Kidou y Fudou

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Kidou agradecía mucho a su padre adoptivo el hecho de que le hubiera dejado salir un rato de la fiesta. No estaba cómodo con tanta gente desconocida allí, por lo que se marchó a caminar por las calles, sin rumbo fijo. La ciudad estaba prácticamente desierta. Los habitantes estaban en sus casas, cenando con sus familias, por lo que el estratega sabía que no encontraría a nadie con quien pasar aquel rato. Aunque era algo obvio... ¿quién, además de él, saldría la noche de Nochebuena a caminar, solo, como siempre había estado? Incluso sus compañeros de la Teikoku estarían pasando la noche en familia, o juntos entre ellos. A pesar de que el de rastas se hiciese el duro, por dentro sentía dolor...


Al cabo de unos minutos, llegó al parque de la ciudad, así que decidió pasar para sentarse en algún banco solitario. La nieve caía suave, así que no hacía un frío extremo, pero aun así no pasaría mucho tiempo antes de marcharse de nuevo a la mansión Kidou para seguir en la fiesta. No le quedaba otra opción... El chico cerró los ojos un momento, pensando en todo lo que había pasado. ¿Y si sus padres no hubiesen muerto...? Seguro que la Navidad sería diferente para él en ese momento, sería especial... pero no. El sentimiento de soledad era aún más pronunciado en aquellas fechas... No era que sintiera una tristeza insoportable, ni mucho menos. No vivía mal en absoluto. Pero el calor familiar no era igual... De repente, notó cómo alguien se sentaba a su lado. ¿Acaso alguien estaba tan loco como él para sentarse en un banco, en Nochebuena, mientras nevaba? Kidou abrió los ojos y miró a su lado, sorprendiéndose al ver de quién se trataba.

-¡¿Fudou?!

-¿Qué haces aquí tan solo, Kidou-kun? –Preguntó el rapado. Kidou no daba crédito a lo que estaba viendo. ¿Fudou hablándole normal, sin insultarle y sin ánimo de burla?

-Hay... hay una fiesta en mi casa... y no me apetecía seguir allí. ¿Y tú?

-Odio la Navidad. No quiero saber nada de estas fiestas...

El silencio hizo acto de presencia en la conversación. Kidou dirigió la mirada al frente y suspiró suavemente, sin moverse del sitio.

-Puede que no la hayas pasado con la persona adecuada...

-¿Y si la persona con la que quiero pasarla está justo a mi lado ahora mismo?

Con esa respuesta, el estratega abrió los ojos, mirándole de golpe. Pero Fudou no respondió. Simplemente se levantó casi de un salto para marcharse de allí... hasta que Kidou tomó su mano para detenerle.

-Ven a mi casa... Todo será diferente si estás allí.

Fudou no le miró, pero asintió un par de veces, accediendo sin decir nada más...


Ambos chicos fueron de camino a la mansión Kidou, en silencio, sin decir nada más desde el parque. Pero cuando llegaron allí, vieron en la puerta algo que les sorprendió de manera notable. Un par de cajas de regalo perfectamente envueltas. Los chicos se acercaron y, al ver aquello, se quedaron helados...

-Es imposible... –Susurró Fudou.

-Kageyama...


"Los regalos que allí estaban, eran ni más ni menos que de parte de Kageyama Reiji, el antiguo comandante de la Teikoku, que murió en un accidente aquel mismo verano. ¿Cómo era posible...? Kidou se dio la vuelta, sin siquiera coger la caja que le correspondía, y Fudou se quedó quieto, metiendo las manos en los bolsillos... ¿Acaso el 'espíritu de la Navidad' estaba disculpándose con ellos por todo lo malo que había hecho...?".



Especial Navidad Inazuma ElevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora