LXX.

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La habitación se encontraba en total silencio.

Colleen ya estaba acostumbrada a salir a esas horas de la noche del dormitorio, pero no para encontrarse con un desconocido que podría hacerle daño. Tal vez no había sido una muy buena idea. De todos modos, podía gritar... ¿no? Alguien debía escucharla si pedía ayuda, siempre habían guardias rondando por la zona. Vigilando que ningún estudiante se escapara de su habitación. No tenía que tener miedo porque no creía que aquel tipo se arruinaría la vida asesinándola. Sin embargo, tenía un arma por si el tipo intentaba sobrepasarse con ella. Rociaría gas pimiento en sus ojos, le daría una patada en sus genitales, golpearía su rostro y luego saldría corriendo a pedir ayuda. Y ella gritaba muy fuerte.

Lo que no había pensado era que podría tratarse de una mujer.

¿Y si todo este tiempo había sido Hailey la de los mensajes? No dudaría en agarrarla por la greña y romperle la cara de un sólo puñetazo. Uh, la tipa era insoportable. Entendía su estúpida obsesión con Justin, pero espiarla y grabarla mientras ella tenía sexo con él, era de psicópatas. Si se trataba de la tipa esa, se lo contaría a Justin para que nunca más le dirija la palabra. Cuando quería, podía ser muy mala. Y para que le duela más, haría pública su relación con él sin importarle que aún no eran novios oficiales. Dudaba que algún día lo fueran ya que las relaciones que empiezan con sexo, a la larga no funcionan y se vuelven tóxicas, pero jugar a que eran novios no le parecía tan mala idea. Pensándolo bien... ¡Era una estupenda idea! Claro está que ninguno de los dos confundiría las cosas.

Nada de amor y cursilerías, simplemente sexo, placer y diversión.

Los minutos pasaban y nada que aparecía el tipo de los mensajes anónimos. ¿Será que todo esto se trataba de una pesada broma? Maldijo en voz baja y miró hacia todos lados, asegurándose de que nadie la estaba vigilando, y se acercó a la ventana, echándole un vistazo a la zona. En esos momentos, nadie estaba por aquellos alrededores. Revisó su celular por si había algún mensaje y nada. Quiso gritar de frustración pero se contuvo; no quería que nadie la escuchara y la sancionaran por estar metida en la sala de profesores. Gracias al cielo ninguno de los profesores se quedaba a trabajar o corregir exámenes como era de esperar que algunos lo hicieran. La rubia se comenzó a desesperar, odiaba esperar a las personas impuntuales y aquella situación la tenía harta. Y estaba tan concentrada mirando por la ventana que no se dio cuenta que alguien abrió y cerró la puerta sin hacer mucho ruido para no espantarla.

Soltó un bufido ya cansada y al darse media vuelta, chocó con un pecho ancho y fuerte. Quiso gritar fuerte para pedir ayuda pero el hombre desconocido le tapó la boca, impidiéndole que gritara.

—Silencio —demandó el individuo. Ella frunció ligeramente el ceño al escuchar su voz ya que le resultaba bastante familiar—. Tranquilízate, soy yo.

Ella lo empujó por el pecho y lo miró enojada.

—¡¿Todo este maldito tiempo has sido tú?! —chilló.

—¡No grites que nos pueden escuchar, joder! —exclamó en voz baja—. Y no sé de qué hablas.

—¡Tú eras el de los mensajes anónimos! —lo apuntó con el dedo índice—. ¿Por qué lo hiciste? Eres un jodido imbécil.

—Nena, no sé de qué diablos me estás hablando —rodó los ojos—. ¿Podrías explicármelo? No entiendo nada de lo que dices. Soy Justin, no sé quién mierda es el de los mensajes ánimos. Espera... ¿Cuáles mensajes? —frunció el ceño, confuso.

Colleen relajó la expresión de su rostro y lo miró dubitativa.

—Entonces, ¿no fuiste tú?

Rough sexWhere stories live. Discover now