CAPITULO 7: ESQUÍ

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Natalie realmente no era la más torpe de Nueva York, pero estaba cerca. En el momento que Natalie se calzo las trabas, volaron sus pies y choco contra el final de la fila de la aerosilla. Nos reímos a carcajadas.

Continuamos riendo mientras nos deslizábamos por la suave pendiente y volvíamos a la fila nuevamente. No podia recordar cuando me había divertido tanto. Si bien, por lo general, disfrutaba del viento en la cara, del deslizamiento de los esquíes sobre la nieve, de los giros y la velocidad, el deporte había consistido en rescatar a Natalie de los montículos de nieve y recuperar sus esquíes.

Debió ser por la compañía. Mire hacia los costados y sonreí. Natalie había cerrado los ojos y apoyado su cabeza en el respaldo de la aerosilla y con sus labios levemente curvados, suspiro.

— ¿No es un día hermoso? —pregunto ella.

— ¿Cómo lo sabes, si tienes los ojos cerrados? —bromee.

— ¡Solo siente el aroma! La nieve, la frescura, el sol...

—No puedes oler el sol.

—Ah, pero un día nublado y con nieve no huele como hoy, por lo tanto debe ser el sol lo que olemos.

—Mm... Que teoría tan interesante. Pero si no quieres caerte y que el operador detenga nuevamente la aerosilla, te sugiero que abras los ojos. Ya casi llegamos.

Natalie se ubico en el borde del asiento, ella sostuvo los bastones con una mano y se concentro en el final del recorrido.

— ¡No me caeré otra vez de esta cosa! Por lo menos estoy hoy, ya lo aprendí.

Luego, ella se tambaleo al dejar su asiento y moviendo los brazos en círculos se deslizo por la pendiente.

— ¿Ves? —Preguntó ella mientras frenaba torpemente unos centímetros antes de un enorme pino— Te dije que no me iba a... ¡a, a, a, aaay!

Sin embargo, hubo otro encuentro con un montículo de nieve.

—Bueno, bueno—dije frenando con precisión a un metro y medio de ella y sosteniéndome en mis bastones— Entonces, has aprendido a subir y bajar de la aerosilla. Ahora, todo lo que tiene que aprender es mantenerte sobre tus pies.

Natalie entrecerró sus ojos verdes.

—Piensas que no puedo hacerlo, ¿no es así?

—Mm...mm...mm... —Murmure evasivo, estudiando el cielo despejado.

—Solo mira.

Dirigí mi mirada hacia ella pero nunca la vi venir. La bola de nieve me sorprendió ruidosamente en el medio de la frente, explotando y mojando mi cara con cristales polvorientos.

— ¡Aja! Entonces, así es como lo quieres.

Me arrodille y agarre una bola de nieve, esquivando el siguiente misil de Natalie. Un segundo después, grite:

— ¡Te pegué!

— ¡Toma esta! —replico ella, escupiendo los copos que había quedado sobre sus labios.

Respondí con otro disparo.

En menos de cinco minutos los dos parecíamos muñecos de nieve y sonábamos como radiadores defectuosos, sin aliento por la escaramuza. Mientras Natalie limpiaba sus ojos con la mano para quitar la nieve de la última bola, yo esquié hasta su lado, tome otro poco de nieve y espere hasta que ella pudiera verme.

— ¿Tregua? —pregunté.

Ella entrecerró los ojos.

— ¿Estás admitiendo la derrota?

Abrí mucho mis ojos.

— ¿Quién de los dos está listo para ensuciar la cara del otro con más nieve?

-Bueno, yo empecé desde el suelo así que puedo alcanzar la nieve más fácilmente.

— ¿Qué clase de frase es esa? Tú te caíste. Luchamos y yo gane.

—No, yo gane.

La observe, advirtiendo lo hermoso que era su cabello rojos oscuro, que escapaba por el sombrero rosa oscuro, en contraste con la nieve. Sus mejillas y labios resaltaban rosados por el frio, y sus grandes ojos verdes brillaban de alegría.

—Bueno, bueno, los dos ganamos. ¿Lo declaramos un empate y vamos a beber una taza de chocolate caliente a la cabaña? —dije.

—Ni siquiera hay que pensarlo—dijo ella, extendiendo la mano—ayúdame a levantarme.

Sacudí la nieve de mis guantes, agarre ambos bastones con la mano izquierda y tome su mano. Enseguida, me di cuenta que estaba volando por los aires, el sonido de la risa de Natalie resonaba a través del limpio aire invernal.

Al caer a su lado, gire para observarla, pero mi deseo desapareció cuando encontré su rostro a unos pocos centímetros de mi cara. Contuve la respiración.

— ¿Quién gano? —pregunto ella, con una traviesa sonrisa en sus labios.

No pude mirar hacia otro lado y vi un cambio sorpresivo en la actitud de la sonrisa de Natalie. Era más cálida, dulce y personal.

En el silencio profundo y mullido de la nieve, por un momento ambos nos miramos. A mí me gustaba esta mujer, lo pensé de nuevo. Estaba agradecido que ella me hubiera enviado el ridículo ramillete por error.

—Los dos ganamos—murmure.Me comence a sentir aturdido y abrumado, mire fijamente la canaste de flores y follaje en las manos extendidas de Selena. Una par de globos de helio con forma de corazón revoloteaban sobre mi cabeza, uno decía: "Se mi", y el otro, "Valentin". Aun desde la cama,vi la caja de color carmesí de chocolates apretujada entres los crisantemos, claveles y quien sabe que otras flores.

No es coincidencia©Where stories live. Discover now