Capítulo III: Fjola

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En la taberna de la ciudad de Kvitingan, cuyo interior estaba lleno de campesinos, comerciantes y mercenarios, bebiendo sin descanso y riendo a carcajadas, Astrid y su nueva compañera, quien se presentó como Fjola, se dirigieron a una mesa desocupada cerca de la barra. Algunas antorchas iluminaban el lugar, cuyo ambiente era enérgico y ruidoso, debido a las conversaciones que se llevaban a cabo en todas las mesas ocupadas. Aventuras y situaciones cotidianas se mezclaban en sonoras charlas, a las cuales Astrid prestaba atención entusiasmada.

Una vez ubicadas en la mesa, Fjola sacó un pañuelo y una cantimplora desde su mochila y se los entregó a Astrid.

— Ten, aún tienes sangre en tu rostro, será mejor que la limpies para no despertar sospechas. Aunque es una lástima que tu ropa no sea tan fácil de lavar... —exclamó Fjola, mientras Astrid recibía los objetos que ella le estaba alcanzando.

— Muchas gracias, señorita Fjola —respondió Astrid, para luego comenzar a limpiar cuidadosamente su rostro, evitando tocar su inflamada nariz. Una vez limpió la sangre lo mejor que pudo, agregó: — No hubiese sabido qué hacer contra ellos si usted no hubiese aparecido para salvarme.

— No es nada, pequeña, aunque no voy por la vida haciendo de heroína —agregó Fjola, mientras sonreía alegremente.

Entonces, ambas voltearon a ver a una camarera que se acercó rauda hacia su mesa. Al ver los ojos de la muchacha que brillaban mientras leía la carta que acababa de recibir, Fjola le propuso pagar por su comida.

— Creo que después del mal rato que acabas de vivir, es lo mínimo que mereces... —Fjola observó confundida a Astrid, dando a entender que no sabía el nombre de su invitada.

— ¡Mi nombre es Astrid! Perdone la poca educación que he mostrado al no presentarme correctamente —respondió Astrid afligida y muy apresuradamente.

— No hay problema, tampoco es que se me haya ocurrido a mí preguntártelo de buenas a primeras —respondió Fjola con una risa incómoda. Entonces, agregó— Es un nombre que viene bastante bien para una chica como tú.

— ¿Cómo así?

— Eres bastante linda, no me sorprende el por qué querían llevarte aquellos borrachos del callejón.

— ¡No diga tonterías! —exclamó Astrid sonrojada y algo incómoda— Suena como si usted estuviese tratando de coquetear conmigo...

Fjola rio mientras Astrid hacía señas a la camarera para indicarle lo que deseaba cenar. Al ser consultada por su orden, Fjola solo pidió un jarrón de cerveza, ya que ella había cenado rato atrás. Momentos después, la camarera regresó con una espumeante jarra, que Fjola observó sonriente.

— Sería de muy mala educación, como tú dices, observarte mientras comes sin acompañarte con algo. Además, aquella trifulca me ha dejado sedienta —recitó Fjola e inmediatamente comenzó a beber el frío brebaje.

— ¿Cómo está su brazo, señorita Fjola? —preguntó Astrid, a lo que Fjola dejó de beber y se observó el brazo que había sido golpeado previamente.

— Duele a ratos, pero llevo tanto tiempo siendo mercenaria, que estos golpes son caricias al lado de las heridas que me he hecho — respondió Fjola.

— ¿Entonces... usted es una mercenaria? —preguntó nuevamente Astrid a su acompañante quien dejó su jarra sobre la mesa y la observó fijamente.

— Sí... Llevo poco más de siete años vagando por las distintas ciudades del reino. Las vueltas de la vida me obligaron a escapar de casa y buscar una forma de vivir por mí misma... —respondió Fjola notoriamente incómoda, y para cambiar de tema, agregó—. ¿Y qué hace una señorita tan frágil como tú por los suburbios de Kvitingan?

Astrid: La búsqueda (Preview)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon