5-Al cuerpo, lo que pida

13 4 1
                                    

"Hola, aquí su autora. Este va a ser un capítulo un poco explícito por no decir otra cosa. Espero lo disfruten"

Querido diario:

¡Soy feliz!

El momento duro unos reales 20 segundos, pero en mi mente fue como una eternidad. Él me giró para abrazarme, pero de repente se encontró con mis lentes "hipnóticos" y no puedo evitar reír. 

Yo bromeé con que lo iba a hipnotizar para hacer cosas que él no quería, y sin esperarlo, me sacó los lentes y me dijo: "si no lo hago yo primero". Esas palabras tornaron el clima algo sensual, hasta que él se sonrió y se disculpó para entrar a la fiesta. Obviamente con los lentes puestos para tomar unas cervezas sin que lo reconocieran. Fue el camuflaje más inútil después de la gorra de Joe Golbert.

Las chicas, que ya lo habían reconocido, se habían pegado a las puertas corredizas de vidrio cuando lo vieron salir, y gritaban como locas haciendo señas explicitas de sexo. Por suerte el no las vio, y yo solo podía poner los ojos en blanco y reírme. Payasas. 

Volvió con las cervezas y se sentó al lado mío. De adentro me salió un suspiro que seguramente fue muy obvio. Porque fue. Porque saludó.  Porque estaba ahí conmigo. Y también porque saco mi teléfono de la pileta, aunque sin remedio. Ninguna cantidad de arroz posible iba a hacer que los 20 minutos que estuvo sumergido funcionara. Y cómplices, al ver como el pobre aparato se escurría en una toalla nos reímos. 

Nos reímos juntos, toda la maldita noche hasta que se apagó la música y quedamos solos. Ya no como su paciente y el como mi psicólogo, sino como amigos tal vez, para no decir como la cazadora y su presa; El pobre indefenso Bambi al que se quería llevar a la cama. Y eso dificultaba un poco las cosas. 

Me confesó que decidió tomar la licencia para replantearse si seguir atendiéndome, porque habíamos roto "un par" de reglas éticas que él debía seguir como el profesional que es. Yo me quedé sorprendida cuando me lo dijo, pero sabía que tenía razón. Tal vez por eso estaba ahí. Como una despedida. Bueno, si era una despedida no podía perder la oportunidad de tirarme a Bambi, ¿no? 

El silencio inundó el patio y los pájaros habían hecho el clima ideal con sus cantos. El cielo se teñía de rosa, naranja y celeste para dar paso al amanecer en sí. De pronto estábamos muy cerca, tal vez porque ninguno quería despedirse. Él estaba sentado en la otra reposera y de espaldas a la entrada del patio. Se levantó para irse arruinando el momento más perfecto, pero sin planearlo alguien apareció por el portón. 

Me percaté al instante que era mi madre, y  sin dejarlo voltear para que no lo reconociera, lo tomé por el rostro y lo besé. Con mis brazos enrollados en el cuello de un Kevin confuso, le hice señas para que se fuera y ella, entre cómplice y picara, guiño el ojo sin decir nada. Se fue sonriendo, pero yo se que por dentro decía su típica frase: "Hija de leona". 

Los sentí marcharse en el auto sin despegar mis labios de los de Kevin. Y él tampoco me soltó, sino todo lo contrario. Atinó a sentarse en la reposera sin soltarme, pero tal vez por desesperarse o por el alcohol, terminamos resbalando y metidos en la pileta. Ambos nos miramos y reímos. Luego de unos dos segundos, como quien ve algo que se le antoja hace mucho, me acerqué arrinconándolo contra la pared de la pileta y rodeando su cintura con mis piernas. 

Lo besé. Una y otra vez. Lamí su cuello recorriendo lo que parecían ser las venas que se le marcaban por el subidón de la libido, y mientras con mis dedos me aferraba y enredaba su pelo. Él, sin tener que hacer ningún esfuerzo pero con una urgencia tremenda recorrió mi espalda y me levantó el vestido para con sus manos hurgar en mi. Yo lo sentí, y me aparte un poco para mirarlo pícara, a lo que su respuesta fue mirarme fijamente y sonriendo, mientras con dos dedos y muy lento recorría mis labios frotándolos con firmeza. Justo cuando estaba por explotar al tenerlo tan cerca de la puerta de entrada a mi vagina dejó su sonrisa y se acercó a mi oído para susurrarme: "¿No sos virgen, no?". Su pregunta me tomó por sorpresa. Claro que no era virgen, y quería que le quede bien claro. Así que sonreí, y le pedí que salgamos de la pileta para ir a la habitación de visitas que estaba en el quincho. "Visitas", como quien dice no teníamos nunca, era más bien la habitación donde llevaba a los que me quería follar para que no pensaran que eran algo serio. Cuando entramos lo tiré sobre la cama. Estábamos muy mojados pero no importó. Allí y apoyado en sus codos pude ver que su pene estaba por atravesar su jean, y como un acto de compasión por ese pobre pantalón me acerque para quitárselo de una vez por todas. Cuando estaba por bajar su ropa interior, me agache al borde de la cama y desde ahí, tomando su pene como un micrófono y mirándolo fijamente a los ojos le dije: "Ahora vas a descubrir a la virgen y a Dios si queres".

Mi boca estaba deseando lamerlo y él me miraba con urgencia y un poco de desesperación también.  Así que recorrí con mi lengua su tronco haciendo presión sobre sus venas a punto de estallar mientras lo miraba retorcerse. Luego con mis labios jugué cual fuera un chupetín. 

Me metí todo su pene a la boca y con el ritmo preciso de una canción comencé a chuparlo. No quería que terminara ya, así que sólo fue un tiempo y lo solté. Él con los ojos totalmente idos me miró y me tomó por los brazos para llevarme arriba suyo, yo accedí. Ya lo quería dentro mío. Pero cuando estaba por introducirlo se giró encima de mi para quedar arriba. Lo miré sin estar acostumbrada a que me dominen pero al carajo, que me hiciera suya como quisiera.

Al fin lo sentí como se disponía a entrar, pero de pronto se frenó y un escalofríos recorrió mi cuerpo pensando que se había arrepentido. Seguido de eso, me sonrió al notar mi cara de preocupación y preguntó sin quitarse de encima donde tenía los preservativos. Con una mano le señale el cajón de la mesa de luz. Estaba agitada, en shock, con una mezcla de adrenalina y embriaguez de deseo. Él se quitó de encima mío y se puso la protección. Ahora sí, listo el caballo de guerra, entonces que arda Troya. 

Erguí mi espalda de placer al sentirlo dentro, por fin mi necesidad de meses era saciada. Estábamos locos de placer, y sin remedio alguno mas que una buena dosis de sexo. O dos. O tres. Cada embestida era una oleada de placer. 

Placer, deseo, calor, hasta ahogarnos una y otra vez en gemidos que parecían no acabar. Que parecían ser puntos seguidos en una mañana donde lo único que importaba era dar al cuerpo lo que pida.

-------------------------------------------------------------------------

Bueno hasta aquí. 

Gracias por leer y si crees que esta historia vale la pena, votá y comenta para hacérmelo saber.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jan 07, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

AprendizWhere stories live. Discover now