Parte 8

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Incómodo. Eso definía a la perfección aquel momento. Miradas a cualquier lugar menos a la del contrario, miles de diálogos ahogados al no saber como expresarlos, silencios llenos de tensión, dedos vagando ansiosos.

Estar sentados el uno frente al otro en uno de los restaurantes internacionalmente más lujosos no mejoraba la situación, cabe mencionar que ocupaban la mejor mesa del lugar y eso parecía solo empeorar la tensión del momento.

Llevaban cuarenta y siete minutos así, exactos, baekhyun lo sabe por que es la décimo tercera vez que ve su reloj de diseñador decorando estratégicamente su muñeca.

-  entonces... ¿Qué querías decirme?

Minseok carraspeó buscando las palabras correctas, pero simplemente no las había. La tensión aumentó cuando por primera vez en todo el rato sus miradas chocaron sin apartarse.

-  necesito tu ayuda  -se atrevió minseok a admitir.

Baekhyun, byun baekhyun. Un maniático del tiempo, su rasgo típico: siempre usar un reloj en la mano derecha. Si no fuera por el reloj alarma en el mueble rústico al lado de su cama, es posible que hasta dormido los usase.

Este chico, puntual hasta la muerte, romántico empedernido y sobre todo, mujer en cuerpo biológico de hombre.

Tal vez sea por lo puntual que esta mañana no aguantaba las ganas de que el chico del bar lo llamara, por lo romántico empedernido que creyó que hubo cierta conexión entre ellos y por lo otro, más que por serlo, fue por el chico que no lo juzgo y sabía en carne propia lo que era ser rechazado, por que si bien él recuerda, cuando conoció a minseok vestía código de vestimenta femenina. No parecía drag experimentado, por lo cual podría ser aún virgen analmente y si eso era cierto aún podrían ser la pareja perfecta, pues baek nunca optó por ningún rol que no fuera el pasivo.

Él aún recuerda cuando minseok lo llamó esa mañana. Lo recuerda perfecto, casi con precisión exacta.

La mansión byun, lo que él llamaba "hogar" ahora solo lo ahogaba. Demaciado espacio para una sola alma. Demaciado tiempo para no tener nada que hacer.

Se acomodó un mechón de su larga cabellera castaña y miró las manecillas de su reloj en la muñeca por milésima vez en lo que llevaba del día. Cinco horas exactas llevaba esperando esa llamada.

Cinco horas un segundo...

Cinco horas dos segundos...

Tres... Cuatro... Cinco...

Y el tiempo seguía corriendo.

No era como si hubiese madrugado a pesar de tremenda desvelada el día anterior solo para ver si el guapísimo y amable caballero del baño en el bar le llamaba. No era algo como eso, era exactamente eso.

Las probabilidades que lo llamara al día siguiente eran tan improbables que eran casi nulas, pues lo más posible era que se tomara un par de días en marcar, si es que lo hacía. No pudo evitar sentirse estúpido por ello, pero no por eso se separó del móvil ni un segundo.

Después de todo su familia nunca fue tan unida como para planear algo juntos un domingo desde hace más de diez años y él desde hace días que ya no tenía novio. Maldito sehun infiel. Maldita familia que nunca tenía tiempo para él. Frunció el ceño, viéndolo así su vida sonaba triste, sin embargo no pudo evitar una sonrisa casi involuntaria al recordar aquel chico. El único ser que en toda su vida no lo había visto como un billete andante o un travesti de mierda. Él único que no lo había juzgado a la primera. Como siempre, como todos.

¿Soy gay?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora