Prólogo.

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—Yo no sé qué voy a hacer... —digo, frotando mi frente mientras que el olor a alcohol del vaso de vodka que estoy bebiendo inunda mis fosas nasales—. No tengo idea de dónde voy a sacar un poco.

Sam y Tyler, mis dos mejores amigos, me miran con el ceño fruncido. Ellos ni siquiera entienden de lo que estoy hablando porque aunque la historia sea real, parece que fuera sacada de una película.

Los tres nos encontrábamos en un bar, bebiendo vodka sentados frente a la ventana, buscando a la mujer que podría ser mi salvación en este momento.

—Sólo tienes que buscar a la chica indicada y pedírselo. —comenta Sam, después de beber la mitad de su trago, como si todo fuera tan fácil.

—Claro —agrega Tyler y luego golpea mi hombro, dándome ánimos—. ¿Qué tal ella?

Alzo la mirada, siguiendo la dirección que apunta su mano. Fuera del bar justo en la parada de taxis se encuentra una chica guapa con vestido corto y cabello largo hasta la cintura. Todo en ella irradia sensualidad pero no creo que sea la indicada.

—No, no creo. —le digo, tomando un sorbo de mi copa.

—¿Y qué tal esa?

Esta vez sigo la mirada de Sam, encontrándome con una pelirroja bastante delgada que pasa frente a nosotros meneando sus caderas de manera provocativa.

—Paso, paso. —digo y termino de beber el contenido de mi vaso para luego colocarme de pie—. Creo que esto no va a funcionar, chicos.

Dejo un par de billetes en la mesa y tomo mi chaqueta, dispuesto a volver a mi realidad. Los músculos de mis hombros están tan tensos que duelen y el alcohol que he ingerido ha conseguido marearme lo suficiente como para que mis palabras se arrastren. Pero todo el alcohol no fue suficiente para mandarme a la inconsciencia y me enfurezco conmigo mismo.

Cuando estoy dispuesto a encaminarme a la salida, para ir a buscar mi coche e irme, escucho el grito de Sam.

—¡Espera!

Miro sobre mi hombro y mis amigos corren hacia mí. No alcanzo a preguntar qué les pasa ya que ellos me toman del brazo y me arrastran fuera del bar. Al salir, el aire golpea con fuerza mi rostro haciendo que el alcohol tome más dominio de mi cuerpo.

—¿Qué diablos pasa?

—Pasa, que ahí va la respuesta a tu problema —chilla Tyler, apuntando hacia adelante—. ¡Ve, y consigue tu pase a la tranquilidad eterna, amigo!

Miro hacia adelante y veo a un par de metros a una chica bastante entrada en kilos. Miro a mis amigos de vuelta y ellos asienten, empujándome a la misma vez por la espalda. No estoy muy convencido de si esto es lo correcto pero por la complexión del cuerpo de la chica, me hace pensar que sí lo es. O quizá, es el alcohol que me está haciendo ver cosas.

Pero no le tomo importancia. Estoy tan desesperado en este momento que comienzo a correr, siguiendo a la chica que avanza rápidamente por la acera.

—¡Espera! ¡Espera! ¡Oye, tú, la de rojo! —grito pero ella no se detiene en ningún momento. ¿Cuántas malditas personas caminan por la calle vestidas de rojo? Sigo corriendo hasta que la alcanzo y sin dudarlo, la tomo del brazo haciéndola girar— Oye...

La chica se aleja de mí y me mira, confundida. Mientras regulo mi respiración, me dedico a observar sus pechos y su barriga, percatándome que quizás los chicos tenían razón.

Cuando alzo la mirada, veo que una mueca de hostilidad ha aparecido en su rostro. Sin embargo, sonrío de la manera más coqueta, procurando que los hoyuelos en mis mejillas se marquen más de lo habitual.

—¿Qué quieres? —escupe, de manera severa.

La sonrisa titubea en mi rostro pero aun así me acerco un paso más. Con atrevimiento, tomo sus manos, mirándola esperanzado. Ella está más confundida aún.

—Lamento molestarte pero... ¿puedo pedirte un favor?

—¿Un favor? —me pregunta y yo asiento, ladeando la cabeza buscando el aire angelical en mí. Ella vacila un poco pero la comisura de sus labios se elevan en una pequeña sonrisa— Claro...

—¿Puedes darme un poco de leche materna?

Su rostro cae en ese momento —¿Qué?

—Sé que es vergonzoso... —río y bato mis pestañas intentando convencerla— pero no es para mí.

La chica aparta sus manos de las mías y sé que me he metido en un gran problema.

—¿Qué? ¿Quién diablos crees que soy? —grita, haciendo que las personas que pasan por nuestro lado nos queden mirando— ¡¿Por qué no vas y te amamantas por ti mismo?! ¡Idiota!

—¿Qué...

No alcanzo a formular mi pregunta porque lo último que siento es su mano impactando contra mi mejilla en una cachetada que nunca olvidaré. Auch.

¿Este bebé es tuyo?  (PP #1)Where stories live. Discover now