Capítulo 1

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 —Gabriela—mi madre hablaba en la planta baja.— ¿Estás consciente de lo que pasó hace un rato? 

  — Estoy cansada, hablamos mañana.— cerré la puerta, mientras seguía hablando. Me quité la ropa y tomé un baño rápido, sabía perfectamente que esta noche me perseguiría hasta el resto de mis días.

 Estiré la mano fuera de las sábanas y tomé el celular "3 am" brillo la pantalla, llevaba tres horas en la cama y no había podido dormir nada, la voz de mis compañeros y mi madre aún me atormentaban, no bastó con casi romperme el tobillo en medio del escenario todos me culpaban por echar todo a perder.

Había días como hoy en que me preguntaba "¿por qué sigo haciendo esto?" pero después recordaba el sonido de los aplausos y la emoción al salir al escenario.
De pronto me incorporé: —¡La tarea!
Salí de la cama y corrí a mi escritorio; uno de los mayores problemas de dedicarme al baile era que mi tiempo se reducía a lo mínimo, apenas tenía tiempo para los deberes del colegio y ni hablar de tener vida social.
A las cinco de la mañana termine mis tareas y volví a la cama.

  — ¡Arriba!— era la voz de Macarena— Por favor, no quiero tener que saltar sobre ti.—  hice caso omiso, metió la mano debajo de las mantas y tomó mi pie, acto seguido me jaló.

— ¡Carajo!— grité— ¡Lárgate de mi cuarto!

— Con gusto, hermanita, solo te digo que casi son las siete.

— ¡¿LAS SIETE?!— bajé de la cama de un salto.

— Sí, cenicienta, sigue llegando a media noche.
— ¡Ya cállate y sal de aquí! 

Ella se encogió de hombros y se fue. Mientras me vestí de prisa. Cuando baje el desayuno estaba en la mesa.

— Es tarde— dijo mi padrastro sin levantar la vista de  su plato.
—  Lo sé— tomé un trago de jugo y una rebanada de pan tostado— ¡Listo!

— Gabriela— mi madre salía de la cocina— Por lo menos desayuna bien.
—  Es tarde, lo siento— me acerqué y le di un beso en la frente— prometo que regreso temprano para comer.— Jonathan se puso de pie.
— Te dejaré en el colegio, andando. Hasta al rato, querida.— besó a mi madre.
— Gracias.— salí detrás de él. 

Mi madre era una mujer hermosa, pero a veces sentía que el universo le había dado toda esa belleza para compensar otros aspectos. A los 18 años había quedado embarazada de Macarena, mi media hermana, el padre la reconoció, pero nada más. Poco después Julia (mi madre) volvió a casarse, pero se divorciaron cuando yo tenía seis años; al parecer mi madre culpaba a Macarena por que mi padre nos dejara. Cuando tenía doce, ella decidió casarse una vez más, ahora con Jonathan, él era algunos años menor, ni mi hermana ni yo sentíamos cariño por él, este sujeto era más un amigo de mi madre que otra cosa, pero parecía no importarle.
Julia se la pasaba trabajando, pero desde el divorcio quería llenar el vacío con dinero, cosa que a mi hermana y a mi ya no nos sorprendió. Macarena por su parte, a los 15 comenzó a salir y yo, para no quedarme atrapada sola con mi madre empecé a quedarme más horas en la academia de baile.

A los cinco años, mi padre me encontró bailando en la sala, él no era un hombre que cumpliera mis caprichos, aún así, me dejó entrar a clases de danza, comenzando con el ballet; después del divorcio había cambiado al jazz. Siempre había amado el pararme en un escenario, el poder decir tanto sin palabras, había tantas cosas que expresar dentro de mi; algunos decían que tenía un talento natural, otros que era simple práctica, pero lo único que yo creía es que amaba hacerlo.
Pero mi vida fuera de los escenarios no era tan brillante: Julia pasó a ser la reina del hielo, mi hermana y y dos extrañas, y Jonathan un simple espectador de esta trágica historia.

—  Gabriela ¿no piensas bajar?
—  Lo siento— al parecer habíamos llegado hace rato, pero sumida en mis pensamientos no lo noté—  gracias por traerme.

—  Tu madre está molesta.

—  No me digas— dije saliendo del auto.

Apenas llevábamos un par de semanas de clases y esta era la cuarta vez que llegaría tarde.
Corrí en busca de mi salón, para sorpresa de nadie al llegar la puerta estaba cerrada, puse mi mejor cara, toqué y asome un poco la cabeza.
—  Buenos días, profesora ¿puedo pasar?

— Pase. A la siguiente le pongo falta.

—  Gracias.

Tomé uno de los asientos en la parte trasera. Ella estaba hablando sobre un chico nuevo, al parecer que ya había sido presentado, pero me dediqué a ver por la ventana esperando a que pasara el día.

De regreso en casa, me encontré con dos notas, una de Macarena y otra de mi madre, al parecer tendría casa sola, cualquier adolescente hubiera hecho fiesta, pero yo necesitaba dormir, así que subí a mi habitación y me encerré.

No supe cuanto tiempo llevaba durmiendo, hasta que sentí que la cama se hundía bajo el peso de otra persona.

— Despierta.— susurró Roy en mi oído.
— No quiero.— dije escondiendo el rostro en la almohada.

— Tenemos que hablar.— aquí íbamos de nuevo. El momento que había temido desde la noche anterior.

— ¿Que pasa?—dije sentándome en la cama.
— Es lo que digo.— puso un mechón de cabello detrás de mi oreja, después se puso de pie.— ¿Cual fue el error? Llevábamos semanas practicando.

— Lo sé y en serio lo siento, no fue error mío...
— ¿Estás diciendo que fui yo?

— Por supuesto que no, fueron mis zapatillas.

— Eso pensé.— sacó de su mochila un par nuevo de zapatillas y me las lanzó.— Te espero mañana y no quiero más fallas.— salió del cuarto.

Salí detrás de él, estaba en la parte baja de la escalera.
— ¿Que demonios te pasa Roy?
— Esa audición era nuestra Gabriela— estaba claramente molesto— hasta que no hagas las cosas bien, no quiero hablar contigo.
Lo escuché azotar la puerta cuando se fue, me quedé sentada en un escalón. Al parecer un paso en falso puede hacerte perder a tu pareja de baile, tu mejor amigo, el poco cariño de tu madre y tu futuro.

El último baile.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora