Capítulo 16

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Su metro ochenta y cinco, su desordenado cabello negro, facciones angelicales y ojos oscuros no habían dejado de ser perfectos en el tiempo que me había ausentado.

Camilo, a quien había alejado completamente de mi mente, estaba parado en la puerta de mi casa mirándome de arriba a abajo con la mayor tranquilidad del mundo.

-Silvia está? – preguntó.

Escalofríos recorrían mi cuerpo al escuchar nuevamente su voz, la despreocupación con la que hablaba era, sin dudas, típico de él. Si se había sorprendido con mi presencia, no lo sabía, siempre supo ocultarlo todo.

-Mamá, te buscan – grité adrede, no había olvidado lo irritante que se le hacían los gritos.

-Ya voy Virgi, esperame un segundo – respondió desde la cocina.

Genial, pensé. Tenía que seguir en esa incómoda situación bancando su insistente mirada sobre mí.

-Podes no gritar Sanz? Me parece totalmente innecesario, además te recuerdo que tenes una voz horrible.

Nunca iba a cambiar, reí por eso, seguía siendo el mismo idiota.

-Imbécil – lo insulté por lo bajo.

-Imbéciles son las personas que huyen, vos por ejemplo. – contestó.

-Imbicilis sin lis pirsinis qui hiyin, vis pir ijimpli - repetí en burla.

-Encima de imbécil, inmadura.

-Incimi di imbicil, inmidiri – volví a burlarme.

-A ver, correte. Vine a hablar con Silvia, no a tolerar tu inmadurez.

Camilo era unos cuatro años mayor que yo. Lo conocía de toda la vida, era hijo de una amiga de mamá, por lo que a lo largo mi vida lo había visto muy seguido. Toda mi adolescencia había estado perdidamente enamorada de él, me tenían loca su madurez y seriedad pero sobre todo su simpleza y su manera de vivir despreocupado.

Era perfecto pero totalmente inalcanzable.

-Qué haces tarado? – grité al ver que trataba de empujarme para pasar. – No ves que estoy yo?

-Qué pasa acá Virginia? – apareció mamá, interrumpiendo nuestra pelea. – Qué estás haciendo que no dejas que Milo pase?

Cuando mamá dijo esto, Camilo sonreía victorioso entrando a mi casa, y con eso supe que mi estadía acá no iba a ser completamente en paz como lo esperaba.

...

Estaba acostada en la cama paraguaya del patio leyendo tranquila, el aire libre se sentía tan bien que parecía estar en el paraíso.

Encontrarme así hizo que me diera cuenta de lo asfixiada que estaba en Bs As y que de tranquilo allá no había nada, en cambio, acá la tranquilidad era algo común y el bullicio no existía. La comodidad de vivir en un pueblo chico era, sin dudas, la que más me gustaba.

Lejos de la gran ciudad, lejos de la facultad, lejos de las grandes preocupaciones todo era perfecto para mí.

Todo menos el hecho de que Camilo se estaba convirtiendo en una gran molestia.

No lo soportaba, ni él a mí. Éramos totalmente opuestos, y eso me lo había dejado en claro la primera vez que se dignó a mirarme como algo más que una nena, porque eso me consideraba. Pero eso no dejó de hacer que haya sentido algo por él antes y menos que no reaparezcan esos sentimientos al verlo, porque las cosas que te marcan, por más que pase muchísimo tiempo, son difíciles de olvidar.

Sálvame [Tabaré Viudez]Where stories live. Discover now