Capítulo V: La gema es la esperanza

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Las embestidas de esos seres en el vehículo provocaban que fallaramos la gran parte de nuestros disparos, el arma que salió de aquella gema, su cañón, no entraba por el hueco habilitado para ello a si que me tocó irme a la escotilla y disparar desde ahí.

Por suerte teníamos a la luna de nuestra parte, estaba casi llena y su luz bañaba todo, permitiéntome diferenciar sin mucha dificultad unas 10 o 15 alimañas. Tenían unos ojos brillantes, una potente dentadura con dos enormes colmillos afilados. Eran semejantes a los coyotes, pero mucho más grandes y de un aspecto más desaliñado.

Apunté a mi primer objetivo, sus embestidas eran cada vez más fuertes y las balas del resto parecía no hacerle mucho daño.
-¡Pero qué cojones les ocurre a estos bichos!- escuché que gritaba Daav con rabia desde el interior.
El animal volvió a envestir y yo apreté el gatillo de la extraña arma, este desapareció en un destello de luz transformándose en una gema, igual que los guardias, salvo que esta era de color verdoso, y la otra de un color azul. Justo me dio tiempo a girarme y disparar a otro que intentaba saltar al techo.
-¡Guardad las armas! Parece que sólo mis balas, o lo que sea que lance esta cosa, funcionan- grité al interior.

Pronto escuché como se detuvieron los disparos y los gruñidos de los animales comenzaron a rodear la atmósfera, cargándola aún más. Apreté con fuerza el arma y con seguridad apreté el gatillo para lanzar disparos certeros a mis objetivos.
Escuché un ruido metálico, giré rapidamente la cabeza para ver donde procedía y poca fue la ira que sentí cuando vi como varios animales se lanzaban hacia los caballos robotizados. Con la misma puntería de antes, les hice transformarse en un destello.

Hice la cuenta y quedaban aún siete en pie, siete que, a la vez, comenzaron a embestirnos, a si que dificultaron mi tarea. Desperdicié bastantes tiros pero logré acertar a tres más, según iban cayendo, las sacudidas iban disminuyendo, tanto de fuerza como de cantidad, a si que me fue cada vez más fácil deshacerme del resto.

Una vez que logré disparar al último, volví al interior del carro, me aseguré bien de cerrar la escotilla. El primero en recibirme fue Geko:
-¡Eres buena!- me dio una palmada en el hombro- ¡Wow, has estado espectacular!
Sonreí y con un gesto de la mano les detuve al resto antes de que comenzaran a compartir sus opiniones.
-Eran 12, afuera tienen que haber 12 gemas, tenemos que encontrarlas antes de que vuelvan a aparecer más. Quiero preguntarle al oráculo qué son.-Miré a Daav- Tu sabes de mecánica y esas cosas, echa un ojo a los caballos.
Salimos del carro y mientras yo y Liszh buscábamos las gemas y Daav veía el estado de los robots después del ataque, Geko y Jayl vigilaban.

Sólo logramos encontrar 6 gemas, una buena cifra teniendo en cuenta que estamos buscando en arena después de haber bastante movimiento. Una vez todos dentro hicimos un anális de la situación.
-Los caballos están bien, algún arañazo, solo daños superficiales- comezó Daav.
-No podemos seguir así- continuó Jayl- es probable que vuelvan más.
-Pero... ¿de qué nos serviría?- dijo Liszh con firmeza- estamos en medio del desierto, estemos aquí o 10 minutos más adelante es fácil encontrarnos.
-Sí, pero estaríamos 10 minutos más cerca del oráculo y, por lo tanto de un lugar protegido- intervino Geko.
-Es mejor que salgamos cuanto antes hacia el oráculo, no creo que aguanten mucho los mecanismos de los robots, en el oráculo podremos sustituir este carro por otro vehículo más rápido y ligero para volver- Daav, se dirigió hacia la parte delantera del carro- además, no resistirán otro ataque más, no podemos arriesgarnos.- Cerró la puertas tras de sí y noté como el carro comenzó a moverse.

Pasé todo el trayecto en guardia, observando en el techo del carro todo los alrededores, con el arma preparada para disparar. Al amanecer logramos divisar el Oráculo. Se encontraba dentro de una cueva cuya entrada estaba en una pequeña cordillera, que era la que separaba el desierto del pulmón de Ephosya. A si que no solo tienes un gran trayecto con el vehículo, si no que te esperan una o dos horas de caminata en medio de una montaña rocosa para llegar al Oráculo donde cualquier depredador te puede saltar.

Había un pequeño sendero de arena que se adentraba en la espesura del bosque, el cual lo rodeaban inmensos árboles y pequeñas flores de todos los colores y variedades que según te ibas adentrando más en el el interior cambiaban sus especies hasta llegar aun frondoso bosque de pinos, se respiraba una armonía y calma que hacían del lugar mucho más mágico ya que había especies vegetales que, después de pasar por el caluroso y seco desierto era inimaginable que estuvieran sobreviviendo ahí. La magia del oráculo, decían.

A lo lejos logramos divisar la entrada a una cueva donde sus bordes tenían un destello azulado, y una cascada caía desde arriba pero fantásticamente el agua se dividía en dos partes para caer a los lados de la entrada. La vegetación era más abundante y el canto de los pájaros anunciando el nuevo día acompañaban a los ciervos que bebían tranquilamente de un pequeño riachuelo. Habíamos llegado.

En la entrada había un niño con una túnica blanca, que resaltaba con su tez morena, tenía unos inmensos ojos azules que te atravesaban como si quisiera leer tus pensamientos. Al verme, una enorme sonrisa que enseñaba su perfecta dentadura de dientes blancos apareció por su rostro.
-El Oráculo te está esperando, Elegida- dijo mientras me invitaba a pasar al interior con un elegante movimiento.
-Me llamo Shue- rechisté hacia mis adentros.

Las galerías eran blancas, el niño nos guiaba sin mirar atrás, asombrados observamos las pequeñas gemas azules que adornaban las paredes. En nuestra aldea nadie había visto el Oráculo antes que no fuera en ilustraciones de libros salvo Hannah.

Llegamos a una sala amplia blanca donde, a un lado, caía agua azulada, o alguna especie del líquido, tomamos asiento en unos cojines y la sala se tornó azul debido a la luz que empezó a salir del líquido. Un rostro aparecío proyectado y ante nuestro asombro comenzó a hablar.

Bienvenida Shue, veo que has venido de un gran viaje y que seguro que tendrás muchas preguntas. También veo que llevas el arma- su voz resonó en mi cabeza, observé mi mano derecha, aún no la había soltado desde el incidente en el desierto. Antes de que formulara mi pregunta el Oráculo se adelantó para responderla- Esos animales que visteis no son de este planeta, como la profecía dice, la guerra está cerca.
A Liszh se le escapó un gritito de terror.
Las gemas que surgen de cada disparo certero son cargadores de potencia de tu arma. Los azules sirven para acabar con humanos y monstruos menores. Las verdes para los monstruos mayores. Abre el compartimento que está debajo del visor, Shue.
Investigué alrededor de este para ver por donde se abría, vi un pequeño boton de color negro, lo apreté y este se abrió. Vi tres gemas azules aún en su interior.
Cada gema es un disparo, las debes almacenar ahí dentro. Cuando se te acaben, no tendrás más disparos. A parte, también pueden salvar a tu amiga. Cinco gemas verdes y estas curan cualquier herida, y devuelven cualquier estado.

<<Yma podría volver a tener la pierna>> pensé

***
Hola a todxs!
Siento la tardanza!!!
¿Qué os va pareciendo?

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