3. Sólo sé destruir.

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MONSTER - IMAGINE DRAGONS

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MONSTER - IMAGINE DRAGONS


Cristóbal conducía pensativo. No fue fácil todo lo ocurrido las últimas horas. Se alegraba de que Carolina estuviera bien, aunque no tanto de lo que vendría.

Resopló hastiado.

Esa joven tendría que ser su mano derecha a partir de ese momento y eso le ponía los vellos de punta.

¿Qué tenía que lo ponía tan ansioso? Estaba acostumbrado a las lindas piernas, a esos cuerpos esbeltos, aunque al de esa chica le faltaban curvas.

Al darse cuenta por dónde iban sus pensamientos le dio un golpe al volante. Eran unos malditos meses, luego la mantendría muy lejos. Esa sonrisa fresca que solía tener lo irritaba, así como su vitalidad, su suficiencia, por no mencionar su manera frontal de encararlo. Prendió la música y dejó la sexta sinfonía de Chaikovski inundar sus sentidos y lo calmara. Tenía toda la tarde por delante y mucho qué hacer, así que más valía se relajara.

Al llegar todo lucía tranquilo y en orden. Enarcó una ceja mirándola con indolencia, pues pese a que las otras chicas se irguieron en cuanto lo vieron, ella permaneció absorta en su labor.

—Señorita Navarro –la llamó. Esos ojos marrones lo vieron de inmediato. Sonreía, qué raro. ¡Mierda¡, apretó los puños—, debemos ver algunas cosas –sentenció sin más, un segundo después desapareció tras la puerta de su oficina.

Kristián resopló al tomar la tableta mientras sus compañeras le mandaban con gesticulaciones sus condolencias. Se acomodó el vestido con movimientos divertidos y de nuevo las vio arqueando las cejas. Ambas rieron al notar su actitud fresca, Jimena le guiñó un ojo sonriendo.

Ingresó sin tocar, ahí comenzaba todo.

—Tome asiento –soltó aquella voz glacial sin observarla, leía algo en el ordenador.

—Me dijo Roberto que ya pasó lo peor con Caro y el bebé, pero que deberá guardar reposo –cruzó su pierna lista para acatar órdenes. Cristóbal dejó vagar la mirada hasta ella. No parecía nerviosa, mucho menos asustada, como cualquier otra lo estaría.

—Veo que está muy bien enterada, y que también tutea a mi jefe de escolta. –La joven frunció el ceño ladeando un poco la cabeza.

—No sabía que debía hablarle de "usted" y sí, estimo a Carolina, por lo mismo me mantuve informada. –Entornó los ojos recargándose en su asiento, estudiándola con fiereza.

—Gracias a ella tiene este trabajo... Así que espero haga las cosas como las ordene, no admito errores y no soporto la impertinencia –zanjó. Kristián asintió sin inmutarse, tranquila.

—Eso ya me lo había dicho, señor Garza, y no, no se me olvida que gracias a ella estoy aquí. —El hombre apretó los puños y la quijada.

—¿No le parece que es un poco insolente? –La encaró con rabia.

Atormentado Deseo  © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora