No es una cita.

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Llegó el deseado día de los dulces, así lo había nombrado la chica. Los días anteriores habían sido muy tensos, en especial con Aomine, que como había adivinado evitaba hablar o quedarse a solas con ella.

-Hombres....- murmuro en el avión, sí había cogido un avión, más que nada porque pasaba de tragarse más de tres horas en tren, y otro factor influyente era su padre que le había dicho, textualmente que, mientras se comportará, podría usar el dinero que quisiera. No eran millonarios, pero su progenitor tenía un trabajo donde el dinero no era algo que faltará.

Los cascos y la música fueron sus fieles acompañantes durante todo el trayecto, aunque no pudo dejar de sentirse un poco culpable por no haberle dicho desde el principio a Satsuki, que también estaba un poco molesta, y Aomine lo de Shogo.

Tras aquella hora de viaje bajó del avión y al primero que vio fue a Atsushi, aunque tampoco era muy difícil teniendo en cuenta la altura del chico.

-Buenos días.- le saludó.- Vamos a esa feria, cuanto antes lleguemos más comeremos.

-Si- dijo con aquel tono de aburrimiento tan característico de él.

Aquel sitio estaba lleno, si no se perdía era porque perder al de Yosen de vista era muy complicado, lo único que podía incomodarla un poco era que casi el 70% de los que estaban allí eran parejas y el otro 30% familias, ya había leído que no era muy común en Japón que una chica saliera con un amigo.
-~Algodón de azúcar, Na-chin~-la llevo a arrastras hacía el puesto donde lo vendían.
-¿Na-chin?- pensó, estaba acostumbrada a que le acortaran el nombre pero nunca nadie había usado la silabas finales.
-¿Pasa algo?- preguntó el chico que ya estaba comiendo algodón de azúcar.
-Nop, solo que nadie me había llamado nunca Na-chin.- el chico como contestaciones le ofreció que cogiera un trozo del dulce.-Gracias.
-¿Por que estabas enfadada con Kise-chin?- preguntó como el que no quería la cosa.
-No te preocupes con eso, y no era enfado era estar molesta.- solucionó- venga Atsu, no me hagas pensar en cosas tristes.
-~Vale~- comento con tono infantil, aquel tipo podía medir mas de dos metros pero se comportaba como un niño, y lo que pasaba con los niños siempre era lo mismo, querían tener toda la atención así que decir que Murasakibara estaba celoso no era tan descabellado.
-Tengo ganas de aplastarlos- dijo el chico, aquel lado sádico era divertido, en especial porque los aplastados eran un grupo de niños que estaban comprando caramelos.
-Y yo pensando que odiaba a los niños.- le confesó al pelimorado.- En mi defensa digo que los odio porque en mi familia paterna soy la niñera, niño pequeño que hay, niño que acabo cuidando...- la mano de Atsushi acabo en su cabeza para despeinarla, en un acto que pretendía ser de consuelo.
-¡No!- grito alguien y ambos se giraron al dueño de la voz.- Murasakibara también tiene novia....- y empezó a llorar.
-Oka-chin- le llamo su acompañante.
-Okamura, rindete que tu consigas una cita es imposible.- le dijo el chico que iba con él.- una vez dejo a su amigo en una especie de aura oscura se dirigió a ella- Soy Fukui Kensuke y el solterón es Okamura Kenichi.
-Yo soy Leyna, y no soy novia de Atsu, así que Kenichi puedes dejar de emitir esa aura, que asustas a los niños.- no mentía de los cinco niños que habían pasado por la zona, tres habían huido despavoridos y los otros dos se pusieron a llorar llamando a sus madres.
-Pero Leyna-san- con toda la confianza del mundo y, todavía, llorando empezó a contarle su vida amorosa o mejor dicho su no-vida amorosa.
-Oka-chin quiero aplastarte.- pobre Atsushi que estaba siendo completamente ignorado.
-Keni consejo femenino, deja de mostrarte tan desesperado.- le aconsejó- porque entre la desesperación y la cara que tienes y súmale tu tamaño, lo que haces es asustar.
-En eso lleva razón- apoyo Ken, que no dejaba de asentir.
-Segundo, tienes que ganar méritos con las chicas demuestra que eres un buen tipo.- el rubio seguía asintiendo ante las palabras de la peliblanca- si ves una chica en peligro ayudala, puede que ella tenga novio pero puede abrirte las puertas a su grupo de amigas. Y si no funciona, buscate una aplicación de esas en las que se apuntan solteras desesperadas.- Kensuke estalló en carcajadas.
-Gracias, sensei, aplicaré todo lo que me ha enseñado.- dijo convencido Okamura.
-Na-chin...- la llamó el pelimorado, al cual le estaba prestando menos atención que a una mota de polvo, y ya se había hartado de tan poca atención y quería que la ojiazul le mirara a él, por ese motivo la cogió de la mano y se la llevó del lugar donde estaban sus senpais.
-Atsushi- le llamó puesto que el chico estaba tan molesto que ni se había dado cuenta de que habían abandonado el lugar.
-Na-chin ha venido conmigo así que no le prestes atención a otros hombres.- mohín infantil, pero Leyna lo había dicho antes tenía experiencia cuidando a niños ajenos y en ese caso era necesaria.
-Lo siento Atsu- le sonrió con dulzura- a partir de ahora te prestare atención a ti. Pero no te enfades conmigo por favor...- aquel tono de voz y la manera que lo dijo fue lo que hizo que el chico la mirara.
-No estoy enfadado con Na-chin.
-Me alegra oír eso ¿y ahora a dónde vamos?- preguntó.
Y el pelimorado se tiró toda la tarde llevando a la chica de un lugar a otro sin soltarle la mano, aquello le trajo recuerdos de niñez cuando era niña y pensaba que su madre se había enfadado con ella no la soltaba porque tenía miedo de que se fuera, irónicamente aquel miedo infantil se volvió una realidad, recordaba todas y cada una de las noches que predeciron aquel abandono, lo peor de todo era que lo único que podía pensar es que ella era la culpable de que su madre se hubiera ido, de que su padre estuviera enfadado y triste, de que su familia se hundiera. Estaba entrando en recuerdos demasiado dolorosas, cosas que no iban a cambiar, que no provocaban nada bueno, por ese motivo apretó la mano de Murasakibara, porque tenía miedo de que se fuera y la dejará a solas con sus recuerdos.

-Oye Shogo- llamo a su 'hermanastro"- ¿Qué recuerdas del día en que se largó tu padre?- la pregunta pillo de sorpresa al chico, pero aún así la contestó.
-Mi madre estuvo encerrada en su cuarto durante días estaba estérica y yo lo único que hacia era llamar a papá para ver si venía a ayudarnos. Después de que se le pasará tuvo que trabajar y, nuestra unión familiar se fue al traste.¿Por qué preguntas eso?
- Me he acordado del día en que mamá se fue- le dijo- y de todo lo que aquello desencadenó.
-No pienses en eso.
-Sabes que es lo mejor de todo, que se fue porque decía que se asfixiaba con mi padre, y ahora resulta que esta aquí más asfixiada que con nosotros.
-Algunos pensaran que la tratas injustamente, ya sabes, "tu madre no era feliz con tu padre, deberías dejar que rehaciera tu vida..."- puso voz de vecina cotilla.
-Pero tú no, porque a ti también te dejaron tirado, al igual que a mi.- lo miro de manera cómplice.
-Podemos formar un dúo, los niños abandonados.- dijo con burla.
-Vaya mierda de nombre.- le tiro el cojín.
-Un día de estos me llevaré este cojín- amenazó.
-Puedo entrar a tu cuarto y robártelo.- le sacó la lengua.
-Llamad a la poli estamos ante una chica mala.- dijo el peligris- espero que no te escapes por la ventana para irte de fiesta.
-De lo que tengo ganas es de que te vayas y me dejes dormir.
-Buenas noches.- se despidió el muchacho.
-Buenas noches.


I Can't Be TamedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora