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-Volveré cuando todo esté bien - asintió. No estaba segura de cuándo sería eso, pero prefería creer que podría regresar en breve.

-Ni se te ocurra no regresar, Lía - posó los labios en los suyos y pudo sentir la urgencia en el beso. Simplemente le correspondió con igual intensidad.

-Tengo que ir ahora a casa de tu abuelo a buscar mis cosas - le dijo una vez encontró un vuelo disponible - Saldré a las 7 de la mañana, no puedo esperar.

-Yo tengo las llaves de su casa. Podemos ir sin tener que molestarlo.

-Deberíamos dejarles una nota - frunció el ceño - Para que no se preocupen si no nos ven cuando despierten.

-Buena idea - la tomó de la mano - Vamos.

Salieron en silencio de la casa, todavía unidos por sus manos. Cailean le abrió la puerta del coche y cuando iba a subir, la detuvo. Volvió a besarla y permanecieron abrazados por un tiempo. En un momento de debilidad, se sintió tentada a pedirle que se fuese con ella. No quería separarse de él, no con las dudas que tenía, pero tampoco quería apartarlo de su familia después de cinco años sin verlo.

Durante el trayecto, se mordió el labio hasta que le dolió. Se maldijo a sí misma por no tener el valor suficiente para hablar con él. Y se odió por maldecirse y no hacer nada más. Si tuviese el vicio de morderse las uñas, ahora mismo estaría sin ellas. Lo miró de reojo y respiró hondo para tratar de serenarse.

-¿Estás bien? - Cailean apoyó la mano en su muslo y la miró con preocupación.

-Un poco nerviosa.

-Todavía no puedo creerme que te hayan robado en casa.

-Ni yo. Ni siquiera tengo nada de valor - se encogió de hombros - Tal vez la tele, pero tampoco es de las más modernas. El portátil lo tengo conmigo.

-Él o ellos no podían saberlo.

-Supongo que vieron una casa deshabitada y aprovecharon - bajó la cabeza - Por suerte Helena no estaba allí cuando sucedió. Si le llega a pasar algo por mi culpa...

-Eh - la obligó a mirarlo - No es culpa tuya. Tú no podías saber que entrarían por la fuerza en tu casa.

-Pero yo le pedí que fuese de vez en cuando, para airearla más que nada. No tenía ningún otro motivo por el que ir. Ni siquiera...

-Lía - la interrumpió - No te martirices por algo que no sucedió.

-Lo sé - suspiró - Lo siento. Tiendo a dramatizar.

-¿Seguro que no quieres que te acompañe?

-Seguro - le sonrió - Tu familia lleva mucho tiempo esperando poder disfrutar de ti. No les voy a privar de tu compañía por una tontería.

-Que te hayan robado no es una tontería.

-¿Quién dramatiza ahora? - bromeó - Estaré bien. Serán un par de días, como mucho.

-Toda una eternidad.

-Sabrás entretenerte - se mordió el labio al notar la amargura con que se tiñeron sus palabras.

-¿A qué ha venido eso?

-A nada - miró por la ventanilla - No me hagas caso. Son los nervios.

-Lía - la llamó - Habla conmigo.

-Es por Shanene - susurró.

-Shanene - apretó su muslo para que lo mirase - ¿Te has estado preocupando por Shanene todo este tiempo?

Se encogió de hombros. No sabía que decir sin sonar patética. Así es como se sentía, al menos. Ninguno de los dos habló porque habían llegado a la casa. Lía quiso adelantarse para no tener que enfrentarse a Cailean pero él tenía las llaves así que tuvo que esperarlo. Se sentía avergonzada de que supiese que hablar con Shanene le había molestado y no se creía capaz de mirarlo a los ojos.

-Lía - Cailean la giró hacia él - No hay nada entre Shanene y yo. Tuvimos varias citas en el pasado pero nunca llegó a más. Dejamos de vernos incluso antes de que me fuese a Edimburgo. No es más que una amiga. Tienes que creerme.

-Te creo - le dijo después de mirarlo un momento a los ojos.

-¿En serio? - sonaba esperanzado.

-Sí, Cailean. Si me dices que no hay nada entre vosotros, te creo.

-Gracias, cielo - la envolvió en sus brazos de manera protectora y se sintió bien al instante. Cailean tenía ese efecto calmante que tanto le gustaba. Rodeó su cintura con sus manos permanecieron así durante unos minutos.

-Si no nos separamos ya, acabaré perdiendo el vuelo - dijo, más tranquila.

-Un minuto más - rió él, pero la dejó ir.

Mientras ella recogía sus cosas, Cailean la observaba desde la cama. Su mirada la ponía nerviosa, pero intentó fingir que no le afectaba. Necesitaba centrar su atención en lo que estaba haciendo para no olvidarse de nada.

-¿Te lo llevas todo? - la pregunta de Cailean la sobresaltó.

-No he traído muchas cosas, la verdad.

Cailean se levantó y caminó con deliberada lentitud hacia ella. Estaba guardando su ropa interior y se había quedado quieta, con unas braguitas en la mano. Se las arrebató, esgrimiendo una sonrisa juguetona, y las guardó en el bolsillo de su pantalón.

-Estas me las quedo - le dijo después - Así tendrás que volver a por ellas.

Antes de que pudiese decir o hacer nada, la besó. Todas sus terminaciones nerviosas reaccionaron al unísono, dejándola trémula entre sus brazos. Se aferró a sus hombros con fuerza mientras se sentía alzar por él. Debía admitir que tenía mucha fuerza, para poder cargar con ella. La depositó con cuidado en la cama y la miró con aquella intensidad que la hacía derretirse por dentro.

-Tenemos tiempo todavía y me gustaría darte algo más por lo que regresar - le dijo antes de besarla de nuevo.

Hicieron el amor lenta y suavemente. Cailean fue tierno con ella, tal y como lo había sido la primera vez. Le mostró con caricias y con besos lo que con palabras no le decía. Y aquello era más duro de sobrellevar que el hecho de tener que irse sin él. De nuevo deseó poder pedirle que la acompañase, pero no lo hizo. Su familia estaba primero. Ella sabía bien lo que era querer verla y no poder. No deseaba que Cailean se arrepintiese en un futuro por no estar con ellos tanto como le hubiese gustado. Mucho menos sería ella la causante de eso.

Disfrutaría de su compañía en aquellas horas que les quedaban antes de su vuelo y se despediría de él después. Por nada le permitiría ver cuánto le afectaba separarse de él. Porque si antes había dudado, ahora estaba totalmente segura de que lo que sentía por Cailean era mucho más fuerte de lo que había pensado en un principio. No se lo diría, porque ni siquiera era capaz de admitirlo para sí misma, pero se había enamorado de él. Loca y perdidamente.

El AutobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora