Mirar al techo es lo único que podía hacer, analizar cada centímetro de esa horrible habitación que me hacía prisionera.
Dándole vueltas al asunto me he dado cuenta de todo. Lucía se acercó a mi desde el primer día, cuando nadie más lo hizo; Luffy de la noche a la mañana apareció perdido de la nada, y cuando menos lo esperaba declaró su amor.
Fui tan inocente... me la clavaron por la espalda cuando menos lo esperaba.
La puerta de la habitación se abre después de tres horas, es... Luffy.
-Tu comida -pronunció serio y frío como el hielo, esa actitud no es para nada propia de él.
-No quiero. Y aparte no puedo en esta posición.
-Si no comes tú, tendré que dártela yo -dijo en un tono demasiado sensual -. Vamos, abre la boca...
-Ya estoy cansada de esto, Luffy ¿eres tan hijo de puta como para enamorarme, follarme, y después secuestrarme? Ahora me doy cuenta de que nunca me amaste.
Su cara cambia radicalmente, puedo distinguir remordimiento en sus facciones.
Deja la cuchara con la sopa en el plato, y me deja mirando su espalda.
-¿Eso crees? ¿Que nunca te ame? -sonó entrecortado -¡Escuchame bien! Porque no lo repetiré... Desde la primera vez que me acosté... No, desde el momento en que ví tu cara de ángel después de hacerte el amore.. Me enamoré perdidamente de ti.
Se aproxima a paso lento, quita su camiseta y deja libre su buen torso.
-Y ahora mismo... Tengo unas ganas increíbles de hacerte el amor, porque no puedo verte más de cinco minutos desnuda sin querer hacerte mía.
Dicha la verdad se acerca y me veda con dulzura, puedo notar lágrimas derramandose de sus ojos. El beso va tomando ritmo, se vuelve apasionado y una lucha constante de lenguas.
PERO
-No... aléjate -muerdo su labio inferior con fuerza, su sangre queda en mi boca, puedo saborear el sabor metálico de ella.
Luffy da un paso hacia atrás, se toca el labio sangrante, y esboza una pequeña sonrisa.
-Nami, prepárate...
Vamos a ver la luz del sol,
una vez más.