Capítulo 4.

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 —¿Cómo piensas que yo estaré bromeando con algo como esto? ¿Mi vida se volvió parte de una comedia televisiva y no me di cuenta de eso? ¡Claro que te estoy diciendo la verdad, Tyler!

Doblo en uno de los pasillos del supermercado mientras manejo el carro de compra con una mano y la otra sostengo el móvil contra mi oreja. Estoy hablando con Tyler y le acabo de contar la última hazaña que hicieron mis padres. Por supuesto, él piensa que estoy malditamente bromeando y me pregunta una y otra vez si lo que le estoy contando es verdad.

Vaya, nunca pensé que ellos serían capaces de hacer algo como esto. De todas maneras, es lo que estabas buscando, ¿no? Un tiempo a solas, sin los regaños de tu madre.

Suspiro y dejo dentro del carro unas bolsas de comida chatarra.

—Claro que es lo que he querido desde hace mucho tiempo. El problema es que ellos se han ido y me han cancelado la tarjeta de crédito. Quieren que gaste todos mis ahorros aun sabiendo que estoy ahorrando desde hace años para ir a Nueva Caledonia.

Eso sí que es un tema grave.

—Así es —asiento aunque él no pueda verme y me detengo en el pasillo seleccionado para el alcohol—. ¿Qué quieres para beber? Estoy pensando en llevar algunas cervezas y un par de botellas de whisky.

Con eso está bien para mí, no sé lo que opinará Sam al respecto. ¿Quieres que llame a algunas chicas?

—No. Sólo quiero que esta sea una pequeña reunión entre nosotros. ¿No recuerdas la última vez que invitamos chicas a mi casa?

Él ríe con energía desde el otro lado —¿Cómo olvidarlo? Tu mamá las siguió por todo el jardín delantero con una escoba en la mano, dispuesta a golpearlas para que no aparecieran más por allá.

Cierro los ojos ante el recuerdo bochornoso. Habíamos estado bebiendo en mi casa junto a unas chicas hace cuatro meses atrás. Mis padres habían salido y por una urgencia (según ellos) volvieron a casa antes de lo previsto y me encontraron casi sumergido en un coma etílico tendido en el sofá. Las chicas que estaban con nosotros tocaron la peor parte ya que mamá las siguió por el jardín gritándoles que se dieran a respetar y que se fueran a sus casas a estudiar o sino ella misma llamaría a sus padres. Yo no me enteré de eso hasta el día siguiente cuando mamá me despertó con un balde de agua fría contra la cabeza.

Bien, como sea —la voz de Tyler me trae de vuelta a la realidad—, iré a tomar una ducha. Nos vemos en tu casa, amigo.

—Claro, adiós.

Cuelgo la llamada y guardó de inmediato el teléfono en el bolsillo de mi pantalón. Tomo unas cajas de cervezas y al girar para dejarlas en el carro de compra, me encuentro cara a cara con un pequeño bebé que está en el interior del carro, expectante, mirándome con sus grandes ojos y justo al lado de él hay un pequeño bolso, con sus cosas de bebé, me imagino.

—¿Qué diablos...? —murmuro, dejando las cervezas en el estante y mirando hacia todos lados— ¿Qué haces aquí, pequeño? ¿Dónde está tu mamá?

Por supuesto, no obtengo ninguna respuesta de su parte. El bebé solamente me mira y sonríe y es un poco confuso a decir verdad. Miro en todas direcciones, buscando a alguna mujer que ha olvidado a su hijo pero al no ver nada sospechoso, y ninguna mujer mirando hacia mí, comienzo a caminar llevando conmigo el carro de compras en dirección a la oficina de servicio al cliente porque no entiendo de dónde apareció este niño.

Al llegar allá, debo esperar alrededor de veinte minutos porque había un par de personas antes de mí. Cuando llega mi turno de ser atendido, tomo al bebé en brazos y lo recargo en el mesón haciendo que las dos personas frente a mí (un hombre y una mujer) me miren confundidos.

—Alguien ha dejado este bebé en mi carro de compra. —les informo, totalmente serio.

Ellos se miran entre sí y vuelven a mirarme —¿Cómo dice?

—Alguien ha dejado este bebé en mi carro de compra, hace unos momentos atrás. No es mío, así que lo he traído para que ustedes se hagan cargo.

Arrastro al bebé por el mesón y la mujer es quien lo recibe. Aclarándose la garganta, el hombre enciende el micrófono, se lo acerca a la boca y dice:

—Tenemos un bebé varón de ocho a nueve meses bajo nuestra custodia en la oficina de servicio al cliente. Si usted está buscando su bebé, favor de acercarse a nuestra oficina de servicio al cliente. Repito: tenemos un bebé varón de ocho a nueve meses bajo nuestra custodia en la oficina de servicio al cliente. Si usted ha perdido un bebé, favor de acercarse a nuestras oficinas.

Suelto un suspiro y me dedico a mirar a mi alrededor —¿Cuánto tiempo tendré que estar aquí? Estoy un poco ocupado, ¿sabe? ¿No pueden buscar ustedes a la madre del bebé?

—Señor... —comienza el hombre de manera severa mientras que la mujer se dedica a ordenar las cosas que estaban dentro del bolso del bebé—. Si la madre del bebé no aparece, tendremos que llamar a la policía y lo necesitamos a usted como testigo.

Suspiro y cambio mi peso de la pierna izquierda a la derecha.

—Pero si yo no he sido testigo de nada. Ya le dije que ese bebé apareció así, como arte de magia dentro de mi carro, ¿Qué es tan difícil de entender?

—Bien —él dice entre dientes y me entrega una hoja y un bolígrafo—. Entonces, anote en ese papel su nombre, dirección, número telefónico y la institución donde estudia.

—¿Para qué? —le pregunto un poco desconfiado.

—Para poder localizarlo en caso de cualquier emergencia.

Para no seguir alargando más con este estúpido asunto, escribo en la hoja todos los datos que él me ha pedido. Al alzar la mirada, me encuentro con la mujer sacando un pequeño papel que estaba pegado en el pecho del niño, indicándole al hombre que encontró una nota entre las ropas del bebé.

—"Universidad McGill. Chase Hoffman —lee el hombre y yo alzo la mirada un poco—. He pensado que lo mejor para el bebé es que lo críe su padre." Dios, estos jóvenes... ¿has terminado? Dámelo.

No alcanzo a responder cuando él me arrebata el papel de las manos. Al leer mis datos, su expresión facial cambia por completo y compara la información en ambas notas, mirándome de vez en cuando.

—¡Eres tú! ¡Chase Hoffman!

Miro boquiabierto a las personas frente a mí hasta que mis ojos caen en el bebé que se encuentra sonriendo, como si supiera lo que realmente está sucediendo.

—¡¿Eres el padre de este bebé y aun así estás haciendo como si no lo conoces?!

Retrocedo dos pasos y agito mis manos frente a mi cuerpo —Nunca en la vida había visto a ese niño. Dios, tienen que creerme, ¡ese bebé no es mío!

—Estúpido chiquillo inmaduro... —farfulla el hombre, negando con la cabeza casi como si estuviera decepcionado de mí—. ¿No te gustó ir por la vida acostándote con las chicas? ¡Ahora hazte responsable de tus actos!

—Pero si yo no...

—Francesca, dale el bebé a este mocoso —me interrumpe y toma el bolso para dejarlo sobre el mesón—. Espero que la próxima vez que te vea, sea como un buen padre y no como un chiquillo con las hormonas alborotadas. ¡Ahora, largo!

Brinco en mi lugar y tomo al bebé en brazos, colgando el bolso en mi hombro y salgo de ahí asustado, confundido y sin saber qué diablos hacer con este bebé.

¿En qué maldito lío me he metido?

¿Este bebé es tuyo?  (PP #1)Where stories live. Discover now