Capítulo 2

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Las puertas cerradas me dieron la bienvenida a la academia, al abrir la puerta la música llegó hasta mi, subí corriendo hasta el estudio.

Al entrar encontré a Valeria y Cristina calentando; era de todos bien sabido, que ambas eran hijas de ciertos hombres ricos de la ciudad.
Muchos de nosotros soñábamos con estudiar en academias privadas o en el extranjero, mientras ellas siempre se quejaban de que debían conformarse con esto, nadie entendía por que, pero como siempre las malas lenguas decían que era por su insoportable carácter. Por lo general estaban juntas en todos los ensayos, mientras el resto del grupo se alejaba de ellas.
Pude ver que sólo habíamos llegado unos cuantos aquella mañana.

Caminé hasta la esquina contraria a la puerta, dejé mis cosas y comencé a estirar las piernas.

— Gabriela— Roy estaba detrás de mi, no me molesté en verlo.
— ¿Sigues molesto?
— Sí.— Se sentó a mi lado y comenzó a estirar.

— Lo dije ayer, lo digo hoy: no fue culpa mía.
— Sabes que esa noche era importante.
— Mejor que tú tal vez.

— Se nos ha ido, Juilliard se nos ha ido de las manos.

— ¿Vas a reprochármelo toda la vida?— Él se quedo en silencio viendo al suelo— Lo siento.
— Ya no importa.

— Tal vez tengamos una nueva oportunidad.
— No lo creo, tengo 19, ya soy demasiado viejo— suspiró— pero tú tal vez...

— Somos un equipo.
— No lo creo— se puso de pie.

— Espera un segundo— me aferré a su camiseta para ponerme de pie.— ¿Que? ¿Que está pasando? No entiendo nada.

— Fue mi última presentación— él veía al suelo fijamente.

— ¿Sólo te vas así? ¿Por qué?
— Gabriela, esto fue muy divertido mientras duro, pero ya no estoy para seguir jugando, soy un adulto y debo decidir que hacer con mi vida.— me dio al espalda y salió del salón.
— Jóvenes, a sus lugares.— la señorita Roselló se colocó al centro la habitación.

Todos ocuparon sus lugares, yo hasta el último y la música comenzó.

A la mitad del ensayo, Roy se reincorporó.
Se colocó detrás de mi y comenzamos a practicar nuestra rutina.

— Que tus zapatillas no fallen hoy.— dijo al hacerme dar un giro.
— No lo harán— ejecuté un arebesque y después un salto.
— Maravilloso Aranda— la señorita Roselló estaba frente a mi.— Roy, la sostienes demasiado fuerte, déjala fluir.
— Si lo hago puede caer.— comentó entre dientes.

— No digas tonterías, pero en serio, siento que algo les falta hoy— sin más se dio la vuelta.

— Perfección— susurró él al tenerme cerca.

— Lo siento, pero no soy perfecta.

— Lo sé, nunca lo serás, no como ellas.

— ¡BASTA!— le solté una cachetada.— ¡Oh, no! Roy...— mis manos en mi boca, intenté acercarme, pero me detuvo con una mano.
— Debí elegir mejor a mi pareja.

La clase entera estaba en silencio, Roy tenía la cara roja.
— Se terminó.— fue por sus cosas y se fue. Todos veíamos a la puerta, a pesar de que llevaba un par de minutos cerrada detrás de él.

— ¡Auch!— dijo Valeria detrás de mi.

— ¿Y tú que?— me di al vuelta para encararla.
— Parece que el pobre al fin se dio cuenta de que no eres lo que necesita.— sonrió descaradamente.
— ¿Ah sí!— sin esperar más me fui sobre ella, con las manos en su cuello, las piernas una cada lado de su torso comencé a jalarla del cabello, la chica gritaba debajo de mi y pataleaba al tiempo que sentía que alguien me jalaba por la espalda. — ¡Suéltame! —dije aún jalando el cabello de Valeria.

— ¡Aranda, Basta!— la señorita Roselló estaba entre la chica en el suelo y yo, sentía el rostro ardiendo y las lágrimas a punto de salir.— Tres días de castigo.

— ¿Qué? Pe... pero, ella empezó.

— No era motivo para ponerte violenta—hablaba con ira contenida— y más vale que te retires ahora si no quieres que tu castigo se extienda.
— Bien— los brazos a mi al rededor aflojaron su agarre, fui por mis cosas, al mismo tiempo Valeria se levantaba y sonreía junto con Cristina, como las víboras que eran.

Al llegar a casa me encerré en mi habitación, lancé mis cosas a la esquina más lejana, tome una almohada de la cama y comencé a golpearla y morderla como me hubiese gustado hacer con Valeria. Estaba tan enojada, frustrada y triste. Todo estaba pasando en ese momento y parecía no detenerse, en algún momento me di cuenta de que la almohada estaba llenándose de sangre, al parecer di un mal golpe y pase a abrirme los nudillos, me senté en el suelo y comencé a llorar mientras abrazaba mis rodillas.

— No ha ido bien, cierto.— Macarena estaba en la puerta, al parecer solo estaba esperando a que dejara salir mi furia para no recibir un poco de ella también.

— ¿Mamá no te contó?
— No en realidad, note la tensión en la mañana, pero no dijo exactamente por qué.
— Anoche durante la presentación mi zapatilla se atoró con la duela, caí sobre Roy al tratar de hacer un salto, fue horrible— tomé la almohada y seguí llorando— había personas de Juilliard entre el público, pude ver cuando se pusieron de pie, aún faltaban dos actos y simplemente se fueron. Roy está molesto por eso, naturalmente y me culpa por ello.
— Pero no fue culpa tuya en realidad.

— Lo sé, pero ¡mierda! si tan solo me escuchara.
— ¿Has hablado con él?

— Hoy se fue a la mitad de la clase, está decidido a no volver.
— Okay, eso es malo, por qué ustedes son mejores amigos.

— No lo creo, ya no.

— Pero supongo que no es solamente por eso que estás molesta... Ahora que lo pienso ¿no deberías estar en la academia ahora?

— Ese es el otro drama, la señorita Roselló me castigo tres días.
— ¿Otra vez?

— Sí— suspire.

— ¿Ahora que pasó?

—Golpeé a Valeria.

—¿Por qué?
— Ella me provocó...
— Oye Gaby, sabes que siempre te apoyo, pero también sabes que debes controlar ese genio del demonio que te cargas, no puedes simplemente golpear a tus compañeras cada que algo no te agrada, si continuas así te echaran de ahí y no estamos como para buscar otra academia justo ahora, lo sabes.

— Lo sé, pero tal vez y lo mejor sí sea que cambié de academia.

— Suerte tratando de planteárselo a mamá.—Macarena se fue.

El último baile.Where stories live. Discover now