —Hablé observando las luces de colores de la ciudad. Este sitio era especial para mí, y él lo sabía.

Él me cogió el paquete y sacó un cigarrillo. Lo encendió y dio una calada.

— Antes de irme, quiero despedirme. —Respondió sereno sin mirarme. Lo miré y vi como las luces se reflejaban en sus ojos verdes, haciéndolo ver tranquilo.

— Te dije que no me llamaras por eso, sabes muy bien que odio las despedidas. —Respondí dando otra calada.

Lo ví sonreír y automáticamente me relajé. Era increíble como solo una sonrisa te podía hacer sentir que todo iba a estar bien. Cuando no lo estaba.

— Zara, quiero que me prometas que no dejarás que absolutamente nadie te pase por encima. — Un brillo pasó por sus ojos y prosiguió. — Quiero pedirte que no me busques. Vive tu vida, asegúrate de vivirla sin mí.

—Aun no entiendo por qué tienes que irte. Por qué quieres irte. — Murmuré sinceramente apagando el cigarro, el nudo de la garganta me dificulta tragar el humo.

— Eres mi hermana, pero somos muy diferentes y lo sabes. —Cortó secamente.
— Necesito cortar cualquier lazo que tenga para conseguir lo que quiero.

— Eso es muy egoísta. — Dije parpadeando para mantener a raya las lágrimas. Miró el reloj de su muñeca, el cual le había regalado por su cumpleaños.

— Ya lo entenderás algún día. Tengo que irme, cuídate Zara. — No respondí, en ese momento no quería hablar o, mejor dicho, no podía. Me sonrió y se levantó del banco en el que me había citado. Lo miré mordiéndome el labio mientras su silueta se alejaba, hasta dar visibilidad a una mancha oscura. En ningún momento miró hacia atrás, eso es otra cosa que me había enseñado, si tienes que marcharte nunca dudes. No quería llorar, pero no podía contenerme sabiendo que íbamos a estar separados tanto tiempo o quizá eternamente.

Yo siempre había sido una chica que se dejaba llevar por los sentimientos, pero cuándo tenía que dejar ir a alguien, lo hacía, porque sabía que era necesario para esa persona, a pesar de que a mí me rompiese por dentro.

En ese momento, creía que eso era de cobardes, ahora, sabía perfectamente que había que ser muy valiente para poder dejar ir a una persona que amas con todo tu ser, aun sabiendo que has dejado ir también a tu ancla personal, la única persona que podía salvarte en todos los sentidos de la palabra.

Y es que al fin y al cabo tener buen corazón siempre iba a ser lo mejor y lo peor de mí. 

¡Hola! He decidido que voy a editar la historia entera ya que no me convencía, algunos personajes seguirán igual y editaré otros. Espero que os guste esta nueva historia de bienvenida a mi infierno y me acompañeis hasta el final.

Un kiss. 🌻

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