Prólogo.

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VALLE HODDER, LANCASHIRE, INGLATERRA

DOS MESES Y MEDIO ANTES

Ayer había sido la fiesta de casamiento de Vee aquí, en Inglaterra. Todo era asombroso. Jamás se me hubiera ocurrido visitar Inglaterra, lo hice únicamente por Vee y le estaría eternamente agradecida: este lugar era hermoso.  Pero de todos modos, había algo que levantaba mis sospechas. Algo no encajaba. Sentía la presencia de ángeles caídos. Incluso la había sentido en la boda de Vee. Pero era imposible, habíamos matado a todos los ángeles caídos de la Tierra, ¿verdad?

Estábamos en el aeropuerto con Patch, Vee hacía dos horas había tomado su avión de luna de miel junto a Gavin. El nuestro saldría dentro de unos minutos, así que ya nos encontrábamos en la fila para arribarlo. Nos hubiera gustado quedarnos más tiempo, claro, pero mi madre aún se encontraba en Coldwater: no había podido dejar su trabajo para asistir a la boda. Además, no quería dejar solo a su nuevo novio, John, solo. Luego de haber destruido la hechicería diabólica, los restos de ella también se habían ido. Lo que significaba que toda la hechicería que Hank había usado en mi madre, también habían desaparecido. Y me alegra decir que ella pudo seguir con su vida.

Ya en nuestros asientos del avión, decidí preguntarle a Patch. No perdería nada si lo hacía.

«¿Patch?» hablé a sus pensamientos.

«¿Qué sucede, Ángel?» noté algo de preocupación en su voz. Probablemente porque le había hablado a través de sus pensamientos y no en voz alta.

«Sé que sonará raro, pero…en el casamiento de Vee sentí la presencia de ángeles caídos.»

Lo miré y noté que sus expresiones primero se tensaban y luego se relajaban

«Ángel, hace menos de tres meses encadenaste a todos y cada uno de los ángeles caídos al infierno. No tienes de qué preocuparte.»

Tenía razón. El miedo me estaba controlando, los ángeles caídos ya no existían en el planeta Tierra. Debía tranquilizarme. Suspiré, reposé mi cabeza en el hombro de Patch y cerré los ojos.

Me encontraba en el medio de Hawthorne, a dos kilómetros de mi casa. Una espesa niebla cubría todo lo que mis ojos trataban de alcanzar a ver. Comencé a caminar en dirección a mi casa pero cuando trataba de caminar más rápido, era como si la niebla me frenara y me hiciera caminar más lento. Tenía una mala sensación de que en mi casa estaba sucediendo algo, pero no tenía la certeza de qué se trataba.

Cuando por fin estaba cruzando el camino hacia mi casa, escuché unos gritos dentro de la casa. Me apresuré y esta vez la niebla no me lo impidió. Me quedé detrás de la puerta de entrada, escuchando.

—Lo preguntaré solo una vez más. ¿Dónde está Nora? — era una voz masculina, totalmente desconocida para mí, y hablaba con una eterna dureza.

—No lo sé y si lo supiera, tampoco te diría. Ella se fue hace más de una semana. No me ha dicho a dónde, no estoy en contacto con ella y, por si no es obvio, no ha vuelto. — esa voz sí la reconocía. Era mi madre.

Me quedé helada en mi lugar, no lograba moverme. ¿Quién era el hombre que se encontraba adentro de mi casa?, ¿por qué me buscaba? Estaba muy preocupada por mi madre. No podía permitir que nada malo le sucediera. Abrí la puerta produciendo un golpe muy fuerte y luego todo se desvaneció.

Abrí los ojos, respirando agitadamente. Me encontraba en el avión. Recostada en el hombro de Patch.

—¿Mal sueño? — preguntó mientras acariciaba mi cabello.

—Eso creo…— respondí aun algo dormida y asustada.

—Ha sonado tu teléfono mientras dormías.

Terminé de despertar como si me hubieran arrojado un balde de agua fría. Tomé mi teléfono. Tenía un mensaje de mi madre, decía “Hoy han llamado por ti a casa, era un chico. Me ha dicho que era para preguntarte sobre la tarea de aritmética. No quiso dejarme ningún nombre. ¿Sabes de quién se trata?”

Patch estaba mirando mi celular. Sabía que si le decía la verdad a mi madre, la alertaría tanto a ella como a Patch. Así que decidí volver a la vieja táctica: mentir.

“Sí. Es un compañero que se sienta varios bancos por delante mío. Seguro ya ha llamado a alguien más.” 

RitornoWhere stories live. Discover now