La chica sin nombre.

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En un desolado pueblo a las afueras de la ciudad de Monte Cruz, es encontrado el cuerpo de una mujer de entre dieciséis y diecinueve años en la orilla de un lago.

En el pueblo habían cuatro chicas desaparecidas muy parcidas físicamente entre si y todas tenían entre quince y dieciséis años;
Trinidad Roldan, Luana Herrera, Julieta Gomez y la más conocida y bella de las cuatro, Elizabeth Repetto.

El cuerpo encontrado presentaba dos tenebrosas y misteriosas particularidades; no tenía cara ni manos.

Su "rostro" era una masa negra y deforme carente de cabello.
Su cuerpo presentaba múltiples heridas.

Su ropa; una blusa blanca con un (por suerte) visible estampado que recitaba "New York is the place" teñido de un color rojo cráneo y sus jeans azul desgastados presentaban rasguños y cortaduras, las que principalmente se encontraban en los muslos.

Tres meses después de encontrar el cuerpo de la mujer anónima el caso se cierra ya que el cuerpo no poseía huellas (no tenía manos) y dientes para identificar el cadáver.

Al mismo tiempo se sigue buscando a la adolescente Elizabeth quince años recién cumplidos, ojos café increíblemente claros(casi amarillos, era su característica más notable) pelos castaños, alta y agraciada de labios carnosos.

—¿Qué crees qué le habrá pasado?—susurraba una alumna a su amiga en el banco de al lado.

Todo el mundo hablaba de Elizabeth, y en un pueblo tan pequeño en donde todos se conocían, una chica así no se olvida, su belleza infantil pero madura a la vez atraía todo tipo de miradas, lo que hacia pensar en si fue obra de algún depravado sexual.

—Para mi que está muerta—cuchiceaba otra.
Estas palabras llegaron al oído de Ian Repetto, hermano de una de las desparecidas.

Ian estalló en cólera al oír semejante palabras.

El dolorido hermano de unos llamativos ojos azules los cuales se entre-cerraron siguiendo su  seño fruncido, demostrando el enojo y (a incontrolada furia que en el crecía cada día en el que su hermana seguía desaparecida, se levantó bruscamente de su banco y exclamó:

—¡Vos estás muerta!¡puta de mierda, solo servís para mostrar piel!¡hacele un favor a la humanidad y suicidate.

Todos quedaron anonadados.
El chico que era amigo de todos y el cual gustan todas acababa de llamar puta e incitar al suicidio a una compañera de clase.

Renata, la profesora de álgebra que acababa de entrar al salón fue sorprendida por un intercambio de insultos entre sus alumnos.

—¡Callense!—exclamo la vieja profesora.

Y preguntó que ocurría.
El alumno más inteligente y amado por los profesores del colegio le contó lo que había sucedido e Ian cayó en detención.

Ya era hora de dirigirse cada uno a sus respectivos hogares, puesto que el día educativo había concluido.

He Ian seguía allí, en la oficina de la directora, esperando a sus padres mientras Agostina, la niña que emitió ese desagradable comentario se dirigía felizmente hacia su hogar.

Había tensión en el pueblo, tanta que hasta los niños se percataban de ello.

En las calles ya ningún infante jugaba a la pelota, o se sentaba en la vereda para hablar en grupo sobre cosas varias de lo que hablan los niños en la actualidad.

Ahora, las únicas habitantes de las veredas solitarias eran unas hojas otoñezcas que se desprendían de los tallos para viajar y terminar en donde el viento les depare.

El caballo negro #HorrorStoriesAwardsWhere stories live. Discover now