Capítulo 8.

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Al día siguiente abrí mis ojos encontrando envuelta entre mis brazos a la sexy niñera de la cual yo estaba obsesionado por completo. Tragué la poca saliva que tenía por los rincones de mi boca un poco seco, pues no dudé ni pensé mucho más y decidí levantarme de la cama sin despertar a Vanessa, quién dormía arropada con las sábanas y con comodidad. La miré antes de salir de la habitación y justo cuando iba a bajar las escaleras, Ken se despertó. Caminé unos pocos pasos hasta él y lo cogí entre mis brazos, llevándolo al piso de abajo.

-- ¿Quieres que te ponga los dibujitos en la televisión, campeón? - pregunté cuando senté a mi hermano sobre el sofá. A su leve movimiento de cabeza, encendí el televisor. -- ¿quieres un zumo y cereales?

Ken no respondió a mi última pregunta, pues el pequeño se embobó con el televisor y sus ojos se entrecerraban aún por el sueño. Miré la hora en el reloj de muñequera y me alivié al saber que tan solo faltaba una hora para que mi hermano empezara las clases y nos diese tiempo a ambos para prepararnos. Me dirigí hacia la cocina y cuando me bebí toda una botella entera de agua, cogí un zumo y cereales rellenos de chocolate blanco. Después, los dejé sobre la mesa y acerqué ésta al sofá para que Ken pudiese cogerlo o dejarlo cuando quisiera.

Subí las escaleras no sin antes echar un último vistazo al pequeño y poder observar el bello rostro dormido de la niñera. Ella ya debería de estar despierta para cumplir con su trabajo pero no me molesté en hacer si quiera ruido ni molestar para que siguiese con su sueño, pues pensé que se merecía un buen descanso, así que rápidamente cogí mi ropa y me deslicé en ella. Me hacía bastante ilusión poder llevar a mi hermano al colegio. Yo también tenía mis clases, mis cursos, pero a veces no asistía a ellos ya que me había centrado en el taller. Entonces, me preparé y vestí también a Ken cuando se espabiló y tomó el desayuno. Seguidamente, cuando ambos estábamos listos salimos al exterior y coloqué la silla del menor en los asientos traseros y lo aseguré bien para después, sentarle en ésta. Tras haber conducido y dejar a mi hermano en las manos de las y los profesores del centro, volví a mi hogar encontrándome a Vanessa aún en la cama, dormida.

-- ¿Todavía dormida? - sonreí susurrando al verla. Me acerqué al borde de la cama y me arrodillé acariciando su brazo con las yemas.
-- Vanessa... despierta, vamos. - Estaba tan sumergida en sus sueños profundos que no hizo caso alguno ni realizó apenas un movimiento o un gesto.

Me tumbé a su lado y me pegué por detrás aprovechando que estaba de lado y de espaldas a mi. Deslicé una de mis manos por su hombro hasta su vientre suavemente, pues no tardó mucho en abrir los ojos y sujetar mi mano antes de que ésta llegara a su parte más íntima.

-- ¿No estabas dormida? - pregunté riendo.

-- Tus tocamientos me despertaron. - dijo levántandose y separándose de mi. --

--¿Te gustaron? - dije algo juguetón posando mis manos detrás de la cabeza. -- Sé sincera, por favor.

Volteó los ojos a la vez que  se giraba lentamente y conseguía mostrarme su espalda. La sonrisa y el brillo de sus ojos la delataban. Observaba como del cajón cogía ropa interior de encaje y un conjunto de color rojo.

-- Como te vea con esa ropita de encaje, te la rompo. - mordí mi labio cuando ella se giró y me miró con una mirada un tanto asesina, resistiéndose por esbozar una sonrisa. -- ¿Qué?

-- Que te calles. - dijo.

Reí suavemente mientras que ella se introducía en el cuarto del baño, así que decidí ordenar la habitación y hacer la cama esperándo a que terminara y poder seguir poniendo toda mi atención en su espectacular físico. Realmente estaba enloqueciendo y yo en mi interior notaba una inmensa obsesión por tenerla entre mis brazos y hacer que ella fuese mia y disfrutase conmigo. En ese momento, cuando mi mente se imaginaba a la niñera sobre mi cama con aquella ropa de encaje  y mi piel se erizaba, mi móvil sonó.

LA NIÑERAWhere stories live. Discover now