Capítulo 03

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CONFESAR

Siguió gritando, pidiendo explicaciones. El demonio la vislumbraba como si de basura se tratase y eso solo la enervaba. ¿Por qué ella? ¿Por qué, por qué, por qué? Si había tantos humanos con mejores cualidades, con complexiones más favorables, no comprendía.

Sus pensamientos estaban sumergidos en las tinieblas, no podía ver con claridad nada. Sentía que estaba en uno de esos sueños que la hacían temblar y lloriquear; pero había entendido que esta vez era real.

Abadón por un momento se preguntó si estaba haciendo las cosas bien. Es decir, ¿eso no lo convertía en lo mismo que lo había condenado? ¿No estaba actuando como el Todopoderoso? La respuesta era afirmativa, pero si quería cumplir su misión tendría que sacrificar algunas cosas.

Se asustó de sus dudas, ¿es que a caso no entendía que nadie merecía segundas oportunidades? Nadie porque a él no se la dieron. Había sido inocente, su único pecado fue superar a ese sujeto mentiroso y traicionero.

Prosiguió, entonces, con la tortura. Siempre recordando cómo había sido humillado. Como si hubiera sido ayer, dejó que sus recuerdos vagaran en su mente para hacer todo a imagen y semejanza. Anne gritaría y sufriría lo mismo que él porque así podría poseerla permanentemente.

Si su espíritu se rendía y se entregaba al demonio, sus planes triunfarían.

Decenas de alacranes salieron de alguna parte del suelo y se acercaron a Anne, quien intentó alejarse arrastrándose hacia atrás; pero tal y como lo imaginó, su esfuerzo no sirvió de nada. Pronto fue cubierta por los diminutos bichos, su cuerpo quedó tapizado de escamas duras y oscuras. La pálida piel se llenó de animales.

Quiso sacudirlos, no obstante, no se despegaban. Se habían anclado como garrapatas, sus patas se enterraron como cuchillas.

Se esforzó por enfocar la mirada porque el dolor estaba acabando con sus paredes, buscó al ser oscuro que había visto segundos atrás; ya no estaba, se esfumó sin que lo notara. Sin embargo, no estaba sola.

Flotando se encontraba la estructura masculina del cantinero, Dabry estaba suspendido con la cabeza gacha y los músculos relajados. Tragó saliva porque empezaba a entender la situación. El pobre hombre jamás quiso hacerle daño, todo era producto de algo que más poderoso que ellos dos juntos.

Estaba muerto, siempre lo estuvo.

Lo recordaba como un hombre arisco, pero dispuesto a ayudar si así lo necesitabas. Quizá fue también víctima de su generosidad. Bien dicen que la bondad sin gota de malicia te hace perecer, pues los otros chupan todo lo que pueden sin importar que las succiones acaben contigo.

—El viejo Dabry ya me ha ayudado bastante, no creo que aguante mucho más. —Esa voz le causó un estremecimiento. Era distinto a cualquier timbre que hubiera escuchado: como si mil voces se unieran para crear una sola.

Los alacranes seguían adheridos, dejando solamente los huecos de sus ojos, su nariz y su boca. Escuchaba el silbido de sus aguijones al serpentear. Buscó con frenetismo al interlocutor. En la oscuridad se iluminaron dos ojos celestes como dos luces estroboscópicas. Lo vio acercarse, lucía igual que Dabry; pero podía ver los caminos negros de sus vasos y su piel hundida, marcando las convexidades y concavidades de sus huesos.

Quiso llorar, no obstante, ya nada salía. Se había quedado completamente seca. Tenía ganas de gritar y pedir ayuda, sin embargo, sabía que nadie iría a rescatarla.

—¿Sabes quién soy, querida Anne? —Su nombre en sus labios desérticos le causó arcadas. El ser inhumano lanzaba risitas que le resultaban demasiado familiares, alguna vez las escuchó en sus sueños, en la oscuridad. Él volvió a repetir la pregunta con paciencia y calma, como si estuviera hablando con un bebé. La peliblanca sacudió la cabeza lo más que pudo para negar la cuestión—. Claro que lo sabes, eres mi creación.


Infernum Gehena © ✔️Where stories live. Discover now