11. Contrapeso.

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ZARA LARSSON - UNCOVER

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ZARA LARSSON - UNCOVER

El día siguiente se lo dedicó a su abuela. Juntas pasaron la mañana realizando las compras de la semana y conversando tonterías. Kris lavó ropa, pues la mujer que ayudaba en los que hacerse de la casa, no se ocupaba de ello y no permitía que su Aby lo hiciese. Rieron y disfrutaron.

A las siete llegó temblorosa, nuevamente. Cristóbal no estaba. Dejó las llaves sobre una superficie, sopesando si quedarse o no. Negó con firmeza. Debía irse, le dejaría una nota y sería su oportunidad de acabar con todo esa locura que ya la estaba afectando.

Buscó en su bolso un papel y algo con que anotar, justo cuando los encontró, escuchó que la puerta se abría. Se irguió pasando saliva. Iba vestido de forma casual. Era tan raro verlo fuera de esa pose rígida, que casi sonrió. Llevaba algo en las manos. Arrugó la frente.

-Siento la demora -parecía relajado, incluso jovial. Ladeó la cabeza con el papel y lápiz éntrelos dedos. Él avanzó y le tendió una bolsa de estraza, aliviado de que sí apareciera. Con aquel jean y esa blusa color perla, se veía preciosa.

-¿Qué es? -quiso saber dejando sus intenciones de una nota sobre la barra de la cocina. Él observó el gesto.

-Ábrelo. -Lo hizo y sacó un batido de chocolate. Sonrió desconcertada.

-¿Es en serio? -Su mirada brillaba y parecía una niña asombrada, complacida. La calma lo invadió.

-Supongo que no lo rechazarás -la instó agarrando el papel-. ¿Te ibas? -preguntó sin más. Ella se humedeció los labios encarándolo, con el corazón a todo babor.

-Creí que... no vendrías y...

No pudo más, la tomó del cuello y la besó. Nada volvió a importar, ella lo rodeó por completo cuando él dejó el helado sobre la repisa.

-Deseo esto tanto como tú, Kris -musitó contra sus labios usando ese diminutivo de su nombre. Casi se derrite ahí, en plena estancia.

-No sé si debemos seguir -manifestó ansiosa, aferrada a su enorme brazo, de puntillas, gozando de la textura suave de sus labios. Él pegó la frente a la suya al escucharla.

-Solo déjate llevar... -le pidió mirándola a los ojos. Notó su ansiedad, cierto temor oculto tras sus pupilas verdes.

-Es una locura -susurró dejando su aliento fresco sobre su rostro. Sonrió asintiendo.

-Lo sé -y volvió a besarla, despacio. Necesitaba de ella, de su sabor, de lo que generaba en cada rincón de su mente, de su cuerpo. La tomó en brazos, se sentó sobre el sillón y siguió besándola con roces sedientos, urgentes, mientras ella lo tocaba con desespero.

Varios minutos después ambos yacían inmóviles, llenos aún de calor.

-Tu batido debe estar por derretirse -le recordó besando su frente y desapareciendo un instante después, como solía. Se colocó la braga, la blusa que llevaba y fue por él. Caminó a la habitación. Cristóbal salió acomodándose el bóxer, pasándose las manos por el cabello. Era impresionante, infernalmente atractivo.

Atormentado Deseo  © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora