PROLOGO

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[Nueva York]

Si el sobre en la mano de Natalie Aiken contenía lo que ella sospechaba, el tictac de su reloj biológico igualaría al del Big Ben. Una mitad de ella anhelaba abrir el sobre y confirmar su sospecha; la otra mitad deseaba no haberlo recibido. O bien, simplemente, no hacerle caso.

Al mirarse en el espejo de la abuela Mary, que había colgado sobre la cómoda de la tía abuela Rose en la pequeña entrada a su casa, vio exactamente lo que esperaba ver. Una exitosa mujer pelirroja de 27 años. Y no había nada de malo en ello... excepto la soledad que ocasionalmente -en realidad, con frecuencia- la afligía en aquellos días.

Por supuesto, ella tenía amigos, y mamá y papá Vivian a pocos kilómetros, en las afueras de Dallas, pero Natalie sentía un angustioso vacio en su corazón, justo donde debería haber un esposo y un hijo. El único problema era que no había encontrado a ese esposo con quien tener ese niño. Por lo menos, no todavía.

Natalie, rodeada de amigas con sus panzas creciendo, grandes panzas redondas, ondulantes, pateando milagros concebidos con felicidad y amor, cubrió su vientre liso como la palma de su mano y nuevamente se pregunto cómo sería sentir una nueva vida creciendo en su interior. Tener un hombre a su lado cuya mano cubriera las suyas como aquella vida imaginada por ella.

Un nudo creció en su garganta. ¿Cuando llegaría su momento?

Luego sacudió su cabeza. "¡Basta!" Se ordeno a sí misma. Esto no era saludable para nada.

Enderezo los hombros, deslizo el meñique debajo de la solapa, rasgo el sobre y extrajo la invitación para la fiesta de regalos para el bebe de Amanda. La tercera fiesta de regalos de Octubre. Uno por cada una de sus compañeras de habitación de la universidad.

Mientras observaba el muestrario de tarjetas color pastel, Natalie tomó la decisión de terminar con la compasión que sentía por sí misma "¡Eso es! Sé exactamente lo que voy a hacer y no demorare ni un solo minuto más".

Se abalanza sobre la mesa del teléfono, saco de un tirón la guía telefónica y hojeo las paginas amarrillas. "Veamos... Aquí vamos. Justo lo que buscaba".

El aviso de la agencia matrimonial "Encuentro mi pareja" parecía tan falso como todos los demás, pero uno de los muchachos de la oficina había concurrido a una cita a través de esta agencia y encontrado a su pareja para toda la vida. Ellos acababan de tener su primer hijo, diez meses después de la boda.

Marco el numero y, antes de que el llamado se concretara, escucho una vocecita en el fondo de su mente que decía: "¿Y si este no es el mejor camino para encontrar un compañero?"

Entonces una alegre voz femenina dijo:

¡Buenas tardes! ¿Podemos encontrarle una pareja?

Natalie interrumpió la vocecita, y con firmeza dijo:

—Seguro que sí.

No es coincidencia©Where stories live. Discover now